En alocución presidencial del día 04/01/2011, el Comandante Chávez aprovechó la oportunidad para reflexionar y detener una propuesta del alto gobierno que pedía incrementar “en unos puntos” el Impuesto al Valor Agregado (IVA). La posición asumida por el Comandante fue justa y oportuna. Según lo explicaba días después el presidente del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Elias Eljuri: “gracias al incremento del precio del petróleo, a la recaudación de impuesto y otros elementos, ya no existe la necesidad de incrementar el IVA”. La propuesta inicial del alto gobierno se inscribía en recaudar unos recursos adicionales necesarios para paliar la gran deuda social acumulada como lo son el déficit de vivienda, la salud y la educación. Esta vez, los fines no justificaban los medios para conseguirlo. Pues, oportunamente se comprendió que un incremento del IVA iría a pechar por igual a los que menos y los que más tienen, es decir, a proletarios y burgueses, además, que su aumento incidiría de forma directa en la inflación. Hoy, la propuesta quedó atrás, más, sin embargo, el Estado manifiesta una necesidad vital de recursos para continuar con el desarrollo de los planes sociales.
Nuestro pueblo es sabio, y si le saben explicar entendería mucho mejor “cuánto y cómo" el más vivo, el burgués, o simplemente aquél que dispone de más recursos económicos (mejor remuneración por su trabajo) se aprovecha de un beneficio (subsidio) que el gobierno revolucionario ha mantenido sólo para apoyar la economía de los más necesitados, o mejor dicho, de los más explotados por el capital. Y es el caso del subsidio a los combustibles líquidos (gasolina, diesel y gasoil), pues, como sabemos, el bajo precio de estos combustibles en nuestro país representa un duro golpe a las arcas del Estado y un verdadero absurdo, insostenible e injustificable. Por datos públicos de PDVSA y MENPET, 2009, conocemos que el consumo total de gasolina (de 95 y 91 oct.), en el país, es de aproximados 289 mil barriles/día, que visto en consumo percápita (entre 29 millones de venezolanos) representa una magnitud impresionante. Pero lo más relevante es que su precio, calculado en aproximado 0.097 Bs/litro, que lo lleva a ser el más bajo del mundo según fuente: OPEP, Anuario Estadístico 2009. En otras palabras, llenar un tanque para un vehículo particular en Venezuela (cerca de 50 Litros), su costo en dólares no alcanzaría los 2$, lo que en moneda nacional es de aproximado de 5Bs. Mientras que, en los países del Norte, el precio del mismo combustible oscila en 0,60$ por litro. En otras palabras, para llenar el mismo tanque (50 litros) en los EUA, UE, entre otros, se necesitaría por lo menos 30$, lo que en moneda nacional alcanzaría los 129BsF.
Repetimos. Si le sabemos explicar, nuestro pueblo entendería fácilmente que, el Estado, de seguir manteniendo esos grotescos subsidios sobre los combustibles líquidos estaría cometiendo un suicidio para la economía del país cuyas consecuencias también se reflejan en el derroche y el contrabando hacia países vecinos. Los actuales precios de la gasolina, el gasoil y el diesel ni siquiera contribuyen a pagar los costos del trasporte hacia las estaciones de expendios, mucho menos pensar de los costo de producción. Si le sabemos explicar, nuestro pueblo también entendería que quienes más se benefician del subsidio a los combustibles son, precisamente, quienes disponen de recursos suficientes como para adquirir y mantener un vehículo, y pagar un poco más por el combustible; especialmente la burguesía venezolana que dispone de vehículos de lujo (Mercedes, BMW, Hummer, etc.)
Más, es cierto también que existen otras razones que complica el análisis. Sin necesidad de ser astrólogos o videntes es fácil entender lo delicado del asunto que tratamos. Podría decirse que aquí aplica una lógica simple. Pues, un aumento general en el precio de los combustibles incidiría de forma directa e indirecta en el aumento de la tarifa del transporte público y de los precios de todos los productos de primera necesidad que consume el pueblo. Además, crearía una situación que sería fácilmente aprovechada por los especuladores de oficio para incrementar sus fechorías y robar más al pueblo. También los politiqueros de la vieja mafia adeco-copeyana, y sus derivados de hoy, harían fiesta en sus acostumbrados show mediáticos culpando al gobierno revolucionario por la inflación y la especulación que se desataría.
Aunque el subsidio sea suicidio para la economía de cualquier país, en muchas ocasiones, ha sido una política necesaria e históricamente utilizada por todos los países de diferente tintes capitalistas y socialistas para amortiguar sus economías. Es sabido, el subsidio es una invención del sistema capitalista ante su propia realidad e imperfección que los apologistas del sistema reconocen. La inestabilidad e irracionalidad del sistema los lleva a adoptar medidas que contradicen las leyes del libre mercado que tanto dicen defender. Sin lugar a dudas, los subsidios representan un paliativo que minimiza las consecuencias de la acción despiadada de la “mano invisible del mercado” que encarna al mismo tiempo al Dios capital y, a la vez, el germen de su propia destrucción. La ilusoria racionalidad del sistema capitalista es mantenida por los subsidios.
