Luego de graduado, la vivienda alquilada me fue sana i justa; recuerdo entre otras cosas la seriedad i el respeto que me ofreció un hombre justo como Roberto Baittiner, cuando viví un buen tiempo en una casa suya de alquiler; lo mismo otros dueños. Mas, lo mejor fue cuando adquirí mi primer hogar, una bella i cómoda quinta en la Urbanización Irama, la primera i mejor organizada de todas las de aquellos tiempos i creo que hasta el presente. Al contratar, nos entregaron un álbum con los distintos tipos de viviendas (lo conservo en mis archivos), todas bien planificadas, muchos modelos hermosos, con planos, detalles i perspectivas, obra de un brillante i destacado arquitecto como el amigo Humberto Vera, un caballero de singular personalidad, quien vigilaba todos los detalles con sus ingenieros i colaboradores. En preventa, la casa tenía un descuento que se dio formalmente; si se hicieron discretos cambios, se pagaron a precios justos, i todo marchó con rigurosa meticulosidad. Así, vimos construir nuestra casa; levantada la estructura, íbamos los domingos a hacer un picnic en ella; observamos los detalles perfectamente i pagada la cuota inicial (moderada i justa) ya concluida la obra (incluso la fuimos sembrando de grama i árboles) empezamos a pagar después del primer mes de estar viviendo en ella. Más garantía de cumplimiento i honestidad no puede darse; jamás escuché entre otros adquirientes, los cuales formamos la “familia Irama” cuyo emblema era un venadito como Bambi, por los ojos claros de una hija de los asociados i promotores, la menor queja de incumplimientos o de cobros indebidos. Absoluta honestidad, fue la norma ética.
Lo mismo me sucedió, cuando años después, compré un apartamento en Isla Dorada, conjunto residencial de islas artificiales en el lago, al norte de Maracaibo. Cancelé la cuota inicial con un préstamo de la Universidad, i luego, durante veinte años, pagué formalmente una cuota fija a un Banco que se designó, sin que jamás hubiese una modificación de la cuota o de los intereses fijos. Absoluta eticidad, también.
Ahora me asombra la descomunal estafa inmobiliaria que “azota” al país, i me sorprende la ingenuidad de los compradores (adquieren, firman i pagan, sin garantía a la vista) i con espera de años de incumplimientos, mentiras i burla de las compañías inmobiliarias, sin que ni los Colegios Profesionales intervengan para nada, ni los tribunales del Ministerio Público (donde el argumento dinero predomina) a no ser para defender a los que roban descaradamente −igualmente un delito grave− por estar muchos de ellos en sus respectivos colegios o tener poder e impunidad monetaria. De la estafa no es necesario hablar. Todo está dicho, denunciado i comprobado. Lo interesante, i prueba del gran cambio material i ético que ha dado el país, con la Revolución Bolivariana i el Socialismo hacia el cual marchamos, es que por primera vez en nuestra historia, i creo que en casi todos los países del mundo nunca se había dado, el gobierno interviene con la Constitución i Leyes en la mano, para defender a los estafados, al pueblo i a la clase media venezolana, contra los delincuentes que atentan contra la calidad de la vida, el honor i la felicidad de todos los venezolanos i extranjeros que viven en Venezuela.
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