Cuando Jenny Alcok llegó a la quinta El Paro se nos fue de las manos, su cabeza era un concierto de pensamientos eróticos. Estacionó su Mercedes Benz, entró a la casa y se sentó en el mueble Luis XV que tenía destinado para meditar. “Confieso que si Ramón hubiese seguido besándome por más tiempo, yo no sé qué hubiese sido de mí”- pensó Jenny.
Nunca imaginó que al llegar al Centro San Ignacio le iba a suceder lo que le pasó. Ramón Pérez, el chavista y compañero de Kiki Aranguren, le dio un beso tan apasionado que se estremeció. Después, recordó que Ramón había metido algo en su cartera Prada. Buscó y era un papelito, allí estaba el número de teléfono de Ramón y una invitación: “Llámame”.
Mientras tanto, en el estudio, Harold Salvatierra conversaba por teléfono con su amigo Jean Brillembourg: “Estamos haciendo un papelón del carajo, amigo Jean. Ahora todo el mundo sabe que somos ladrones, estafadores y habladores de pendejadas, fíjate el papelito que está haciendo Guillermo en Estados Unidos, damos lástima, amigo. Y viste que el diario El Mundo de Madrid, le dio un premio a Miguel Henrique Otero, por eso es que el viejo Petkoff lo llama Bobolongo cada vez que le da la gana. También la Sociedad Interamericana de Prensa le dio un premio a Guillermo en México, una vaina que todo el mundo sabe por qué lo hacen, amigo. Ahora sí es verdad que los chavistas están gozando una bola. Por cierto, ¿qué sabes de Kiki?”.
Cuando Jean Brillembourg escuchó el nombre de Kiki Aranguren dijo: “No me la recuerdes, Harold, que la otra vez la vi en el canal ocho dando declaraciones contra las inmobiliarias que estafaron a un gentío, y por poco me da una vaina”.”¿En el canal ocho?”. “Sí, hermano, ahora si nos jodimos de verdad. Y estaba con su chavista marginal, Ramón Pérez, que tiene una cara de ladrón insuperable”.
En otro lado de la ciudad, en el Café Venezuela, cerca de la Plaza Bolívar, Ramón Pérez y Gregorio González están sentados disfrutando de un café. “Compañero, yo creo que cuando Julio Borges le dijo a su gente que salieran a enamorar chavistas, estas mujeres como que se lo tomaron al pie de la letra”. “Y eso por qué compañero”- preguntó Gregorio. “Porque ayer me encontré con Jenny, la esposa de Harold, y le di un beso, y la chama casi se me desmaya encima de la excitación”.
En Alto Prado, en su casa, Jenny sigue sentada en el mueble Luis XV y tiene en las manos el papelito que Ramón le dejó en la cartera. Está suspirando. De repente, entra una mano y le quita el papelito, es Harold, su esposo, que toma el papelito y le pregunta: “Mi amor, de ¿quién es este número de teléfono?”.
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