En un verdadero affaire se ha convertido el caso referente al apresamiento y expulsión del país del periodista sueco Joaquín Pérez Becerra, director del portal web Anncol en el que denuncia los crímenes que en Colombia se cometen contra los sectores populares, sindicales, revolucionarios por los paramilitares y por el ejército; igual ha denunciado los ‘falsos positivos’, los crímenes y genocidios de Uribe y abrogado por los derechos humanos masivamente lesionados en la Hermana República.
Crítico implacable de los presidentes Uribe y Santos, éstos lo calificaron frecuentemente de ser miembro de las FARC y su representante en Europa y, cierta o no esa militancia, lo califican de terrorista para justificar su persecución. Con esos elementos montaron las siniestras fuerzas de la CIA, del Mossad israelí y del DAS colombiano una astuta y siniestra maniobra política contra el gobierno venezolano y en particular contra el presidente venezolano Hugo Chávez Frías, con varios objetivos y matar dos pájaros de un solo tiro.
El presidente Santos fue una de las piezas –clave, por supuesto– en toda esa torva maniobra, tuvo una actuación de primera línea pues fue quien “alertó” telefónicamente al presidente Chávez que “un peligroso terrorista” colombiano iba en camino a Venezuela en un vuelo procedente de Frankfurt, Alemania, que la no menos siniestra Interpol –la misma que avaló como cierta la computadora de Raúl Reyes de donde salió sapeado o delatado el propio Pérez Becerra– le fabricó sobre la marcha un código rojo prácticamente en pleno vuelo de Europa a América. Eso se evidencia cuando viajó de Estocolmo a Alemania. Allí ya estaba montada la operación. Si estaba requerido por la Interpol lo detienen al llegar de Suecia, pero es que al parecer Interpol también es parte de la maniobra.
¿Por qué el presidente Santos no llamó con días de anticipación a Chávez y le habló con claridad que Pérez no tiene nacionalidad colombiana sino sueca y está exiliado en ese país hace más de 20 años?
Porque el objetivo era otro, crear una crisis de gran envergadura entre las dos naciones, poniendo al presidente, en un momento particularmente complejo, en un grave dilema, le habían montado un peine a Chávez, ¿lo pisaría? Si entregaba a Pérez Becerra se le vendría encima una serie de sectores políticos de izquierda y grupos sociales –como en efecto ha ocurrido– que le recriminarían acremente su actitud que lesionaba los principios de la revolución y lo acusarían de traidor para abajo. Ya hay toda una matriz de opinión que ubica a Chávez no sólo como un traidor, entregado a Santos y a Lobo sino que hay un severo cuestionamiento a las políticas revolucionarias, baste leer la montaña de artículos comunicados, declaraciones anatematizando al presidente… y a la revolución.
Pero, ¿si no lo entregaba, qué pasaría?
Pérez, a quien se supone un hombre curtido por la lucha, sobreviviente de las masacres y el genocidio de los cinco mil militantes –la mayoría antiguos guerrilleros pacificados y reintegrados a la vida legal– de la Unión Patriótica asesinados por los gobiernos de la siempre criminal oligarquía colombiana, asilado en Suecia para salvar la vida 20 años atrás, –ciudadano sueco por lo demás– no detectó ni por un momento que le tenían montado un peine y que su vida corría grave peligro en ese viaje. Las elementales medidas de seguridad que debe tener todo revolucionario al parecer no funcionaron, estaba excesivamente confiado ¿Sus compañeros profesionales y políticos de Venezuela tampoco maliciaron nada o algunos no son tan compañeros y le tendieron una trampa al invitarlo a venir?
¿Estaba entre sus allegados algún espía del DAS infiltrado que reveló a los cuerpos de seguridad que operan en Europa, sobre los pasos que daría y fue aprovechada esa circunstancia para darle un golpe a Venezuela?
Un periódico de la CIA en Venezuela, dirigido por agentes de ese cuerpo, Poleo padre e hija desde los Estados Unidos, tituló el lunes que Venezuela cambiaría a Pérez por el narcotraficante y asesino, Makled, ¿por qué? Eso formaba parte de la maniobra y ese asqueroso medio era parte del complot, su venenoso titular, intrigante, infame, apuntaba en crear un conflicto entre las dos naciones.
El gobierno de Venezuela tiene todas sus energías puestas en la estrategia del 5 de julio de donde saldrá una instancia –la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC)– netamente latinoamericana, sin la presencia de los Estados Unidos del Norte y de Canadá. Esa es una política de muy alto vuelo que lesiona los intereses imperiales en el mediano y largo plazo, sabotearla es un objetivo primordial del imperio porque al nacer la nueva institución, la OEA comenzará a morir, ese es su sino ineluctable. La posibilidad imperial de sabotear el nacimiento de la nueva organización fue prevista y el affaire Pérez Becerra se inserta en ese objetivo táctico. En Venezuela se estaba realizando un encuentro de Ministros de Relaciones Exteriores preparando la instalación de la Cumbre.
