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| Red de Información Alternativa, Simón Bolívar (REDIAL)
[El socialismo es la Ciencia del Ejemplo]
Saludos, Presidente: le envío esta advertencia que en principio tendría que ser innecesaria, pero que en vista de las aguas tan procelosas como las que circundan nuestra nave, estoy obligado a hacerle. Quiero que sepa que desde muy niño siempre he estado persuadido de mi pertenencia a la clase social que históricamente ha sido la víctima y de la plena conciencia sobre cual es la clase depredadora, tanto de mí como de mi pueblo. Quiero que sepa –aunque quiero pensar que ya lo sabe- que usted y cuanto este proceso significa son más, mucho más, que cuanto podía soñar como conquista para la redención de nuestra clase hace unos diez u once años.
Tenga la certeza de que respaldaré cuanto usted haga aún si estuviese persuadido de su error, porque mi conciencia me dicta que el peor de los errores del liderazgo de mi clase será siempre infinitamente más leve que la mejor decisión que respecto a nosotros tome la clase predadora. En otras palabras, que remaré con todas mis fuerzas hasta el sacrificio de la vida si fuera necesario por impedir que el enemigo natural de mi clase, el predador por más afeites y caretas que se ponga, obtenga –por causa de mi opinión- algún beneficio para su guerra que siempre tendrá a mi pueblo como víctima. Sepa que estoy irrefragablemente persuadido de que nadie que señale los problemas de la humanidad y el planeta y no denuncie al capitalismo como el causante del desastre puede ser sincero.
Aclarado esto, encuentro que es mi obligación ética señalar cualquier error que en el orden de lo táctico pudiésemos cometer. Cierto que en este duro hacer la tarea en la cual la humanidad ha fallado hasta nuestros días, no tenemos más remedio que cosechar errores fruto del inevitable invento. No es menos cierto que debemos ensayar con la menor cantidad de errores posibles. No tenemos otra opción. El tiempo se nos agota y no tenemos muchas opciones para errar. En este orden de ideas debo expresarle mi opinión abierta, sencilla y crítica respecto a unas decisiones anunciadas recientemente por usted. Veamos:
La primera tiene que ver con la Caracas de mis amores y mis tormentos. Soy catiense y aún recuerdo mis caminatas de adolescente al lado de mi viejo maestro don Carlos Garcés, un catalán comunista arribado a estas tierras huyendo del franquismo. Recuerdo sus declaraciones de amor a la “Sultana del Ávila” y su angustia cuando me explicaba cómo esta magnífica ciudad estaba condenada al desastre porque “se empeñan en darle soluciones insolubles al tratar de acomodar más gente en un valle en el cual no caben más de dos millones de personas” Así se expresaba el viejo maestro cuando Caracas no llegaba al millón de habitantes, Presidente. Imagine lo que diría hoy.
Luego, ya como docente, me dediqué a proponer ideas para Caracas y colocarlas como trabajos de equipo para mis alumnos a partir del pensamiento de un venezolano insospechablemente progresista y capaz como el arquitecto Fruto Vivas. El resultado de cientos de trabajos de grado fue que Caracas, como Río de Janeiro en Brasil, sólo tenía una solución –que por cierto los brasileños asumieron con todas sus hermosas consecuencias- y esta es: mudar la capital, con todos sus ministerios, institutos autónomos y demás yerbas a un espacio amable, sustentable, geoestratégicamente adecuado, que disponga de abundantes terrenos planos, agua y clima amable. De esta manera la capital quedaría equidistante a todos los puntos de la República, exactamente como el Libertador propuso para capital de Colombia y que por desgracia nunca se hizo -recuerde Bayahonda-. Como resultado, mi Presidente, por más de veinte años las propuestas de mis alumnos fueron la mudanza de la capital a un lugar como Caicara del Orinoco. Haga usted un eje de coordenadas sobre un mapa de Venezuela y encontrará que allí está el centro de la República. Agua abundante (el río Orinoco), espacios planos casi infinitos y clima amable. Una nueva capital para la República al modo como lo es Brasilia para Brasil.
