Conozco el ejemplo de Italia
del Norte e Italia del Sur. Italia del Norte es una constelación de
medianos y pequeños propietarios y allí nacieron en la Edad Media
las ideas que dieron vida al mundo moderno y la potencia económica
italiana. Italia del Sur conjuga un feudalismo de sonoros títulos nobiliarios
con el accionar de la Cosa Nostra en Sicilia, la Ndrangheta en Calabria
y la Camorra de Nápoles, todas nacidas para apoyar el latifundio, durante
los siglos XVIII y XIX. Un proceso parecido al moderno de los paramilitares
colombianos. Hay también el ejemplo de dos imperios.
El antecedente de Roma
La relación entre repartición
de la tierra y estructura política la documenta la historia romana.
La Roma política nació al dejar de ser reino etrusco y convertirse
en república de pequeños campesinos. Fueron tiempos de una Roma ejemplo
de rectitud ciudadana y valentía patriota. Su primera ley agraria data
de 486 a. c. porque la repartición de la tierra fue siempre central
en la política romana, como que sus campesinos eran la base del ejercito.
La conquista de nuevas tierras y el uso de esclavos fue creando latifundios,
que desplazaron a los campesinos. En 367 a.c. la Ley Licinia trató
de limitar la propiedad de la tierra, pero igual se apropiaban los nobles
senadores de las tierras públicas. Al no poder competir con mano de
obra esclava los campesinos romanos abandonaron el campo para hacinarse
en las ciudades y vivir del Estado. Así comienzó la Roma del pan y
circo.
El malestar era grande cuando
el tribuno Tiberio Sempronio Graco, en 133 a. c., introdujo la Ley Sempronia
que fijaba en 1000 arpentas (404 hectareas) la extensión máxima de
las propiedades. El Estado absorbía el resto para darlo a los campesinos
sin tierra. Los ricos armaron sus criados y lo mataron a palos. Diez
años después, su hermano Cayo murió acuchillado tratando de repetir
la obra. Fue el comienzo de las guerras civiles que destruyeron la República
Romana y dejaron un Imperio militar.
La evolución en Estados Unidos
Antes de la Guerra de los Siete
Años (1756 – 1763) las colonias inglesas en América del Norte ocupaban
una franja que sólo llegaba hasta los montes Apalaches. Al oeste y
el norte limitaba con la Louisiana francesa, que ocupaba ambas márgenes
del rio Mississippi, del rio Ohio y del rio San Lorenzo hasta el Atlántico
Norte. Al sur limitaban con la Florida española. En esa guerra, atribuida
a un berrinche de Madame de Pompadour3, Francia perdió casi
todas sus colonias. En Louisiana era vencedora, aunque perdió Québec,
pero con criterio difícil de entender, recuperó Martinica y Guadalupe
a cambio de todas las tierras en Louisiana hasta el margen oriental
del Mississippi. Eso sería crucial para los futuros Estados Unidos.
Por el Tratado de Paris Inglaterra reconoció la independencia de los
Estados Unidos y le entregó todas la tierras recién conquistadas al
sur de los grandes lagos y al este del Mississippi. Esa región se dividió
en territorios sin representación política, que fueron determinantes
para una difusa repartición de la propiedad de la tierra.
En 1776, las 13 provincias tenían la tierra repartida entre pequeñas
parcelas propiedad de granjeros individuales y latifundios otorgados
a gente bien conectada, que necesariamente las trabajaban con esclavos.
Aquí, como en Roma, vemos el nexo entre esclavitud y latifundio.
La guerra de independencia
aumentó el número de granjeros pequeños, porque se ofreció parcelas
a quien sirviera en el ejercito en los nuevos territorios. Luego, Alexander
Hamilton, Secretario del Tesoro, saco a la venta tierra en los territorios
a bajo precio, pero en lotes de 500 acres que los granjeros no podían
comprar, pero si los banqueros que los fraccionaron y revendieron. Esos
territorios fueron luego el espacio en que se asentaron granjeros venidos
de Europa del norte.
Las primeras leyes sobre la
propiedad de la tierra son el Ordenamiento de la tierra de 1783 y en
la Ordenanza del Noroeste de 17874, que fijaban criterios
para la repartición de la tierra y atribuía tierra de uso público
(ejidos) a cada nuevo centro municipal. Sus normas rigieron la expansión
territorial de Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX.
