El abril del 2002 que construyeron los medios se ha desmoronado. Ese mes virtual ha sido el más largo de nuestra historia. Se extendió por dos largos años en una cadena de mentiras tras mentiras repetidas una y mil veces. Desde su planificación hasta el derrocamiento y secuestro del presidente Hugo Chávez Frías, con su secuela de muertos en Puente Llaguno y los acribillados los dos días subsiguientes, la gran farsa mediática creyó consolidarse con el fallo grotesco del Tribunal Supremo de Justicia, conforme al cual en lugar de golpe de Estado, lo que ocurrió en el país fue un “vacío de poder”.
Hoy, el mundo entero habla de golpe de Estado. El canciller español presentó ante el congreso de su país documentos en los que el entonces embajador de España en Venezuela informa de la preparación de la conspiración y de su conocimiento desde semanas antes de su consumación. Son pruebas irrefutables. Los documentos desclasificados de la CIA y el Departamento de Estado han sido publicados en medios estadounidenses. Estos derrumban la enorme mentira mediática. El entonces canciller de México, Jorge Castañeda, ha revelado, dos años después, que su país se opuso al apoyo que al golpe brindaron Estados Unidos, España, Colombia y El Salvador. Por si faltara algo, el mismo libro del breve Pedro Carmona Estanga, Mi testimonio ante la historia, relata casi con cinismo cómo fue la rebatiña del poder aquel 11-A, entre intereses de grupos, pequeñeces humana y ambiciones desbocadas.
La mentira fue colosal y minuciosamente preparada y proyectada. El escritor uruguayo Eduardo Galeano la resumió en una frase: “Nunca tan pocos engañaron tanto a tantos”. Resultó más fácil derrotar a los golpistas que a la mentira. Los medios habían construido una historia –su verdad virtual- e insistieron en ella. Aunque la mentira tiene patas cortas, mediáticamente se las alargaron. La oposición, con dólares del Fondo para el Desarrollo de la Democracia de Estados Unidos (NED), la extendió sobre el Atlántico y en tribunales españoles acusó al presidente Chávez por crímenes de lesa humanidad. La justicia española se declaró incompetente y entonces amenazaron con ir a la Corte Internacional de La Haya. Sólo que la verdad los alcanzó. Los asesinos del 11-A estaban de su lado y en sus filas.
Los documentos desclasificados o publicados en el exterior, los testimonios de cancilleres de América Latina y Europa, las mutuas acusaciones entre los golpistas, pusieron fin a la colosal mentira mediática. La historia virtual ha cedido ante el avance inexorable de la historia real. Era el momento que esperaba el Fiscal General, Isaías Rodríguez, para pedir la revisión de aquel fallo grotesco de una mayoría circunstancial del TSJ. Ello desató el histérico corri corri de algunos dueños de medios y alcaldes que estuvieron metidos hasta los túetanos en el golpe de Estado. Ahora llorisquean que se pretende escribir otra historia. En absoluto. Existe una sola historia y ésta con sus hechos resplandecerá y se impondrá.
Con la verdad llega siempre la justicia. Los villanos que los medios revistieron de héroes habrán de responder por sus crímenes. Los que pensaban ir a la Corte de la Haya, si lo hacen, se van a conseguir en ese tribunal con los telegramas del entonces embajador español en Venezuela, el testimonio del ex canciller de México, los papeles desclasificados de la CIA y el reconocimiento del golpe por parte del Departamento de Estado. Tendrán también las declaraciones de varios policías metropolitanos que participaron por orden de sus jefes en la matanza de Puente Llaguno. De acusadores virtuales, terminarán sentados en el banquillo de los acusados reales. En ese momento los medios los dejarán solos y huirán, como aquel 13 de abril de 2002, hacia el oprobio del silencio.
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