Medicina e Historia (Parte III)

El informe final sobre la muerte del Libertador Simón Bolívar de la comisión investigadora

“Con el nombre de Bolívar en los labios,

 en canciones patrióticas, tomaron a París

 los revolucionarios de 1830”

 Miguel de Unamuno

III

 Hasta aquí, las investigaciones de la Comisión encabezada por el Dr. José Antonio Lorente Acosta, ha dejado asentado dos cosas fundamentales: 1.- Los restos que reposan en el Panteón Nacional, son los del Libertador Simón Bolívar; 2.- No hai manera, en absoluto, de comprobar que el Libertador haya sido envenenado i en los huesos es imposible detectar lesiones o bacilos tuberculosos, así la persona haya fallecido por esta enfermedad. I por mi parte, quiero resaltar lo expresado por el mismo notable investigador: “hay necesidad de trabajar con datos historiográficos y analizar muy bien todo lo que se hizo: la autopsia y todo lo demás”. En el presente, el término correcto, no es autopsia sino necropsia.

 Pues bien, estos datos historiográficos que pertenecen a la historiografía, no sólo como arte de escribir la historia, sino que es un estudio biográfico i crítico, sobre los hechos del pasado, las fuentes i los autores que se han ocupado con relevancia de esas investigaciones. En Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia i muchos otros países del continente, se ha escrito sobre Bolívar, así como en numerosos países de otros continentes. Se ha tratado sobre su vida i obra en más de 16 idiomas, i es el héroe de guerras independentistas que tiene más estatuas o monumentos, igualmente a escala mundial en importantes ciudades; también hai pueblos i ciudades con su nombre.

 Decir que el Libertador llegó a Santa Marta en buenas condiciones de salud, no solamente es ignorancia o fingimiento de ignorancia por parte de escribidores improvisados, sino un mayúsculo disparate intencional, desvirtuando la realidad i la historia, así como el testimonio de todos, absolutamente todos los contemporáneos, de aquella pequeña población, puerto en Colombia. Veamos como lo expone Augusto Mijares. Primero hace notar que Bolívar venía grave, derrotado anímicamente por los libelos i calumnias de sus enemigos i exclamaba destrozado: “mi aflicción no tiene medida, porque la calumnia me ahoga como aquellas serpientes de Laocoonte”. Expone Mijares textualmente: “De acuerdo con lo que había sido proyectado, se trasladó por mar a Santa Marta, adonde llegó la noche el 1° de diciembre. Allí encontró a un médico francés, Alejandro Próspero Reverend, el cual se dedicó a cuidarlo y desde ese mismo día llevó un diario donde anotaba el curso de la enfermedad”. En el primer asiento de ese diario, dice: “S.E. llegó a esta ciudad de Santa Marta a las siete y media de la noche, procedente de Sabanilla, en el bergantín nacional Manuel; y habiendo venido a tierra en una silla de brazos, por no poder caminar, le encontré en el estado siguiente: cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante adolorido y una inquietud de ánimo constante. La voz ronca, una tos profunda, con esputos viscosos y de color verdoso. El pulso igual pero comprimido. La digestión laboriosa. Las frecuentes impresiones del paciente indicaban padecimientos morales. Finalmente, la enfermedad de S.E. me pareció ser de las más graves, y mi primera opinión fue que tenia los pulmones dañados”. Este diagnóstico fue confirmado al día siguiente por el Dr. N. Nigth,  cirujano  de la  goleta de guerra  Grampus, de los Estados Unidos que casualmente estaba en el puerto.

