Para algunas personas, el siglo XXI, lejos de presentarse como la época de las realizaciones utopistas previstas en algunos libros, ensayos y películas de anticipación que auguraban paz, realización personal y bienestar material para todo el mundo, ha devenido en una época de guerras imperialistas, insurrecciones, conquistas colonialistas y resistencia de toda índole que pareciera, más bien, ser el preludio de una hecatombe mucho mayor de las que hubo en el pasado.
Todo este sombrío panorama, sin embargo, no ha impedido que se produzca un despertar globalizado de la conciencian de mucha gente en todo el orbe, animándola a emprender una lucha, heterogénea y un tanto desigual, pero urgente contra los grandes centros de poder mundial porque en ella está implícito el futuro de la humanidad misma. Este despertar preocupa enormemente a estos grandes centros de poder mundial y les obliga a trazarse estrategias que resguarden sus intereses, incluyendo la opción militar.
En el caso del hemisferio latinoamericano, esta lucha heterogénea se manifiesta antiimperialista, según lo define James Petras, “por los efectos que este tiene sobre nuestra vida aquí, nuestro empleo, nuestra salud, nuestra educación y directamente vinculado con las exportaciones de capital y las subvenciones militares que hace el gobierno y esta forma de desarrollo, buscando una combinación de grandes movilizaciones con las luchas de los precarios, los desocupados y los maltratados en los hospitales”. Para el Presidente Hugo Chávez, “este siglo es el de la verdad para nosotros, en este siglo tendremos patria y la patria es la América Latino-caribeña; nuestra América. Es tiempo de pensar y de hacer, la batalla es hoy y no mañana, no perdamos tiempo, aprovechemos el tiempo. Nosotros estamos llamados a inventarla, a crearla libre, a liberarla definitivamente para bien de nuestros pueblos”. Bajo esta premisa, numerosos grupos y movimientos de todas las categorías se han dado
a la tarea de emprender un debate de altura en torno a cuáles son las perspectivas reales que tienen nuestros pueblos para deslastrarse del proceso de dominación neocolonialista incluido en la globalización capitalista.
Todo esto entraña enfrentar al imperialismo yanqui, como punta de lanza visible de ese proceso de dominación neocolonialista, desde una óptica totalmente novedosa, sin acudir a los viejos clichés de la izquierda tradicional que, si bien es cierto, integran un aporte importante, no son determinantes a la hora de confrontar el momento crucial; lo que nos lleva a plantear su superación, algo que nos entronca con aquella exigencia de “inventamos o erramos” del Maestro Simón Rodríguez. Esto nos impele a comprender, por ejemplo, que la desigualdad en todo nuestro Continente aborda dimensiones sociales, políticas, históricas, culturales y éticas, que van más allá del enfoque tradicional y entender que esta desigualdad se originó en el largo plazo a través de identidades y categorías tales como raza, género, región y clase. Los que nos plantea una revisión exhaustiva de lo que ha sido la historia de las luchas populares en toda América Latina y nos conduce a echar mano a la utopía como una manera de reinventar la realidad en que nos desenvolvemos cotidianamente y que es necesario transformar, si se quiere acceder a un estadio superior de organización. Es así que la posibilidad de la utopía, como nunca antes en la historia, se muestra tan cercana y conlleva a asumir un reto de imaginación y sustitución de valores, tanto en la forma de pensar como de actuar de nuestros pueblos, lo que supondrá su emancipación definitiva.-
*Miembro de la Dirección Ejecutiva Estadal del Movimiento por la Democracia Directa (MDD) en el Estado Portuguesa.
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
HOMAR GARCÉS
¡¡¡Rebelde y Revolucionario por siempre!!!