A lo interno la clase dominante, esa petulante oligarquía criolla, continua apoyándose en sus bien aprendidas mañas para derrotar –como lo han hecho claramente a todo lo largo de nuestra historia- todo intento de soberanía popular que ponga en peligro sus sacrosantos privilegios. Valiéndose de su control y hegemonía sobre los cuatro grandes bloques productores de la fábrica de la conformidad: la religión, la educación, las costumbres y los medios creadores de la realidad virtual, lo han logrado para desgracia de la humanidad. Con estas estrategias han logrado –y continúan logrando en demasiados casos- que el pueblo trabajador termine aceptándolos, incluso admirándolos y actuando en contra de sus propios intereses.
Así lo hicieron con Bolívar, al que llevaron hasta el total abandono de su pueblo en San Pedro Alejandrino y así lo hicieron con Zamora asesinado en San Carlos, cuya muerte fue letal para las aspiraciones populares y de las clases asalariadas, favoreciendo fatalmente la permanencia de los privilegios de los oligarcas. Así lo hacen hoy contra Chávez y la Revolución Bolivariana por las mismas y sempiternas razones. A Bolívar lo llamaron “ese loco y asesino”, a Zamora “engendro del infierno con nombre de profeta: genio del mal y del fuego…”, a Chávez todo eso y más. Estos “godos cara colorá” junto a los “trampularios federales”, así llamaba el pueblo a los godos de pedigrí y a los federales o revolucionarios infiltrados (tal como hoy ocurre entre muchos de nuestros “revolucionarios”) tienen clara conciencia de clase y saben hacer su tarea.
Uno de sus más conspicuos representantes, ese godo que reclama exultante para sí “haber llegado a Venezuela con la Compañía Güipuzcuana”, entiéndase que llegó a explotar, robar y saquear una tierra suya por “la gracia de Dios”, toma hoy el testigo de su clase y solicita en los salones del gobierno imperial que se apresure a poner orden en esta tierra de gracia alborotada por un zambo rebelde. De raza la viene a este galgo miserable, ya lo hizo antes que él uno de sus antepasados más significativo: Nicomedes Zuloaga. El 22 de noviembre de 1861, los godos cara colorá constituyeron una comisión constituida por sus más brillantes representantes: Nicomedes Zuloaga, Manuel Felipe Tovar, Pedro Gual, Juan José Mendoza, Francisco La Madrid, Federico Núñez Aguiar y otros (nótense los apellidos), con el objeto de solicitar la intervención de Inglaterra para que pusiera orden entre el populacho alzado a cambio de entregarle pedazos de la patria. La lectura de algunos fragmentos de esta solicitud de intervención –a riesgo de las nauseas por las que les ofrecemos disculpas- explica claramente la naturaleza de esta godarria impenitente. Veamos:
“… Es un deber que tienen las naciones civilizadas de Europa de tender la vista a estos países e intervenir en ellos de una manera directa(…) Ninguna de las naciones de Europa puede con más ventajas poseer a Venezuela como la Gran Bretaña (…) Hay en Venezuela, entre los hombres pensadores, la opinión de que conviene a esta desprenderse del territorio de Guayana y negociarlo con la Gran Bretaña (…) Toca al gobierno inglés dar principio a esta negociación de la que sacará felices resultados (…) La Guayana venezolana es un territorio más extenso que un país como Francia (…) La posesión de este territorio tiene inmensas ventajas para la nación que la ocupe (…) Antes de terminar debemos manifestar y encarecidamente pedir al gobierno británico la más pronta solución de esta materia, ya sea que se acojan nuestras ideas respecto de la negociación de Guayana, o bien que se decida y se lleve a cabo la intervención de una manera igual…”
Nota: Cómo sería el calibre repugnante de esta declaración que José Antonio Páez –el protector de la oligarquía conservadora pero con resto aún de aquel Centauro en sus venas- ordenó iniciar una investigación inmediata para someter a juicio por traición a la Patria a los civiles y militares responsables de semejante documento, exactamente como hoy debe hacerse con estos descendientes de aquellos.
Así hablaban y actuaban los antepasados de Guillermo Zuloaga, así lo hicieron antes que él otros miembros de la oligarquía y así lo hace en estos días este “honrado” ciudadano que “especula pero da empleo”. Es un problema de clases. La oligarquía asume como de su propiedad la patria y el resto de sus habitantes mera mano de obra y consumidores de sus negocios. Por eso es tan importante que la clase trabajadora se apropie del carácter dialéctico de la historia, conozca de sus leyes y la convierta en herramienta para su transformación. Resulta intolerable que este ciudadano pueda desde el exterior, en la mismísima sede del imperio, traicionar en tal forma la patria y que además cuente con un medio de difusión para manipular, engañar a un significativo número de personas, justificar, y aún sumarse a través del medio de su propiedad a la traición, sin que el Estado venezolano pueda defenderse. La humanidad está en guerra de clases desde la aparición de la propiedad privada de los medios de producción y con ello la explotación de los hombres. En Venezuela estamos en guerra. Este no es un mero torneo entre adversarios sino una guerra de clases. Sobran los ejemplos para demostrar la naturaleza del oligarca y el burgués al momento de defender sus intereses. Ayer entregaban Guayana, hoy entregarían PDVSA. El conocimiento nos hace libres. El conocimiento es el único camino a la conciencia. Nuestro Sistema de Medios Públicos, al menos por ahora, debería emprender un ataque más profundo, más preñado de historia y hacerle frente a la manipulación oligárquica. Así como el medio propiedad de Zuloaga montó un programa de una hora para mostrar la “honradez y el patriotismo” de “los Zuloaga”, nuestros medios deberían esmerarse en mostrar la verdad secuestrada por el positivismo histórico y mostrar –al menos- este episodio.
Patria Socialista o muerte
¡VENCEREMOS!
martinguedez@gmail.com