Nadie es profeta en su tierra… ¿Cuál tierra? ¿Su ciudad, su estado, su país o todo un continente que le entienda? Cómo se manejan las palabras i, acaso, platónicamente una expresión ¿tiene alguna rectitud con la cosa que significa? ¿Qué valor tiene el símbolo o la metáfora? ¿Cómo discurrir sobre hechos pasados, presentes o futuros armonizando sentido i significado, pero que esa conjunción de lo que representado, admita la metáfora i la poesía…o hasta cierta musicalidad? ¿No existen diferencias entre conferencias, ponencias, charlas, comentarios i discursos? Historia larga de contar. Claro que hai diferencias en estos modos de exposición de conocimientos, de ideas, de ciencia, de filosofía o de arte, para limitar sus modelos. Sin embargo adelanto mi concepto de lo que es un discurso, especialmente en ocasiones excepcionales, llamado Discurso de Orden: “es, a mi juicio, una pieza de oratoria, obra literaria fundamentalmente, donde la idea o el motivo flota como una joya del lenguaje, dentro de un esquema mui parecido a una sinfonía: un alegro, un adagio, un andante o minué, i concluye con un alegro, que emociona o estremece al auditorio”. Por eso, una motivación fue en mi juventud, el discurso del Dr. Jesús Enrique Lossada en la Reapertura de la Universidad del Zulia, lo que me llevó a estudiar los grandes discursos nuestros, aquí en el Zulia, como el de Manuel Dagnino en la fundación de la misma Universidad en 1891, el de Marcial Hernández en la instalación del II Congreso Venezolano de Ciencias Médicas, considerados por el intelectual i poeta zuliano Guillermo Ferrer como los tres más grandes, i opinando que el mío, en la celebración de año Bicentenario del Libertador, dedicado a el General Rafael Urdaneta i al Padre de la Patria i la gesta independentista, bajo el título de LA ARCILLA DE LOS HÉROES, constituía el cuarto de los grandes discursos en la historia del Zulia. Sobre este aspecto, volveré luego; sigo con el tema de fonemas i morfemas, todo desde una visión que se considera más allá de la gramática, en lo que se llama Filosofía del Lenguaje, como una de las tres grandes ramas de la filosofía contemporánea Es pues, una parte de la investigación filosófica del conocimiento conceptual, por lo cual el discurso literario, al lado de lo poético, literario, i emocional, lleva en el fondo como idea principal, los conceptos –forma i contenido de la conceptuación−. Por lo tanto advierte Jerrol Katz, es un campo distinto del de la filosofía lingüística descriptiva. Advertencia también para los fonemas en cuanto a las sutilezas i finos detalles de la pronunciación, porque aquí el estudio o atención recae en la fonémica o fonología, que se distingue de la fonética como estudio de los sonidos reales. Por eso, antes de entrar en lo que llamo le estructura semántica del discurso, no el discurso directo de la gramática, sino el literario, (i el Discurso de Orden es un texto literario) sino en los planos semióticos interdependientes, el de la expresión i el del contenido, en principios ambos, es lo valedero. Esto es lo que hace años, mi inolvidable profesor de literatura José Pascual Buxó, concuñado de mi querido maestro en filosofía Adolfo García Díaz, ambos mexicanos de extraordinario talento, trataba en su obra LA FIGURACIÓN DEL SENTIDO, en el capítulo VII sobre Las articulaciones semánticas del texto literario, donde analiza magistralmente ese aspecto, en el Ajedrez de Jorge Luis Borges, en cuyo contenido no puedo entrar a exponer aquí, excepto algunas citas.
Sin embargo, discursos son muchas reflexiones en palabras, i dependen de la ocasión, las fechas, los acontecimientos rememorados o las exaltaciones a futuro que se pretendan. Todos variables, todos híbridos de cometarios, conferencias, datos históricos, cifras de hechos o de aspectos económicos, productivos, etc., pero discursos, donde no hai cuidados de “orden” i la más de las veces trastornados o envilecido con aquello de “abro comillas, cierro comillas” o cito: “entrecomillados”, cierre de cita, etc. Se confunden como he dicho, conferencias, ponencias, charlas, palabras conmemorativas i palabras de congratulación o de gracias. Por eso adelanto aquí que, admitiendo las palabras de José Vicente Rangel de que todos los actos o celebraciones de Bicentenario, fueron magníficos o extraordinarios, solamente a mi juicio hubo una falla: ni un verdadero Discursos de Orden, aun respetando las personalidades del poeta Gustavo Pereira (que hizo un recuento histórico breve con una ficha recordatorio (el 19 de abril), o el de mi apreciado i admirado Roberto Hernández Montoya, quién en el discurso central de las celebraciones, el día 5 de julio i en la Asamblea Nacional, solamente nos leyó con discreta emoción, un artículo de prensa de los suyos, algo más extenso que los que nos tiene acostumbrado. Buen artículo, pero nada de Discurso de Orden de una fecha única en nuestra breve vida. Ninguna de las dos intervenciones, fue un Discurso de Orden, cónsono con la fecha del Bicentenario conmemorado. Lo que pasa es que la oposición es tan torpe o estúpida, que ni siquiera creo que las escucharon, además, que allí, poco brilla el talento, menos el literario e histórico, como para hacer comentarios negativos o de mal gusto, que ni eso hicieron, menos mal.