Fue la época virtuosa de la democracia norteamericana, cuando el poder
económico de unos pocos era equilibrado por la fuerza electoral de
muchos pequeños propietarios. Cuando el poder de la oligarquía representada
por el filo-británico Alexander Hamilton fue frenado por la corriente
popular liderada por Thomas Jefferson, admirador de la revolución francesa
y presidente en 1801.
Eso ha cambiado mucho. La distribución
reflejó la evolución de la influencia política. Cien años después,
en 1900, la población total de Estados Unidos era de 76 millones y
la rural de 30 millones (40%). Los grandes propietarios de tierra entonces
eran empresas ferrocarrileras. En 1990 la población era 249 millones
y la rural 62 millones (25%). La concentración urbana es un fenómeno
mundial, causado por varios factores, entre la agricultura mecanizada
y la producción industrial de los productos que antes producían los
granjeros. Pero que el 91% de la población rural viva de salarios si
es indicativo del estado de la propiedad5.
Hoy, la propiedad de la tierra
esta concentrada en empresas petroleras, seguidas por la industria forestal
y la agroindustria. Los pocos granjeros dueños de su tierra producen
o crían para la agroindustria. El uso de los OGM los hace empleados
de los fabricantes de semillas y agroquímicos para la parte vegetal
o de hormonas y antibióticos para la parte animal. La casi totalidad
de la producción agrícola se hace en latifundios de grandes empresas,
que emplean mucha mano de obra extranjera barata. La propiedad de la
tierra esta ahora tan concentrada que los cinco más grandes propietarios
son dueños de 7,8 millones de acres ( 3,16 millones de hectáreas)
y el mas grande es dueño de 2 millones6.
Ese cuadro de la mala distribución
de la propiedad en Estados Unidos empeora con los millones de gente
sin hogar por las ejecuciones de hipotecas causadas por fraude financiero
de Wall Street. Es clara la indiferencia social de quienes mandan en
Washington, que muestran – como en Roma Imperial - creciente
disposición a dirimir disensos con el aparato militar.
La distribución de la tierra sub-urbana
La concentración de la propiedad
y la emigración del campo a la ciudad – por razones históricas que
varían de país a país- ha creado siempre problemas que comienzan
con la ubicación física de la gente y con problemas sociales relacionados
con la prestación de servicios a las nuevas comunidades. La concentración
de la población urbana encarece la tierra y la vivienda hasta hacerla
inaccesible a quienes emigran por necesidad económica. Esa aplicación
de las “leyes del mercado” crea una acumulación humana en los márgenes
urbanos, que internacionalmente son conocidos con su nombre brasileño
de “favelas”.
Un buen gobierno no puede permitir
que se acumulen grupos sociales marginados de la enseñanza y la salud,
sin darles medios para ganarse una vida decorosa. Solucionar ese problema
es necesario para mejorar la democracia, mejorar la seguridad pública
y acabar la pobreza endémica. Sin embargo, la callosidad de la dirigencia
política y social habitual en América Latina y otros países, le permite
mirar esos hacinamientos de la desesperación como parte del paisaje.
Por eso, es natural que los nuevos gobiernos latinoamericanos que llevan
los servicios básicos de la vida urbana a esos barrios donde viven
las grandes mayorías tengan un éxito político y electoral, consistente
y durable.
Esos asentamientos de forzosa
precariedad están muy expuestos a los accidentes atmosféricos y telúricos,
por lo endeble de su construcción y la ausencia de controles técnicos.
Un ejemplo es la tragedia del terremoto en Haití. Otro ejemplo, es
el gran número de damnificados por las intensas lluvias en Venezuela.
La escasez de tierras públicas para asentarlos obligó al gobierno
venezolano a regresar a la propiedad pública extensiones de tierra
subutilizadas y pedir donaciones solidarias al Estado para construir
viviendas a los damnificados.
Nota personal
Eso último me lleva a inserir
una nota personal, que no es elegante hacer, pero quiero ayudar y estoy
lejos. Tengo 18 hectáreas de terreno inobjetablemente propio que quiero
donar al gobierno venezolano para atender a los damnificados. La propiedad
está registrada en el catastro rural y ubicada en el municipio J. E.
Lossada del Distrito Maracaibo. Si el uso que
se le dé llevase el nombre de mi admirado amigo Luis Homez, un socialista
zuliano de vida breve pero ejemplar, me consideraría ampliamente retribuido.