Por supuesto la ira de los grupos de izquierda y movimientos sociales no valoraron, al juzgar el hecho de la deportación, esa importante maniobra. A más de uno se le fue la mano en sus señalamientos de traición, de violación masiva de los derechos humanos por parte del gobierno y otros calificativos, todos de un tono mayor sorprendentes. Compartimos la angustia y la preocupación del movimiento revolucionario por el grave hecho ocurrido que lesiona derechos fundamentales y recuerda trágicos sucesos del pasado, pero no debemos dejarnos arrastrar por la ira. Hay que mantener la cabeza fría y el corazón ardiente, como decía un revolucionario ruso de la época de la revolución, para no dejarse arrastrar por la impotencia y cometer errores políticos como pienso está ocurriendo. Ya voceros de la izquierda cuestionan la pertinencia de la construcción del Polo Patriótico, otros quemaron las imágenes de Izarra y Maduro, poco faltó para que quemasen la de Chávez.
Pero no es solamente eso. Está la larguísima extradición desde Colombia a Venezuela del capo Makled, al que sectores del gobierno norteamericano se oponen a que venga y también de la narco oligarquía colombiana. Evidentemente que de no entregar a Pérez Becerra, Chávez se exponía a que Makled no sería extraditado o, en todo caso, sería enviado a los Estados Unidos donde negociarían su juicio. Lo más grave, volverían los vientos de guerra que ya se vivieron con el genocida Uribe –cuya mano se puede presumir está detrás de todo esto– y si para algo está ganado Chávez es para la paz, alejar al máximo los fantasmas de la guerra, de una absurda confrontación militar entre dos naciones hermanas, precisamente a eso es que está apostando el imperialismo yanqui.
Imaginemos la campaña nacional e internacional señalando que Chávez protege a los guerrilleros de las FARC. Todo un cuadro de agresiones y mentiras con la intención de debilitar al gobierno, los voceros norteamericanos dando diariamente declaraciones de prensa contra el gobierno y los diputados de la extrema derecha yanqui abogando porque se califique a Venezuela de Estado forajido y unas cuantas acusaciones más. Objetivos: que se caiga la nueva organización latinoamericana. Guerra mediática internacional para agredir a Venezuela militarmente, dixo caso de Libia.
Santos jugó sucio, le jugó sucio al presidente Chávez y a Venezuela, la suya fue una uribada, de eso no hay dudas; esa es una enseñanza que hay que sacar de todo este triste capítulo, porque no es ni el primero ni será el último. La oligarquía colombiana juega con cartas marcadas, Santos es un demagogo que dirige un narco Estado terrorista. La extremadamente grave crisis colombiana –crisis en todos los sentidos: económico, político, moral…– está en un estado agudo y precisa de Venezuela, entre otras para reflotar su debilitada economía, reconquistar los 7 mil millones de dólares del comercio binacional que Uribe hizo perder y los miles de millones de dólares de las remesas que envían los colombianos a su país mensualmente.
Por supuesto hay que analizar en frío todo este episodio, los posibles errores cometidos por el ministro Izarra y el gobierno, el apresuramiento en la decisión, el no investigar más ni aceptar como válidas las dudosas informaciones proporcionadas al gobierno venezolano por el gobierno colombiano –¿el DAS, el Ministerio de Relaciones Exteriores? que además de calificar a Pérez Becerra de terrorista y miembro de las FARC, mintió con lo del Código Rojo de Interpol, este o no existía o lo fabricaron sobre la marcha. La actitud venezolana de desechar los papeles legales de Pérez como ciudadano sueco y aislarlo en la cárcel política, maltratarlo incluso en el trato dado por efectivos de la GN que lo retuvieron en Maiquetía, no permitirle visita del cónsul de Suecia ni de un abogado. Se le violaron derechos.
Por supuesto que la lucha por la excarcelación de Joaquín Pérez Becerra debe ser una bandera del movimiento popular y revolucionario venezolano y continental. A la acusación de terrorista que le hace el gobierno represivo de Santos, hay que oponer la de defensor de los derechos humanos, la de valiente periodista defensor de la verdad y el derecho de opinión, la de revolucionario consecuente que defiende sus ideas y convicciones. El gobierno colombiano es un cazador de brujas, persigue las ideas, el libre pensamiento, el deseo de hombres como Joaquín Pérez de alcanzar una Colombia libre, soberana, sin perseguidos, sin crímenes horrendos ni falsos positivos como lo es el propio Pérez Becerra.
(humbertocaracola@gmail.com)
(Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios MoMAC)
(Revista alternativa Caracola)