Han transcurrido meses desde su aprobación y, a esta altura de la alharaca nacional e internacional, todavía nadie ha muerto a causa de la ley de responsabilidad social en radio y televisión. Por el contrario, los músicos venezolanos y los productores independientes han salido del ostracismo al que estaban condenados y están listos para hacer letra viva los derechos que les otorga la nueva ley.
Al sol de hoy, los medios transmiten sus programas sin mayores problemas y algunos, al irse deslastrando de lo vulgar y chabacano, más bien han ido ganando la audiencia perdida en aventuras sin destino. Enhorabuena. Los usuarios, las escuelas de comunicación social y las iglesias ya propusieron nombres para su representación en la comisión de responsabilidad que pauta el instrumento jurídico, de conformidad con el principio constitucional de democracia participativa.
Si ha habido alguna baja en el cotarro mediático, no ha sido por culpa de la ley, sino por la de ese inflexible autócrata de la radio y televisión que es el rating. Me informan que la señora Colomina desaparece de la pantalla, pero la causa incontestable estaría en lo que el politólogo Pedro Carmona Estanga llamaría “vacío de audiencia”. Su programa era un dolor de cabeza para los ejecutivos de la planta, no por lo que dice sino por los bajos numeritos, pero la polarización, el golpe, el sabotaje petrolero, la guarimba y los paramilitares de El Hatillo le insuflaban oxígeno político por un tiempo. Superadas esas crisis, con la consecuente derrota de la extrema derecha, el programa se fue del subsuelo al corazón ígneo de la tierra. Por allá va.
Todo el llantén mediático nacional e internacional de que no podrían transmitir noticias en vivo, ni escenas violentas, ni telenovelas, se ha ido al baúl de la propaganda sin efecto y las mentiras. Igual chillaban que la ley los obligaría a pasar comiquitas todo el día. Tampoco ha sido así, aunque en los programas de opinión sigan poniendo la cómica con los mismos y aburridos invitados que hablan sin parar de una oposición inexistente, una unidad fantasmagórica y un acariciado gobierno post Chávez.
En Estados Unidos, sin que nuestros medios se hicieran eco como se lo hacen de todo lo que salga de allá, la Cámara de Representantes aprobó “hoy (16-02-05) por abrumadora mayoría un proyecto de ley que aumenta las multas a artistas y medios de comunicación que emitan programas indecentes”. La relación de los votos fue de 389 a favor de la ley contra 38. “El objetivo es obligar a los medios a depurar sus programas de material obsceno y proteger también así a las audiencias infantiles”. ¡Pura ley Resorte, pues, pero gringa!
Vaya platanazo radioeléctrico. Los dueños de la radio y TV venezolanos corrieron a Estados Unidos a denunciar la violación de la libertad de expresión con la Ley de Responsabilidad, para encontrarse en la tierra del tío Sam, no con un resorte, sino con uno de esos espirales que usan las gandolas. Las multas las subieron de 32 mil y 11 mil dólares a medio millón de águilas para empresas de medios y artistas o presentadores que violen las disposiciones legales
No hay, pues, bajas en el campo de batalla virtual que se inventaron con la ley de responsabilidad social. Los que pidieron asilo (o cacao) en los Estados Unidos se encontraron en el norte con un resorte más grande, inmenso. Y miren, allá sí que respetan las disposiciones legales. Igual en España, donde Zapatero le templó las orejas a lo que ellos llaman “televisión basura”. Aparte de la señora que nos descomponía y hacía insufribles las mañanas, víctima como ya dije del autócrata del rating y de la tiranía de la audiencia, nadie ha caído en lo que fue, mediáticamente hablando, una guerra de alta intensidad. No hay novedad en el frente.
periodista