Si usted me viera en este momento.
¡Parezco un viejo de sesenta años!
Simón Bolívar
Ω
VI
Estamos comprometidos con la historiografía i otros datos biográficos de Simón Bolívar, tal como lo dijo el presidente o conductor de la Comisión Investigadora, el eminente médico español Antonio Lorente Acosta, procedente de Granada. Las palabras del epígrafe en las cuales el propio Libertador escribe a J.M.Castillo en su llegada o entrada en Bogotá, son testimonio de su estado de salud, recogido en algunos cuadros o bocetos de artistas como Francois Roulin o el dibujo retrato de frente, de Bolívar en 1830 por José María Espinosa, pág. 497, del Tomo VIII de las Obras Completas. Había pasado el año anterior su última Navidad en Cali, en la hacienda del Sr. Arbeloa, como describo en mi pequeño folleto de La última Navidad del Libertador, donde expongo las particularidades de la Navidad de entonces i agregué un recuento de donde pasó todas sus Navidades el Libertador: desde que nació, hasta esta última en Cali en diciembre de 1829, cuando Bolívar otorga al dueño de la casona (que dibujé inspirado en la hacienda que describe Jorge Isaac en María) un documento certificando la autenticidad de una espada que dos años antes le había obsequiado. Comenzaba a desprenderse definitivamente de las cosas que más apreciaba i por eso le regala a la esposa de su anfitrión el anillo de compromiso i matrimonio que había regalado a su esposa María Teresa del Toro, un bello anillo de oro con un brillante rodeado de otros brillantes pequeñitos, formando un corazón. Debía ser el más valioso i amado tesoro que guardaba de su gran amor de la juventud i que, después de su muerte, le recordaba, había jurado no casarse de nuevo jamás; juramento cumplido. Eso se hace o es un gran indicio de que “la procesión se lleva por dentro” i que Bolívar sentía ya, que la vida estaba en franca declinación hacia la muerte. Pero veamos lo que había pasado en años anteriores.
Siguiendo la investigación de Beaujon en las cartas, veamos. Pese al estado que tenía cuando se tumbó a dormir en la popa de la embarcación donde viajaba por el Apure, dice que para entonces se encontraba en perfecto estado de salud, i a los ojos de Páez, le parecía que “A pesar de la agitada vida que hasta entonces había llevado, capaz de desmedrar la más robusta constitución, se mantenía sano y lleno de vigor” (Gral. Páez, Autobiografía, tomo I). Pese a esta impresión, Bolívar narra: “Sin embargo, todas las acciones y recorridos de grandes distancias, me obligaron a tantas fatigas y vigilias, a tantos esfuerzos mentales y físicos que tuvo que sucumbir mi robusta constitución y en el pueblo de Cumaguán y en marcha para Calabozo, me sobrevino una extrema debilidad acompañada de fiebre (subrayado mío) que me obligó a regresar a San Fernando de Apure el 3 de marzo de 1818”. (Datos recogidos por O’Leary). Sin embargo, podía ser fiebre palúdica, pues en otra correspondencia señala que después de la segunda derrota en la batalla de La Puerta, “sufrí un ataque de malaria”. Más adelante le sucede lo expuesto también por su edecán O’Leary con palabras suyas: “Un mes más tarde, gracias a la exquisita fineza de mi oído, escapé en el Rincón de los Toros donde había acampado mi ejército y me dispuse a dormir en mi hamaca, de una muerte de manos de un grupo que capitaneaba Tomás Renovales, siguiendo instrucciones de su jefe coronel Rafael López”. Sigue la narración explicando cómo fue el escape, las negaciones de caballo i el ofrecimiento de una mula, que le dio una coz que le estropeo levemente una rodilla. Bolívar era de los generales que iba al frente de sus tropas i además que sufrió varios atentados. No había dudas de que en muchas oportunidades quisieron matarlo, de modo que eliminaban al líder supremo de la revolución de independencia. En 1818, anota que sufrió de forúnculos, tan grandes que llamaban carbuncos i en San Fernando, el 5 de mayo le manifiesta al general Manuel Cedeño: “Mis carbuncos van mejor. Uno de ellos se ha reventado y pronto podré montar a caballo, aunque me ha dejado una llaga que yo dudo pueda curarse en tres o cuatro días”. Recordemos que Bolívar recurría poco a los médicos o curadores, i que llevaba en sus libros un Tratado de Higiene, que le permitía improvisar o inventar remedios. Hace alusión también a un lobanillo en la nariz que duró hasta 1820 pero que desapareció sin dejarle cicatriz. También habla de nacidos, como antes llamaban a pequeños forúnculos. Para comprender estas cosas, hai que situarse en el tiempo, e imaginar las condiciones de vida de la época. Empero, con todas esas pequeñas molestias, para 1820 su salud era normal, a punto de que, para el Discurso de Angostura el 15 de febrero de 1819, su voz era clara i firme. Contaba entonces de 36 años. Según O´Leary, gozaba de salud perfecta, y de una actividad física y moral asombrosa, por lo que dentro de sus estrategias de guerra, emprendió el Paso de los Andes, hazaña superior mil veces a la de Aníbal en Europa.