Hecho esta especie de paréntesis en lo que he venido tratando sobre el discurso, advierto que sería motivo de una larga investigación, el pretender en esta larga historia de siglos i siglos, desde los inicios de la civilización i la escritura, siquiera mencionar algunos grandes e influyentes discursos en la complicada i estropeada biografía del la Madre Tierra, aunque solamente comenzáramos desde Demóstenes en el mundo griego, sería motivo de varios libros, una pretensión de este tipo. Sin embargo, en lo que concierne a la historia más próxima que “nos rodea”, como ciertos discursos célebres en torno a los traumas de las dos Guerras Mundiales, a las Revoluciones Científicas o Literarias, i a tantas otras disciplinas del hombre, incluyendo las deportivas. Actualmente a pocos interesará saber de las Catilinarias de Cicerón ni por qué las produjo o pronunci; los discursos de Wiston Churchill para llegar al poder i su desempeño durante la Segunda Guerra Mundial, ni los discursos de Hitler, Franco o Stalin, ni siquiera los de Marx i Lenin, o los discursos del político francés Mitterrand, el presidente con más tiempo en el poder, en la civilizada Francia o, antes, los del Gral. De Gaulle. Pero sí sabemos de los discursos principales de Bolívar en la Sociedad Patriótica, mui breve; en célebre discurso de Angostura pieza magistral; el de Cúcuta en 1821 o el de Bolivia en 1826 u otros no propiamente discursos pero exteriorizaciones del espíritu como el Juramento del Monte Sacro o la última proclama a los colombianos antes de su muerte en Santa Marta. También sabemos de discursos de Andrés Eloy Blanco i otros intelectuales capitalinos, o he leído los ponderados discursos del Cardenal Quintero (considerado un excelente orador, pero que no llena a mi juicio los méritos que le atribuyen). En cambio he leído el Discurso de Baralt en la Academia de la Lengua Española, el Discurso del Dr. Manuel Dagnino en la creación de la Universidad del Zulia, exagerada pieza oratoria de más de cuatro horas, si estructura de discurso, en 1891; el Discurso del Dr. Marcial Hernández en el Segundo Congreso Venezolano de Medicina i el Discurso de Jesús E. Lossada en la reapertura de la Universidad en 1946, que tuve la satisfacción de escuchar. También, que en los Premios Nobel, como ya dije en artículo reciente, los que dentro del campo literario, son piezas hermosas los de Neruda o de Gabriel García Márquez. I no implica estas consideraciones, que el Discurso de Orden tenga que ser siempre una pieza semejante a una sinfonía, pero que el menos tenga un cariz fuera de lo común, una solidez literaria, un motivo dignificante i hasta glorioso, como el inicio de un poema de Rubén Darío. Una síntesis magistral de forma i contenido, si tratase de resumir su forma i su destino.
A toda esta preocupación por el buen decir, por el discurso con matices literarios i fondo intelectual o conceptual, se me dio en años anteriores, quizá más de un medio siglo, la oportunidad de llevar la palabra en varias celebraciones que me tocó vivir. En dos aniversarios de mi promoción de médicos, i en unas jornadas de las mismas celebraciones, tuve oportunidad de llevar la palabra de honor a nombre de mis compañeros. Lo mismo en la Asociación de escritores cuando la presidí i tuve discursos en celebraciones, hasta que en 1963 me tocó una primera gran prueba, cuando dije el discurso al graduarme en Filosofía, en la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades. Allí, recuerdo el elogio que me hizo nada menos que Don Agustín Millares Carlo, quizá el profesor español de más relieve en la cultura, en su patria España, Islas Canarias, como en México i en Venezuela. Millares, mi profesor de griego me dijo esa vez: estoi sorprendido…¡en la graduación de unos egresados en Letras i otros en Filosofía, me encuentro que el más bello i profundo discurso de orden que haya escuchado, se diera en Filosofía! ¡Qué hermoso discurso ha pronunciado usted! Se consigue en las publicaciones de la Universidad.
(Continuará)
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