Las protestas suscitadas en la hermana República de Bolivia, por el aumento generalizado de las tarifas de la gasolina, razón que llevó al Presidente Evo Morales a detener la aplicación de la medida, no tendrían por qué repetirse en nuestro país si el subsidio se emplea de forma diferencial. Pues, nuestra metodología podría ser distinta y más eficaz. La máxima socialista que dice "A cada cual según su capacidad o aporte social" también debería ser interpretada de la siguiente forma: “aporta más (impuestos o valor justo) quien dispone de más recursos”.Y es así, porque quienes más posibilidades tienen y más capital acumulen, mayor debería ser su retribución al Estado.
Si hoy realizáramos una encuesta y le preguntamos al pueblo: ¿Estaría usted desacuerdo que, “el que más tenga más debe de pagar en impuesto y servicios? La sabiduría popular se expresaría con una respuesta unánime y muy lógica. Es obvio advertir que la mayoría absoluta de nuestro pueblo estaría descuerdo con esa idea. Incluso, ya existen experiencias de consultas públicas similares en otros países. Es sabido que en varios de los mal llamados países capitalistas “desarrollados”, pero también en algunos de los mal llamados “países en vías de desarrollo”, se aplica esa misma lógica para todos los servicios. Paga más quien tenga más.
Naturalmente, los países capitalistas que aplican medidas de subsidios en algunas de sus áreas productivas y, a la vez, imponen a sus clases dominantes el pago de mayores impuestos por renta anual, en realidad buscan con ello invertir una pequeña tajada, un mínimo necesario de esos recursos recaudados en inversión social, para atenuar las debilidades del sistema y evitar una explosión social. Su único objetivo es tratar de mantener imperturbable al sistema sin modificarlo ni afectar mayormente a su clase dominante. Pretenden disfrazar al monstruo capitalismo con rostro humano. De Allí a que muchos países hayan adoptado políticas económicas-sociales que parecieran copiadas de un modelo socialista, sobre todo aquellas donde se divide en zonas, sectores y/o barrios con mayores o menores capacidades de pago para la formación de diversas tarifas eléctricas y de servicios. Esa misma experiencia podría establecerse también en nuestro país. Son las clases pudientes quienes consumen mucho más energía que el resto de las clases. Mantener sus villas, la iluminación de sus mansiones, piscina, etc., también de sus enormes Clubes, Centros Comerciales, etc. debe tener su precio. El derroche energético se expresa de forma más grotesca en los sectores de la clase media-alta y pudiente del país. Su gigantesco derroche también limita la obtención y el consumo de energía por parte de las clases más necesitadas. La clase media-alta y la burguesía, generalmente concentradas en zonas delimitadas y muy bien urbanizadas, deben pagar un precio más justo por el beneficio de la electricidad y los servicios. El subsidio no de debe ser aprovechado por ellos.
Para sincerar el destino de nuestro absurdo y grotesco subsidio a la gasolina se hace necesario implementar la misma lógica que se experimenta en otras latitudes. Una forma de conseguirlo y, a la vez, de evitar su repercusión en la inflación que impactaría de forma muy negativa sobre la economía de nuestro pueblo (con el aumento de las tarifas del transporte público y los precios de los productos de consumo de primera necesidad), resultaría manteniendo el actual subsidio del combustible sólo para los sectores del transporte público y de carga pesada de alimentos, mientras, que, por otro lado, se ajusta la tarifa de la gasolina a precios más convenientes (derivado de un estudio socio-económico justo) e implementado de forma gradual para el sector privado (vehículos particulares). Este mecanismo de subsidio diferencial podría establecerse recurriendo a la misma experiencia creada para las zonas fronterizas de los Estados Táchira y Zulia, Venezuela, donde actualmente se encuentra implementándose un sistema de tarjetas electrónicas, esta vez, para controlar sólo los volúmenes de llenado de los vehículos perteneciente a los sectores subsidiados. Esto a razón de limitar la formación de un “mercado paralelo” interno que esta medida podría generar.
El Estado venezolano, a través de PDVSA, se encuentra desarrollando, desde hace unos años, el proyecto de Gas Natural Vehicular (GNV), cuya misión se inscribe en transformar la matriz energética nacional. De él se podrían beneficiar a la clase media venezolana y quienes deseen sustituir en sus vehículos los combustibles líquidos (gasolina y diesel) por Gas Natural. Este proyecto debería tener un carácter de obligatoriedad para el sector transporte.
Sirva el presente artículo para abrir el debate nacional y crear conciencia al respecto. La racionalización de los subsidios permitirá avanzar en la construcción del socialismo.
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