El agua dulce también está en los planes de los privatizadores y hoy se libra una batalla silenciosa, imperceptible.
La tierra tiene hoy 9 mil kilómetros cúbicos de agua dulce, de los cuales se usan 5 mil 200 kilómetros cúbicos. El 10% de ese volumen cubre las necesidades domésticas, 65% se gasta en agricultura y 26% en la industria.
De acuerdo con el nivel de vida es el consumo del agua. Veamos: un estadounidense consume 700 litros diarios; un europeo 200; y un haitiano 20.
Existe ya una propuesta neoliberal para apoderarse del agua, considerándola, de manera aberrante, como un recurso "similar al petróleo" y no como un bien común para manejarlo "por las leyes de la libre competencia".
La cantidad de agua disponible se reduce de acuerdo a la cantidad de habitantes, así: 17 mil metros cúbicos por habitante en 1950, 6 mil metros cúbicos en la actualidad y 4.800 metros cúbicos en 2025, con 9 mil millones de habitantes.
"The World Resources Institute" dice que a partir del umbral de 1.700 metros cúbicos se presentan las penurias hasta el extremo de que se puede hablar de un "estrés hídrico".
En su ensayo "Neoliberalismo y agua", de la Revista Taller, del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales CEIS, Renán Vega Cantor advierte que la diferenciación en el acceso al agua "profundiza la diferencia en clases sociales típica del capitalismo, puesto que se genera una coincidencia plena entre riqueza y disfrute del agua, y entre pobreza y carencia de agua".
En La Haya, Holanda, en una conferencia sobre el agua, ya se expuso abiertamente que el objetivo es "convertir el agua en business" (negocio) y ya no se discute sobre la privatización del recurso, sino la forma de llevarla a cabo.
El agua potable es un recurso consumido de una manera desigual. Mil quinientos millones de personas no tienen ninguna forma de acceso al agua potable, y esa cantidad puede duplicarse en veinte años, si esa tendencia continúa.
Lo peor es que si no se hace nada por impedirlo, las leyes implacables de la mercantilización impondrán el principio criminal de que el agua es más una comodidad que un recurso sometido a derechos.
"...si el mercado debe determinar la asignación del agua eso va a agravar todavía más su distribución, porque solamente la podrán comprar aquellos que tengan dinero suficiente para hacerlo" (Vega Cantor).
El Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimenticias de Estados Unidos también ha sugerido "olvidarnos de la idea de que el agua es un bien libre".
Otra falacia neoliberal que intentarán implantar es que los conflictos por la falta de agua se deben a la "escasez natural", y que es necesario aumentar su precio para conducir a las personas a usar solamente la que necesiten y que eso sólo es posible "transfiriendo el manejo del agua al sector privado".
La sed de millones de pobres será otra fuente de ganancias para el capitalismo salvaje, que sostiene a través de sus ideólogos diseminados en periódicos, revistas y editoriales de todo el mundo, que "los recursos se agotan porque son bienes colectivos".
Existe ya una propuesta para privatizar el mar, "como una torta entre capitalistas del mundo".
Pero también circula "El Manifiesto del Agua", donde se hace un llamado para conseguir un Convenio Mundial del Agua, para preservar un bien esencial al que todo el mundo tiene derecho y llama a la movilización contra esta nueva arremetida neoliberal.
De no asumirse esta posición, buena parte de la humanidad pronto estará ante la privatización del aire que respira.
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