Caracas no tiene solución con “otra Caracas dentro de Caracas”, mi Presidente. Otra Caracas dentro de Caracas no resuelve el problema sino que lo agrava y soslaya el origen del problema y su naturaleza. El “infierno” de Caracas lo creó el capitalismo y no se resuelve con medidas cosméticas dentro de la lógica capitalista. Cada persona que sea estimulada a vivir en Caracas significa –necesaria y obligatoriamente- más servicios, más tránsito, más cloacas, más electricidad, más agua, más… más… y más… y todo ello dentro de un espacio finito –fatalmente finito- porque es un valle con una mole que debemos preservar al norte (el Guaraira Repano) y una formación montañosa al sur, que impide su expansión. Aún deben estar por ahí los trabajos de estos alumnos, nunca tuvieron acogida –no podían tenerla- eran soluciones radicales y revolucionarias para revertir el problema que había creado el capitalismo. Cuando usted llegó pensé que lo haríamos, mi Presidente. El problema de “Ruperto”-como nos los decía el panita Alí allá por la década del setenta- no podía resolverlo el sistema que lo creó.
Tengo por Farruco Sesto más que respeto, tengo por él un aprecio muy personal por su don de gentes, pero si es él quien propone esta idea estoy obligado a decirle que está equivocado y mi mejor contribución es señalárselo . Llame a Fruto Vivas, mi Presidente, llame y oiga –no a mí que apenas soy el hijo de la señora Paquita y el “Predicador del socialismo” desde los espacios de Radio Nacional de Venezuela - sino a gente de fuste como Wladimir Acosta y muchos otros. Hagamos lo que hay que hacer más allá de las presiones del momento. Disculpe usted si en este momento no estoy a favor del viento, pero si usted le saca a Caracas el gobierno central e invirte el orden de “mudar a las personas y luego ver como se les ofrecen empleos y servicios”, estaría desalojando del sufrido Valle de Caracas no menos de dos o tres millones de personas, proporcionando además un orden estratégico al funcionamiento de la República. Construyamos la nueva capital y estaremos resolviendo no sólo el problema de Caracas, sino el problema de la desgraciada división político territorial heredada de la colonia que convierte al eje andino-costero en el lugar de vivienda de más del 80% de los habitantes de la República.
Mi segunda opinión tiene que ver con la necesidad de recursos para financiar los planes del Estado. No recurra al IVA, señor Presidente. El IVA es un impuesto regresivo que pecha a los más pobres con el mismo rasero que lo hace con los más ricos, a pesar de que existan excepciones que lo justifiquen. Peche a los más ricos, señor Presidente. Le propongo hacer unos cálculos que estoy seguro le darán resultados iguales o superiores a los propuestos. Por ejemplo, peche a los banqueros con un impuesto directo de 3 o 4 puntos sobre el diferencial entre las tasas activas y pasivas que aplican como ganancia grosera y neta al financiamiento de las tarjetas de crédito. Convérselo con Jorge Giordani, seguro estoy de que se obtendrían iguales o más recursos y estaríamos pechando la ganancia –reitero, grosera- de los bancos sobre el financiamiento de un instrumento para el gasto y el consumo como son las tarjetas de crédito. Claro que para tomar una medida así hay que tener guáramo revolucionario, hay que desafiar en su esencia al capitalismo. A usted, señor Presidente, le sobra el guáramo para hacerlo.
Nada más por ahora, mi Presidente. Martín Guédez seguirá en lo suyo, en lo nuestro, luchando, sembrando, desde la teoría y el ejemplo, a su lado, al lado de la Revolución, ahora y siempre.
Reciba un abrazo solidario
Patria Socialista o Muerte.
¡VENCEREMOS!
martinguedez@gmail.com
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