Por fin. El titular del Minci anunció el jueves que el Gobierno ha dicho “basta” frente a la prensa internacional y que de ahora en adelante se propone llevar a cabo “la contraofensiva de las ideas”, para hacer frente a la tremebunda campaña desatada, que busca sentar las bases para una ulterior intervención norteamericana en este suelo.
Eso es lo que se ha debido hacer desde hace tiempo. No dudamos de las buenas intenciones, de las capacidades y competencias ajenas, pero hace rato Venezuela debía haber dejado de lado las actitudes defensivas que han caracterizado su proceder, en lo que respecta a enfrentar la agresión mediática.
Esta semana Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, advirtió que estamos ante una “nueva ofensiva verbal que confirma la voluntad estadounidense de hostigar a Chávez”. Dice el periodista que los sucesivos logros electorales así como la proyección internacional alcanzada por el Presidente son razones para que los halcones de Washington acentúen sus presiones.
“Aún no han colocado a Venezuela entre los seis bastiones de la tiranía mundial pero ya encabeza la lista de espera. Y aunque todavía no se atreven a usar contra Caracas el habitual argumento de poseer armas de destrucción masiva, ya vemos cómo están tratando de convertir, mediante una ofensiva de propaganda mediática, un lote de armas ligeras, como un peligro para la seguridad del hemisferio”. Más adelante dice Ramonet: “hay que temer que la próxima etapa sea el crimen de Estado, el asesinato de Hugo Chávez”.
En un extraordinario trabajo titulado “Televisión, interacciones sociales y poder”, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Fernando Cembranos Díaz, presenta un enjundioso estudio sobre el influjo alienante que tiene la TV sobre sus audiencias y cómo ésta aniquila, mediante el uso reiterado e intencional de métodos psicológicos, cualquier intento de pensamiento independiente.
La televisión, según Cembranos, “homogeiniza las cabezas y suprime la sociodiversidad, al seleccionar la pantalla un trozo muy pequeño de la realidad y repartirlo a todos los cerebros por igual. Dejan de ser conocidas las realidades que no han sido seleccionadas, sin que por otra parte se echen de menos. Al no aparecer otras realidades en las pantallas y ser estas últimas el principal referente, lo lógico es pensar que no existan”.
La oposición venezolana, fracasados sus intentos en lo político, en lo militar, en lo financiero y en lo económico, tiene todavía dos poderosos bastiones: la televisión y el apoyo norteamericano. Los “colaboracionistas” criollos, esos traidores capaces de venderle el alma de su madre al diablo con tal de salir de Chávez, saben que esas dos herramientas no son en absoluto despreciables y están apelando a ellas como último recurso:
intentan convencer al mundo de que somos un peligro y el eco retumba en el norte con enorme repercusión. La contraofensiva de las ideas que ha anunciado el ministro Izarra es una necesidad que tiene que darse en otros estadios y por otros medios, multiplicados por miles, capaces de pasar adelante en esta campaña que amenaza nuestro destino.
Esa es la gran batalla.
Periodista / MSc. en Ciencia Política