 Ahora bien ¿Hai que dudar de estos datos asentados por escrito, corroborado el diagnóstico por otro médico i las circunstancia sociales en la vida de todo el pueblo que le recibió? El Libertador no solamente llegó enfermo físicamente i moralmente por la ingratitud de sus conciudadanos, sino que llegó grave, impedido de caminar por la debilidad extrema i con los síntomas más típicos de una tuberculosis pulmonar. Dudarlo  e  inventar mentiras, no solamente es falsedad, sino un delito i un disparate histórico.  Ese es el cuadro que pintan el 98% de los autores que han escrito sobre la enfermedad i muerte del Libertador, cifras que están expuestas en detalles, en la obra de Antonio Martínez Zulaica, titulada PATOGRAFÍA DE SIMÓN BOLÍVAR, especialmente en varias tablas estadísticas entre las páginas 460 i 467. La única persona que expone todo lo contrario, sin ser historiador ni médico, es un descendiente de Don Joaquín de Mier, el noble español que le dio refugio en San Pedro Alejandrino i que, el descendiente audaz, calumnia i lo pone como conspirador i traidor al Libertador, i miente descaradamente diciendo que estaba en buen estado de salud i con un ejército de 2000 hombres pensaba invadir a Venezuela. En realidad, historiadores serios han dado otras hipótesis sobre las causas de la muerte, que ya mencionaré, pero que podrían tener cierto grado de credibilidad; no un desbarajuste histórico como el pseudo historiador expone en sus dos tomos de LA CARTA. Basura comercial. De manera que el personaje bajado del Manuel, no era Bolívar sino un “doble” tan bien entrenado, “maquillado i enfermado” (un portento del cine actual en Hollywood) que se prestó a morir. El verdadero Bolívar estaba muerto i enterrado en la selva colombiana.

Evolución de la enfermedad

 Se ha expuesto, en libro de R.J. Lovera de Sola en 1984,  que la Universidad Central de Venezuela, en 1981, encomendó al historiador Ildefonso Leal, la preparación del volumen Ha muerto el Libertador, que resultó una obra de 572 páginas de escasa circulación, para conmemorar los ciento cincuenta años de la muerte del Padre de la Patria, en el cual colaboraron varios autores, tocándole como cierre, la inserción de una monografía del Dr. Oscar Beaujon, titulada El Libertador enfermo, publicada por el autor en 1969, de la cual tengo un ejemplar de la segunda edición.  Beaujon, enfatiza allí que el episodio de conversar con el enfermo, la anamnesis para iniciar la Historia Clínica, o sea el supremo suceso del interrogatorio, el acto que humaniza a la medicina i calibra la capacidad intelectual del médico, como en mi cátedra de Ética Médica igualmente insistía en ello; esto consiste en saber preguntar i saber escuchar, formando la parte más interesante del inicio de la relación médico-paciente, tan bien estudiada por Pedro Laín Entralgo. De ese modo, Beaujon, va siguiendo, los antecedentes patológicos de Bolívar que, estando ya muerto cuando se escribe el trabajo, se realiza a través de los testimonios, crónicas e historia, sobre sus padres i demás familiares, hasta  sobre su estado de salud –a la vista de sus contemporáneos de los últimos años− i sobre sus enfermedades, lo cual dejó consignado a veces con detalles, en su abundante correspondencia. De manera que expone en diversas cartas, lo de “buena salud”, “mala salud” hasta estados más críticos, todo recogido por el autor, que según expone Lovera de Sola, “Beaujon nunca cita testimonio alguno que no tenga el respaldo de la fuente documental. Esto es básico en el campo de la historia. No se pueden hacer afirmaciones gratuitas, ni transcribir informaciones de segundas personas sin analizarlas y cotejarlas”. Por eso, con las cartas de Bolívar, podemos imaginarlo como un paciente sentado delante de nosotros, a quien interrogamos, i las respuestas son suyas, absolutamente suya, no referencias a través de otras personas. Por esa historia familiar sabemos que nació en Caracas, hijo del Coronel de las Milicias de Aragua, Juan Vicente Bolívar i de Doña Concepción Palacios y Blanco. Cuando nació, su padre tenía 56 años i su madre 23. De su padre recuerda poco, i de su fisonomía por retratos de pintores de la época. Se dice que murió mui viejo i demacrado, de tuberculosis pulmonar. Su madre que contrajo matrimonio a los 15 años, murió el 6 de julio de 1792, “arrojando sangre por la boca” también por tuberculosis pulmonar, según relato del tío Esteban Palacios i de lo que escribirán en futuro lejano, el  Dr. Diego Carbonel i Rufino Blanco Fombona, entre otros muchos. Todo expuesto con las citas correspondientes. De este modo, comenzamos a seguir la vida i la salud, de este hombre excepcional en la vida de América i el mundo. I con marchas revolucionarias i canciones patrióticas, los revolucionarios de hoi tomaremos la verdad histórica, como los revolucionarios de París en 1830-

(CONTINUARÁ)

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Roberto Jiménez Maggiolo


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