“Yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado
hostigado, calumniado y mal pagado. Yo no pido
por recompensa, más que el reposo y la conservación
de mi honor: por desgracia es lo que no consigo”
Simón Bolívar
Ω
V
Como
he expresado, las cartas del Libertador que según el reciente informe
de las investigaciones de la BBC de Londres, fueron 2.632, más 92
proclamas, resultan en parte las respuestas al interrogatorio médico, a
la anamnesis histórica de su enfermedad, tal como dice por ejemplo, en
la cita que encabeza este V artículo, dirigida al General Pedro
Briceño Méndez, en Cartagena el 20 de septiembre de 1830 (Obras
Completas, Tomo II, pág. 919-920. 1947). Aclaro aquí que en el artículo
anterior que finaliza haciendo referencia a su pertenencia al Batallón
de Milicianos, cuando expresa “gozando para entonces de
Dos días después decía a Miranda: “Después de haber perdido la última y mejor plaza del estado, ¿cómo no estar alocado, mi general?”. Sabemos por la historia todo lo que vino después, hasta que desde Barrancas i desobedeciendo órdenes de Labatut, emprende la campaña del Magdalena. Beaujon, tomándolo de la obra de Carbonell, hace referencia a una ligera descripción física de Bolívar hecha por O’Leary: “Tenía el pecho angosto, el cuerpo delgado, las piernas sobre todo…hacía mucho ejercicio…; su natural inquietud no se avenía con el reposo”. Luego viene esto interesante, porque por primera vez una alusión del autor Kasimir Edcshmid, hace referencia a que Bolívar haya sido visto por un médico. Siguiendo a Beaujon leemos: “El 18 de diciembre de 1812, estando en Barrancas tomé algunas disposiciones militares, y luego sufrí un agudo ataque de fiebres. Permanecí tres días sin conocimiento. Me cuidaba un hombre de pelo rojizo. Al cuarto día me enteré de su nombre: Folnay, doctor Folnay. Al quinto día cuando queríamos emprender la marcha, me dijo que desde el punto de vista médico era una locura que intentara levantarme y que si ello estuviera en su poder me mandaría arrestar. Era un hombre sumamente modesto, muy valiente. Sus temores se revelaron infundados. Me sentía fuerte sobre mis piernas”. Más adelante en la continuación de la marcha, tomando Tenerife i Mompox, el doctor Folnay le aconsejó tomar quinina, precisamente el 24 de diciembre de 1812, i cuando capturaron Mompox “volvió a atacarme la fiebre, pero esta vez no fue grave. No perdí el conocimiento”. I en Gamarra, donde se aprovisionaron de ganado i otros recursos, entre ellos estaba la corteza de quina. Posiblemente había padecido o padecía de fiebres palúdicas, por las condiciones insalubres de aquellas regiones, que afectaban la salud de muchos. De manera que Bolívar dice que tiritando de fiebre, capturó tres ciudades más hasta la victoria en Puerto Real el 7 de enero de 1813. De este modo sigue narrando episodios febriles más o menos intensos con reacciones secundarias, hasta que llega a Ocaña, pensando que aquellos logros habían sido con “fiebres y soldados nuevos”.
Siguen luego los inicios de la Campaña Admirable i el encuentro por primera vez entre Bolívar i Urdaneta que fue, como dejo asentado en el primer tomo de mi Biografía del General Urdaneta, en San Cayetano, un pueblo a la orilla del río Zulia, i no en Cúcuta como dicen la mayoría de los historiadores. Luego las batallas de esa campaña; en Mérida por primera vez, antes que en Caracas, lo proclaman Libertador i allí además, con las campanas de los templos, inician las fundiciones de moldes enterrados para fabricar cañones, porque Urdaneta se encargó de la parte logística de esa campaña, como años después, la logística de la Campaña del Sur. En Trujillo se da el decreto o proclama de Guerra a Muerte, i el desarrollo es sumamente rápido hasta entrar triunfante en Caracas, donde oficialmente se le reconoce o nombra como Libertador i Capitán General de los Ejércitos de Venezuela. Durante esos meses de guerra, Bolívar no acusa o refiere episodios de alteración de la salud, i si algunos amoríos, entre ellos uno que me resulta bello, hermoso por el encanto que despertó en una bella francesita de un poblado a orillas del Magdalena, Anita Lenoit, quien lo siguió por varios pueblos, i cuando Bolívar no quiso exponerla a las angustias de la guerra i ella le preguntó si es que había otro amor en su corazón, le contestó: “Sí, uno, ¡Caracas!”.
