Hemos llegado, con el Retorno del Presidente Chávez, a los doscientos años del trascendental suceso cuando los representantes por las Provincias Unidas de Caracas, Barcelona, Cumaná, Barinas, Margarita, Mérida y Trujillo ante el Congreso Constituyente de la Confederación Americana de Venezuela en el Continente Meridional, resolvieron considerar en la “plena absoluta posesión de nuestros derechos…” que habíamos recobrado “… justa y legítimamente el 19 de abril de 1810…” declarar “…solemnemente al mundo y poniendo por testigo al Ser Supremo de la Justicia… que sus Provincias Unida son y deben ser..” desde aquel 5 de julio de 1811 “… de hecho y de derecho, Estados Libres, Soberanos e Independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de las que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos…” y realizar todos los “…actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes.” Así nació Venezuela, de un parto, en el ejercicio de la soberanía para ganarse la libertad con la independencia.
A propósito del Retorno del Presidente Chávez (de gran significado para las luchas populares) es bueno hacer algunas reflexiones sobre el 5 de julio de 1811 y su proyección hacia el momento actual en Venezuela y en Nuestra América. Este artículo sólo lo voy a enfocar en la dirección de la participación del pueblo venezolano en el proceso de la independencia, ya que esto es lo que cobra más vigencia, hoy como nunca, debido al proceso revolucionario bolivariano que hemos echado a andar con el liderazgo del Comandante Hugo Chávez.
Por circunstancias muy particulares que muchos estudiosos han expuestos en sus trabajos, es en Venezuela en donde se produce el proceso de independencia más radical y la guerra liberadora más cruenta del continente. Fuimos los primeros quienes nos declaramos formalmente independientes. Sin embargo, el pueblo (las grandes mayorías explotadas que integraban las odiosas categorías creadas por colonialismo: pardos, indios, negros, etc.) se opuso al principio a la independencia, y su incorporación activa, y tal vez en parte, a favor del proceso independentista se produce tardíamente, cuando ya habíamos pasado por enormes desgarraduras y sufrimientos infinitos. ¿El por qué de ese comportamiento del pueblo? Es una buena pregunta que nos puede conducir a unas invalorables reflexiones.
Cuando los criollos oligarcas caraqueños ejecutaron un limpio golpe de estado el 19 de abril de 1810 con la intención de desplazar del poder a los españoles peninsulares, lo hicieron con un proyecto que no se planteaba de ningún modo cambiar la realidad social en donde ellos detentaban el poder económico y la hegemonía. Por otro lado, las grandes mayorías del pueblo que sufrieron en carne propia los más de trescientos años del orden colonial, tenían aspiraciones, aunque confusas debido a sus circunstancias, más profundas en el orden socioeconómico hacia la justica social. Lo que conocemos por la oligarquía en lo económico estaba integrada por hacendados esclavistas y/o terratenientes explotadores de la mano de obra rural sometida en condiciones de servidumbre. Esta oligarquía controlaba la economía agropecuaria colonial y ya se había convertido, a pesar de las restricciones de las autoridades de la metrópoli, en piezas del engranaje del mercado capitalista mundial. Por esas razones necesitaba controlar también el poder político para imponerse totalmente como clase dominante, y así coronar victoriosa la vieja lucha por eliminar las limitaciones jurídicas impuestas por el Estado absolutista español y lograr la total libertad de comercio. Cuestión que se había resuelto en parte como consecuencia de la crisis española que estalló en 1808, pero que aún no satisfacía los intereses de estos criollos oligarcas.
El contexto histórico social de la revolución de la independencia fue muy complejo. Jugaron un papel muy importante los elementos ideológicos y políticos, pero las determinantes fueron las relaciones económicas, que por sus naturalezas, explican las causas de las pugnas entre las categorías y clases sociales que nunca cesaron en los trescientos años de coloniaje. Venezuela presentaba aproximadamente las siguientes contradicciones sociales: amos-esclavos, terratenientes-población sometida a relaciones de servidumbre, terratenientes-comerciantes prestamistas. Era un cuadro matizado por factores subjetivos como el racismo y las presiones étnicas. Ya en ocaso del régimen colonial eran frecuentes las rebeliones de los esclavos y partir de 1811 también la ocupación de las tierras, que fueron enfrentadas al principio tanto por patriotas como por realistas, pero que luego fueron estimuladas con fines políticos, y muchas veces con demagogia, por ambos bandos en contra de sus enemigos. Así, cabalgando sobre las aspiraciones populares emergió Boves en 1814, y Bolívar las comprendió y las canalizó a favor de la independencia a partir de 1816. Esas fueron las causas esenciales que movilizaban a las grandes masas populares hacia el combate, hacia la militancia en las banderas de la rebelión social. Con el liderazgo de Bolívar llegaron hasta el Alto Perú en una lucha que por razones estratégicas era continental. A tal efecto el profesor Brito Figueroa señaló:
“La guerra nacional de Independencia adquirió el carácter de una aguda y profunda lucha social de amos contra esclavos, terratenientes contra población rural enfeudada, y de lucha étnica definida por las pugnas igualmente violentas de negros, mulatos y zambos contra blancos. Este fue un fenómeno imponderable no previsto por las clases dominantes criollas, que aspiraban a romper los lazos de la dominación colonial pero también a mantener intacta la estructura económica que en el territorio venezolano expresaba el fundamento de este régimen”
E igualmente el profesor Vladimir Acosta expresa:
“La Primera República y la Declaración de la Independencia desatan, sin quererlo, y sin poder impedirlo, todas las terribles fuerzas y odios sociales represados dentro de la estratificada y represiva sociedad colonial”
Para asegurar sus propios intereses y el logro de sus objetivos de clase, la oligarquía caraqueña procede casi de inmediato, en diciembre del mismo año 1811, a elaborar y aprobar mediante el Congreso una constitución de corte liberal y federalista, inspirada en el pensamiento de la ilustración, particularmente de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Francia 1789) con la cual recoge la tesis del contractualismo. Esta presupone unas supuestas condiciones de igualdad de los contratantes, que el hombre posee una condición humana intrínseca, y, en consecuencia, unos derechos humanos naturales sobre los cuales se fundamenta el pacto político que daría lugar al nuevo estado. La constitución de 1811 fue hecha a la medida de la clase dirigente que tomó el control político. Recoge los principios de libertad, igualdad, seguridad. Como libertad se centra en el derecho a la libertad de propiedad, que en nuestro caso estaba concentrada en manos de la menoría oligárquica, y por seguridad la que permite mantener el orden establecido. Tempranamente Bolívar y Miranda se opusieron a esa constitución y la sometieron a crítica. Detrás de todo ese pensamiento liberal que se expresó en la constitución de 1811 se escondían implicaciones que aún hoy tienen sus efectos, que pasarían desapercibidas si no las desenmascaramos para romper con aquel pensamiento liberal burgués (que excluyó tempranamente a las grandes mayorías explotadas, y, en consecuencia, provocó su reacción devastadora) para avanzar hacia una democracia profunda, la de la inmensa mayoría de nuestro noble pueblo, donde los derechos humanos se definan desde una perspectiva socialista.
Hoy, cuando estamos ante el Retorno de Chávez, podemos asegurar que la Revolución Bolivariana es la culminación victoriosa, por parte del pueblo, de ese proceso que se inició en 1811. Es la misma lucha, son los mismos contendientes, pero ahora es el pueblo protagonizando quien tomó las riendas de su destino.