Escalio Político

La moral de tartufo i el pueblo más valiente i bello del mundo

La hipocresía es el colmo

 de todas las maldades”

 Moliére

“La hipocresía es el vicio de moda,

y los vicios de moda han pasado siempre

 por virtudes”

Moliére

 No sé cuantas personas adultas i convencidas de poseer cultura, en nuestro país i en la fauna política  especialmente –no olvidemos que según la paideia griega o en Aristóteles, somos el zoom politikon− hayan leído el TARTUFO de Juan Bautista Poquelín (París, 1622-1673,idem), cognomento artístico-literario  Moliére (perdonen usar el acento agudo en vez del grave, por problemas de la computadora) i menos todavía, saber cuántos leyeron en estas importantes páginas de APORREA, mi escrito sobre LA HONESTIDAD, celebrado por algunos amigos lectores que me escribieron al respecto. Sin embargo, como me he de referir a una obra teatral vigente en todos los tiempos, i sin escenarios especiales (el autor no describe ninguno) i en los teatros en que se presenta escogen unos ambientes del siglo XVII, en París, aunque pueden variar sin afectar en nada su presentación. Precisamente Moliére, cuyos esfuerzos por alcanzar la altura literaria en dramaturgia de Corneill i Racine le costó años de sacrificio i nunca alcanzó igual fama, fue porque pese a ser un burgués medio pudiente, educado en instituciones religiosas (Russell decía que no habían nada mejor que enseñarle cristianismo a un hombre inteligente para formar un librepensador) fue adversado por la Aristocracia (pese a las consideraciones de Luis XIV el Rey Sol, que le bautizó un hijo que murió a temprana edad) i sobre todo por la Iglesia Católica, a punto de oponerse a que lo enterraran al morir, en tierra santa (un cementerio) i aun con el apoyo del rei, lo hicieron de noche i sin ceremonia alguna. Este dramaturgo que no tuvo éxito en la tragedia, lo tuvo i mucho en la comedia o el drama, i muchas obras casi picarescas, entre elles el Tartufo que, luego de algunas representaciones en Versalles, prohibieran la presentación por presiones de la corte i de la iglesia. Tartufo es un fingidor excepcional, un hipócrita lleno de maldad como nadie i fingía ser un devoto hombre religioso capaz de aconsejar verdades i bondades. Espero que muchos lo hayan leído, porque de lo contrario sería extenso el referirme a esa obra, que muchos hombres en todos los siglos transcurridos desde entonces, repiten sus hipocresías i maldades. Siempre de moda. E igualmente, leído también lo que expuse respecto a la Honestidad i a los conceptos del médico argentino José Ingeniero, aunque originario de Italia, lo que olvidé decir. Por eso he puesto de comienzo dos pensamientos del autor francés, i he de volver a la moralidad de los tartufos locales, citando a José Ingenieros.

 Recuerdo entonces que tuve necesidad de distinguir entre la honestidad como virtud originaria, o la honestidad como fingimiento, por lo cual Ingeniero dijo que podía ser también una imitación. Entonces en el Capítulo III del HOMBRE MEDIOCRE, al hablar de los Valores Morales, se siente obligado a hablar de la Moral de Tartufo. Define a su juicio la hipocresía, como “el arte de amordazar la dignidad”  i expuse que la dignidad i la personalidad son inherentes a la honestidad como un valor moral o ético. Para este autor  −Ingenieros− el hipócrita, de los que abundan en nuestra política i especialmente en la oposición apátrida, son “audaces en la traición y tímidos en la lealtad” coincidiendo con lo que hemos visto en muchos que empezaron al lado de la revolución entendido como simple cambio de gobierno, i al ser tímidos en la lealtad, i fáciles para la traición, hicieron eso que hemos llamado eufemísticamente como “salto de talanquera” cuando se trata de una vulgar i rastrera traición por falta absoluta de ideales, acertando Víctor Hugo cuando expresó que “el hipócrita es el espantoso hermafrodita del mal”.

 Los hipócritas, saltadores de talanqueras, asomados políticos sin mérito alguno, cuadrúpedos de la vida social, o entre las mujeres como una que se cree por lo menos,  segunda dama del Imperio del Norte, hablan mintiendo con fingida devoción por el pueblo o por sus ideas morales de factura religiosa (falsa de toda falsedad) porque al pensar de otro grande, Goethe, “a cuántos una falsa piedad le sirve de máscara”.  Tartufo estuvo a punto no solamente de destruir todo un hogar, sino evitar un matrimonio sano i legal, poner al dueño a la casa con cuernos como los de un presidente francés del momento, que, además de esos adornos cervicales, demuestra que es traidor i ladrón, frente a un enemigo por decreto, que antes fue cómplice comercial en su ascenso al poder. Para que el tartufo de siempre pueda proceder así, dice Ingenieros, no tiene fe en creencia alguna i a mi juicio, en ideología alguna, i concluye en que la hipocresía es más honda que la mentira, porque posiblemente la mentira es herramienta usada muchas veces i de distintos calibres pienso yo, pero la hipocresía es inherente una personalidad deshonesta, viciada i servil. Por eso esta frase extraordinaria en el argentino: “De siervos es mentir, de libres decir verdad”.  Por eso miremos a nuestro alrededor, observemos pueblo-pueblo de verdad, i sus puestas clases sociales “superiores” hasta llegar a la más elevada i corrupta (La Oligarquía del Dinero), i veremos que, con estos principios expuestos, el mundo al decir de Galeano está patas arriba, cuando no se piensa en la patria, en los ideales libertadores, en la soberanía i en los principios éticos. Por eso es que he visto en el pueblo, ya más instruido que ayer, sin embargo a partir del golpe de estado de abril de 2002, tomó conciencia del bien i el mal en la política, i cuando he visto repetidos los documentales o videos de ese ayer, concluyo como lo dije entonces i repetido otras veces:¡Qué bello i valiente es ese pueblo de Caracas!....porque lo que sucedió luego en otros sitios del país, recuperando la revolución pacífica i al presidente depuesto, fue siguiendo las palabras del Himno Nacional que ahora son para toda la América Latina: ¡Seguid el ejemplo que Caracas dio!

robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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