Al cumplirse un nuevo aniversario de la gesta revolucionaria que se emprendiera el 4 de febrero de 1992, es necesario destacar los motivos que impulsaron a hombres y mujeres, civiles y militares, a tomar las armas y pretender un cambio sustancial y permanente en las estructuras políticas, económicas y sociales que regían entonces a Venezuela. Quizás quede a la deriva alguno, pero lo que no se puede negar es que las condiciones estaban dadas para procurar una situación revolucionaria que diera al traste con el dominio antisocial e inmoral que el binomio AD-COPEI, junto con FEDECÁMARAS, CTV, las jerarquías eclesiástica y militar, y los grandes medios de comunicación habían impuesto a la mayoría del país, con el beneplácito de los gobiernos de Estados Unidos.
Aunque parezca simplista, nuestra nación había desembocado en una realidad caracterizada por el pillaje de la clase gobernante, su inmoralidad en el ejercicio del poder, lo mismo que la impunidad exhibida frente a hechos comprobados de corrupción administrativa, en un círculo de complicidades difícil de romper, dado el control que se tenía sobre los órganos de los poderes legislativos y judiciales. En fin, estábamos inmersos en un ambiente que le hacía creer a todos los venezolanos que vivían un paraíso democrático en medio de las dictaduras consuetudinarias que marcaban al resto de América Latina. Todo esto tenía un efectivo amortiguador de las protestas populares en las divisas generadas por la explotación petrolera, pero que beneficiaban principalmente a quienes constituían la minoría ubicada en las alturas del poder. Mientras, el pueblo padecía su desgracia, rumiando en silencio su impotencia y su cólera ante las injusticias cometidas diariamente.
Sin embargo, este sombrío panorama pronto comenzaría a derrumbarse; en primer lugar, por la persistencia en la lucha social y subversiva de algunos revolucionarios, militantes de organizaciones como el PRV-RUPTURA, y militares agrupados en el ERB (Ejército Revolucionario Bolivariano), ARMA (Alianza Revolucionaria de Militares Activos) y, finalmente, en el MBR-200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario 200); los cuales conjugaron esfuerzos para derrocar el sistema representativo impuesto y encaminar al país por los senderos de la revolución. En esta conjugación de esfuerzos cívico-militares hubo una identidad ideológica absoluta con el legado de Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez, sin desconocer lo aportado a la revolución mundial por Marx, Lenin, Proudhom, Trostky o Martí. En resumen, se partía de la historia y de la realidad nacional para propulsar los cambios estructurales requeridos por nuestra nación. Luego, la rebelión social provocada por el paquete de medidas económicas
neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI), aplicadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, y la desmedida y sangrienta represión ejecutada; aceleró la planificación de las acciones insurreccionales. Los dos años siguientes fueron de febril actividad, de prolongadas discusiones políticas e ideológicas y de contactos con civiles y militares dispuestos a sumarse al golpe de Estado en perspectiva.
Transcurrido el tiempo, la vigencia del 4 de febrero se mantiene incólume. Todavía existen profundas diferencias en el plano económico, aunque se promueva la solidaridad de las clases excluidas a través del cooperativismo y se legisla para evitar que éstas continúen. La voracidad adeco-copeyana se trasladó, sin muchos traumas, a algunos de los actores de la nueva clase política que surgió a la sombra del Presidente Chávez, apenas distinguiéndose de sus antecesores. El país que se vislumbró en aquellas discusiones celebradas en la clandestinidad por revolucionarios civiles y militares afronta serios tropiezos que han de eliminarse mediante una toma de conciencia más activa por parte de las amplias mayorías, como asimismo por su adecuada formación ideológica y organización; gracias a lo cual se accedería a un nivel de organización social, política y económica basadas en los postulados y el ejercicio de la democracia participativa.
Sólo derrotando al reformismo presente en algunas organizaciones partidistas y sociales chavistas, a través de contundentes acciones revolucionarias de las masas, se podría preparar el terreno para una genuina democracia participativa y adelantar la conquista de los diez objetivos estratégicos delineados por el Presidente Chávez en su propuesta del Salto Adelante. Ello reivindicaría el atrevimiento y el sacrificio de quienes, soñadores de una sociedad de nuevo tipo, encarnaron el espíritu de rebelión de nuestra Venezuela el 4 de febrero en perfecta sincronización con las diversas luchas revolucionarias que tuvieron lugar en el pasado.-
*Miembro de la Dirección Ejecutiva Estadal del Movimiento por la Democracia Directa (MDD) en el Estado Portuguesa.