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No fue una movilización más.
Varios compañeros insisten en calificarla como un hito, un
acontecimiento que marca un antes y un después. La discusión se detiene
poco en el asunto de la cantidad de participantes: predomina la certeza
de que nunca una convocatoria unitaria del movimiento popular sumó tanta
gente. Fue plural y diversa en serio, más allá de toda retórica. Allí
estuvieron presentes movimientos nacionales y pequeños grupos. No se
habla de masa, a secas, al viejo estilo, sino de masa crítica:
irreverencia y rebeldía, pero también disciplina. En otras palabras,
hubo cantidad, pero también cualificación. Un punto de quiebre. Sin
embargo, no hay asomo de triunfalismo. El balance de los compañeros se
caracteriza por su lucidez. Se realiza inventario de fortalezas, pero se
pasa revista de las debilidades, que abundan. En algunos frentes
persiste el estancamiento, concluyen. Pero en líneas generales, el
movimiento va en ascenso.
Imposible asimilar lo que ha
significado la movilización popular del 7 de junio si no se le inscribe
en una tendencia más general, que comprende el resurgimiento de la
beligerancia y la deliberación crítica, la impugnación de la lógica del
partido/maquinaria (incluyendo el amplio debate sobre las Líneas
Estratégicas) y la incipiente rearticulación del movimiento popular. No
pocas recientes escaramuzas,
en apariencia aisladas, tienen lugar en este cuadro general de luchas,
que no hay que perder de vista. No hay deliberación crítica, por
ejemplo, sin medidas arbitrarias o manifestaciones de intolerancia,
de la misma forma que no hay impugnación de la burocracia política sin
la reacción emponzoñada de la misma burocracia. Excesos y
arbitrariedades son el desenlace inevitable de la pelea que habrá que
seguir librando. Pongamos los pies sobre la tierra.
Eso es lo que
han hecho los movimientos el 7 de junio. Han salido a la calle, allí
donde se construye la política. Han coreado sus consignas, han planteado
sus demandas y han propuesto una agenda de luchas.
Se dirá que falta, que aún no es suficiente. Pero antes de
interrogarnos sobre el próximo paso, era necesario dar un paso en firme.
Ese paso se ha dado.
¿Qué viene ahora? La pregunta tiene que
quedar abierta. Tanto como es necesario que continúe y se profundice el
balance colectivo sobre el 7 de junio, hace falta esfuerzo colectivo, de
todos nosotros, los comunes, para decidir qué hacer (y qué no) en
adelante.
Al respecto, el balance parcial de Piki Figueroa, de Tiuna el fuerte, aporta algunas claves para saber por dónde hay que ir. Contaba Piki que cuando se le acercaban a los jóvenes de barrio, malandrizados y pendientes de revolucionarla,
que suelen acudir al núcleo endógeno cultural ubicado en El Valle,
Caracas, y los invitaban a una movilización en contra de la criminalización de las luchas populares, los chamos no sabían si la consigna iba en contra o a favor de ellos.
Pista:
lo que hoy se autorreconoce como movimiento popular debe proceder
exactamente al contrario de como lo ha hecho siempre la izquierda más
tradicional y conservadora: en lugar de largarse un discurso tedioso y
prepotente sobre el pueblo "ignorante", preguntarse qué lo moviliza.
Porque si algo está claro es que el enemigo es el mismo. En otras
palabras: ¿cómo convertir la agenda de luchas del movimiento popular en
una agenda popular de luchas?
"La desorganizacion convencional
del pueblo es la organización anónima que acecha", escribía el poeta
Carlos Angulo. Vayamos al encuentro de aquello que nos acecha.
reinaldo.iturriza@gmail.com