Otro año trágico, para la Segunda República.
Sabemos que 1814, fue un año trágico para la Segunda República porque la causa de la liberación todavía no había penetrado en las mentes i los corazones de los venezolano, i gran parte de la tropas españolas se componían de venezolanos i los realistas continuaban reclutando tropas entre los habitantes, de modo que –así piensa John Lynch− la sangre de los americanos era derramada por manos americanas. I cuando Bolívar tomó a Caracas, los oligarcas, los blancos criollos pensaban, vamos a caer en manos de los negros. La aparición de Boves, Monteverde, Cajigal i otros, derrotaron a los republicanos. La pérdida de la batalla de la Puerta, derrotando a Campo Elías i otros acontecimientos, produjo la emigración a Oriente, etc., etc., el retorno a Nueva Granada i la entrada en Bogotá el 12 de diciembre de 1814. Entonces, el 29 de diciembre en carta al general Rafael Urdaneta, “escribí por el correo anterior y lo repito ahora, participando la continuación de mi (buena) salud y que todo hasta ahora va bien”. En 1815 realiza la segunda campaña del Magdalena, llegando a Mompox después de haber liberado a Ocaña, donde recibieron tropas de Santander que “llegaron cuando nuestros soldados padecían horrores por la malaria” aunque no dice que él la padeciera. I tiempo después desde Barcelona en carta a Don Martín Tovar en 1817, dice “He llegado a esta ciudad en perfecto estado de salud”. Sin embargo, ese año, la noche del 4 de julio, estuvo a punto de haber caído prisionero de las tropas españolas, salvándose por haberse arrojado al estero de Casacoima, “permaneciendo dentro del agua, sufriendo fiebre e irritación a causa de la virulenta plaga que abunda por esos parajes del Orinoco”. Aquí es interesante lo que sigue narrando: “Por cierto, que a la mañana siguiente, mis oficiales respetuosamente me censuraban haber expuesto la vida separándome del grueso del ejército, criticando cordialmente la bata que tenía por uniforme a lo que respondí: perdí mi uniforme, pero me hallo mejor con esta bata que me han regalado, mucho mejor que las heridas de los pies”.
A otro autor expone que el 30 de enero de 1818, conoce personalmente al Gral. José Antonio Páez en el caño de la Cañafístula cerca de San Juan de Paraya. Luego por las márgenes del río Apure en marcha hacia San Fernando, refiere que el 10 de febrero, después de mucho ajetreo (Beaujon) “estaba cansado y dominé un acceso de tos. Entré en la tienda de popa del bote y me tumbé a dormir”. Menciona entonces, un primer acceso de tos. Estos accesos a veces mui suaves o cortos, eran patognomónicos de tuberculosis, la enfermedad de genios intelectuales i grandes artista en Europa, al punto que algunos elegantemente vestidos los fingían, i ponían unas manchas rojas en el pañuelo que tapaba la boca, i luego dejaban ver como en un descuido. En cambio en el Libertador, ya aparecen (reportados) por los menos tres síntomas de presunción de una enfermedad evolucionando: la astenia o cansancio expresable, las fiebres (no todas palúdicas) i la tos: un acceso de tos. Todo, en cartas o reseñas del mismo Simón Bolívar, respondiendo en la historia del tiempo, a un interrogatorio médico e histórico.
(CONTINUARÁ)
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