Muchos camaradas han hecho observaciones acerca del modo de cómo me dirijo a ti, Presidente Hugo. Aseguran que debo ocuparme más de la oposición y menos de la tortilla (vuelta y vuelta) de tu lamentable entorno; agregan, los más incrédulos, sobre la inminencia de una guerra de ratas disputándose y subastando los tesoros de la Patria; y otros, impúdicos y fusilables, me invitan a “considerar” la gracia y claridad de esta prosa, al servicio de un tercer candidato, nefasto para tu reelección, estadísticamente demostrable; y por favor, olvídate de Jesse. Encomiéndale, por ejemplo, la inspección de los servicios de Miraflores o probar antes de ti, algún alimento sospechoso.
En verdad confieso mi renuencia en ocuparme de la oposición. Según la falaz modernidad, oposición es una posición cuyo interés parte de la certeza o intención de hacer mejor las cosas, de asumir con mayor eficacia y eficiencia el ejercicio de lo público mediante la política. En el marco de la racionalidad capitalista eso es imposible, en lugar de oposición está la “alternativa” de los mismos, es decir, quienes simulan distinciones en nombre de la democracia para la hegemonía de la burguesía. Yo preferiría la muerte, antes de disertar sobre matices entre adecos y copeyanos. El escuálido de hoy es un adecop; el colonizado robocop sin memoria, sin tierra, sin gentilicio…, un Ciudad Banesco, un Ciudad Tamanaco, el obsolescente del mercado con ínfulas de gente inteligente.
Si las contradicciones e intereses son insoportables en una microrrealidad, si las pasiones protervas de la envidia y la zancadilla acechan con besos y remilgos, si el chismecidio y la calumnia en una familia o en un lugar de trabajo agotan y amargan…, de veras que pienso en ti, Presidente Hugo; lidiando con los menos revolucionarios entre tantos factores de poder y con un “adversario” que como el imperio, te tiene la muerte jurada. Un choro de Macaracuay, refiriéndose a lo que en Aporrea escribo, me dijo: “Tírale, pero dale fuerza”.
“¿Tírale, pero dale fuerza?” ¿Con qué te doy fuerza si el 21 de Noviembre te ofuscaste con los radicales?, ¿Con qué te doy fuerza si por Joaquín casi proclamas un socialismo sin izquierda? Piensa y piensa, mientras mis camaradas y el recuerdo del choro, recalcan: “Esta frase no va”, “esto se puede tergiversar”, “tírale, pero dale fuerza”. Bueno, me dije, puede que en Maquiavelo crea.
De mi lectura de El príncipe, Presidente Hugo, deseo te convengan las siguientes observaciones:
“… en el principio de la enfermedad ésta es fácil de curar y difícil de diagnosticar, pero si pasa el tiempo, no habiéndola ni diagnosticado ni medicado, aparece como fácil de diagnosticar, pero difícil de curar. Algo parecido sucede con las cosas del Estado”.
“… no se debe nunca dejar nacer un desorden para evitar una guerra; porque ésta no se evita sino que se difiere con desventaja propia”.
“… Los actos de rigor se deben hacer todos juntos, a fin de que habiendo menos distancia entre ellos, ofendan menos”.
“Ofreciendo David a Saúl ir a pelear con Goliat, provocador filisteo, Saúl, para darle alientos, lo armó con sus propias armas: David, después de habérselas puesto, las rehusó, diciendo que con ellas no podía valerse bien por sí mismo, y que prefería acometer el enemigo con su honda y su cuchillo. En fin, las armaduras de los demás, o se te caen de los hombros, o te pesan, o te aprietan demasiado”.
“… la poca prudencia de los hombres les lleva a aceptar una cosa que, por tener apariencia de bien, hacen que no se acuerden del veneno que oculta… Por lo tanto, aquel que no descubre los males cuando nacen, no es verdaderamente sabio”.
“Hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que el que deja el estudio de lo que hace para estudiar lo que se debería hacer, aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella: porque un hombre que en todas las cosas quiera hacer profesión de bueno, entre tantos que no lo son, no puede llegar más que al desastre”.
“… no tema incurrir en la infamia de aquellos vicios sin los cuales difícilmente puede salvar el Estado; porque, si se pesa bien todo, se encontrará que algunas cosas que parecen virtudes, si las observa, serán su ruina, y que otras que parecen vicios, siguiéndolas, le proporcionarán su seguridad y bienestar”.
“… de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias; mientras les haces bien, te son enteramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos, cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece, se rebelan”.
“… hay dos maneras de combatir: una con las leyes, y otra con la fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda lo es de los animales; pero como muchas veces la primera no basta, conviene recurrir a la segunda… Un príncipe necesita saber usar una y otra naturaleza… Saber obrar competentemente según la naturaleza de los animales, debe entre ellos imitar a la zorra y al león a un tiempo: porque el león no se defiende de las trampas, la zorra no se defiende de los lobos. Es necesario, pues, ser zorra para conocer las trampas, y león para destrozar a los lobos. Los que sólo toman por modelo al león, no entienden sus intereses… Nunca le faltan a un príncipe, razones legítimas para cohonestar la inobservancia”.
“La primera conjetura que se hace sobre el talento de un príncipe es ver los hombres que tiene alrededor, cuando son suficientes y fieles, siempre se le puede considerar inteligente… ; pero cuando sean de otro modo, siempre se puede formar sobre él un juicio poco favorable: pues el primer error que comete, lo comete en esta elección”.
“No hay otro modo de guardarse de la adulación que hacer comprender a los hombres que no te ofenden cuando te dicen la verdad, pero cuando todos pueden decirte la verdad, te faltan el respeto”.
“… si la fortuna varía y los hombres permanecen obstinados en su modo natural de obrar, son felices mientras aquella y éste concuerden, e infelices si no concuerdan”.
Cualquier parecido con la realidad es de mi más absoluta intención. Aunque no acostumbro diluirme en la palabra pueblo pues su condición es resultante de un sempiterno despojo, como ciudadano te pido coherencia con el discurso de la obediencia, si en verdad eres un sentimiento, Hugo.