Chávez, el momento histórico y el derecho a la crítica

Los managers de tribuna tienen un gran problema con Chávez. Cuando el manager de verdad –el que está en la cueva, manda y además tiene que responder por sus decisiones- pierde el juego o le hacen carreras, las estrategias de estos managers de comiquita eventualmente suenan doctas y hasta juiciosas. Lo duro es descalificarle la estrategia a un manager que ha ganado casi todos los juegos desde hace once años. Con un equipo que gana, la crítica que no construye sólo tiene un destino: el ridículo. ¡Hay gente que ha perdido este valioso sentido! Tal parece que es el primero en perderse.

Percibirlos día tras día señalando errores y emitiendo solemnes sentencias sin haber dirigido jamás ni un equipito de colegio da pena. Verlos desgañitarse intentando señalar lo bien que le iría al equipo grande si lo dirigieran ellos los hace ver feo. Dan –por lo menos- mala impresión

Ahora, casi que consagrarse a este bombardeo de excremento en momentos en que el equipo de verdad -no el de Pentium, ni el de micrófono, ni el de comiquita- está jugando el juego del siglo y enfrente tiene un poderoso equipo, además de mala impresión, causa distracciones imperdonables. Parecieran ligar al contrario para luego gritar: ¡yo lo decía…yo lo decía…!

En momentos en los cuales -en términos de estrategia revolucionaria real- la inmensa maquinaria del imperio más poderoso de la historia pone toda la carne en el asador para extirpar el proceso revolucionario venezolano y llevarse en los cachos miles de vidas y sueños haciendo uso de todas las combinaciones posibles de sus macabros libretos, ser causa de distracción es, al menos, tener alguna responsabilidad en las dolorosas consecuencias que tendría para todos la destrucción del proceso. No apelaré a la historia. En general todos conocemos lo que ha pasado. Ahí están reclamando atención los muertos y desaparecidos chilenos, guatemaltecos, dominicanos, haitianos, argentinos y uruguayos, entre tantos otros.

Mientras que en muchos casos se coincide -curiosamente- con el aparato desinformador o con los “valientes” saltadores de talanquera en el señalamiento de cuanta verruga tenga en el rostro la revolución de TODAS y TODOS, el pueblo, ese pueblo sufrido y dueño de su proceso liberador que despertó con Chávez y en Chávez confía, está en nuestros barrios organizando grupos y echándole esféricas a la Gran Misión Vivienda Venezuela o movilizado para desalentar las agresiones del imperio a PDVSA. Mientras algunos se dedican al juego del “libre disentimiento”, el enemigo nos está latiendo en la cueva. Hace apenas unos días paracos y latifundistas asesinaban otros campesinos en Barinas para engrosar la lista de centenares de ellas y ellos sin respuesta. No está el pueblo para elucubraciones exquisitas ni en nuestros barrios, ni en nuestras fábricas, ni en nuestros campos inundados.

Mientras se nos pretende aplicar la fórmula Nicaragua-Violeta Chamorro para hundir al país en un clima de terror y violencia que presente como alternativa a la inseguridad y el horror: una paz sin Chávez; mientras se adelanta un ataque aún más feroz contra la imagen del Comandante en Jefe de esta revolución, con el objeto de erosionarla y demolerla; mientras desde adentro del proceso, burócratas y corruptos hacen zozobrar misiones y planes; mientras todo esto ocurre, la misión ineludible de todo patriota que lo sea, es meterle el hombro al proceso y jugar cuadro cerrado con el Comandante ¿Cómo? Empujando todos hacia el mismo lado con pasión, con orden y concierto, con sinergia, con voluntad férrea, estando con el ojo pelao, animando al pueblo, combatiendo las campañas propagandísticas, contribuyendo con palabras y acciones a la esperanza del pueblo, olvidando objetivos y escrúpulos personales por muy justificados que estos sean, ofreciendo lo mejor de nosotros mismos, domeñando las vanidades, quitándose de la mente galones, reales o supuestos, sacrificándose por la Patria, cuidando la -aún en pañales- construcción de una Patria Grande unida y nuestra.

Esa es la tarea de toda revolucionaria y revolucionario. La tarea no puede ser arrojar dudas sobre la sapiencia ampliamente demostrada del líder. No puede serlo, así nos tengamos que tragar el orgullo y algún que otro escrúpulo de María Gargajos (ojo, así decía mi abuelita esa vieja camarada con apenas tercer grado).

¡CON CHÁVEZ RESTEAOS!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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