Desde el comienzo de este Paso de los Andes, el trabajo minucioso de Oscar Beaujon, se hace un tanto irregular con los aportes dispersos de las fuentes documentales, los que de mi parte trato de solucionar. Cuando Bolívar se percató de lo difícil de seguir combatiendo en Venezuela, pese a las malas o maltrechas condiciones de los ejércitos realistas, decidió invadir a la Nueva Granada, un firme i bien defendido virreinato, pero había que buscar cambios profundos i nuevas oportunidades de lucha. Por eso escribió a Santander diciéndole, mui en secreto sus intenciones todavía no precisas i que preparara las tropas patriotas para grandes logros cuando llegase allá. Por eso en el pueblo de Sesenta i en el hato de la Cañafístula, se reunió con sus principales generales que le acompañaban: Soublete, Anzóategui, Briceño Méndez, Plaza, Rooke y Rangel, para decidir la maniobra o aventura de atravesar los helados páramos de las cumbres andinas, con soldados acostumbrados a los climas cálidos. Allí se dio un gesto parecido al de Urdaneta al inicio de la Campaña Admirable. El inglés Rooke, con voz ronca i defectuosa pronunciación se puso de pie i exclamó: “¡Sir, os seguiré con toda mi voluntad aun hasta el Cabo de Hornos!”. Con 2.500 hombres, el 27 de mayo de 1819, se abrió la histórica campaña. Obviamente que no voi a entrar en esa extensa página de la historia, mui bien expuesta en la obra de Indalecio Liévano Aguirre en el Capítulo XVII, titulado El Pasos de los Andes. Motivo a los lectores para que lean, esa magna hazaña del Libertador Simón Bolívar.
Pero ¿I la salud en aquellos días? En una carta a Santander el 8 de febrero desde San Cristóbal, había dicho “ayer llegue aquí bueno y salvo” pero en otra, veinte días antes del inicio del famoso Paso por las cumbres andinas, con fecha 7 de mayo i desde Cúcuta dice en carta a Santander: “Yo estuve muy malo en San Cristóbal y con ese motivo me vine aquí. Todavía no se sabe que tuve; pero sé muy bien que he quedado muy estropeado y con mucha propensión al sueño y al reposo que para mí es y una enfermedad muy grande”. Luego, durante el paso de los andes i las condiciones sumamente adversas de casi toda la ruta, especialmente el Páramo de Pisba, donde morían bestias i soldados, i las mujeres parecían las más resistentes, muchos remedios eran crueles como la flagelación, i el Libertador, que debió sufrir los embates del clima extremadamente frío; posiblemente tuvo sus padecimientos, sus desmayos o el soroche, pero no era el momento de manifestar nada sino dar ejemplo i aliento a sus valientes. No hai tiempo tampoco para cartas i correos, i será después del los triunfos de Pantano de Vargas i de Boyacá, cuando en ciertas cartas vuelva a hacer alusión a su maltratada salud. Esa ruta se escogió, evitando las defensas españolas, i sobre todo por la inmensa sorpresa del enemigo que, nunca imaginaron aquella decisión i aquel heroísmo.
De aquello ha dicho Bolívar –citado por John Lynch− “La aspereza de las montañas que hemos atravesado es increíble a quien no la palpa…apenas hay día ni noche en que no llueva”. Por eso el autor citado concluye: “Fue un triunfo personal para el Libertador; si los horrores del paso de los Andes habían puesto a prueba el espíritu del ejército, también habían demostrado el carácter de Bolívar. “Aquí es donde este hombre se hace superior a todos los hombres, desplegando una energía y una firmeza extraordinarias”.
Volviendo a la obra de Beaujón, el 21 de noviembre de 1820, reaparecen los problemas anímicos i de salud física del Hombre de las Dificultades, cuando expresa “me encontraba en Sabana Larga donde la cosa del teniente coronel Pita, me produjo una irritación de que no puedo formar idea; todavía estoy malo de ella, escribí al señor Juan Rodríguez de Toro, a quien agregué: mañana en todo el día podre ir a Trujillo, si acaso mejoro del cólico que he padecido de ayer a hoy”. Por cierto, señala cólico, pero no habla de diarrea.
Después, el 16 de enero de 1821, expresa: “y como mi marcha ha sido muy prolongada, tanto yo como mi comitiva, ha caído enferma. Ya yo estoy restablecido de mis males y marcho hacia el Sur” en carta al coronel Ambrosio Plaza. Llegado a este punto, Oscar Beaujón, para intercalar una opinión del Dr. Arturo Guevara, publicada en 1947, pone en palabra premonitoras o de visión futura del Libertador, estas que siguen: “El doctor Arturo Guevara diría muchos años después de mi muerte que yo había sentido desde temprana edad surménage (nota mía: término que no se usaba o desconocido entonces) y que cuando marchaba a librar la batalla de Carabobo no había cumplido treinta y ocho años y ya quejábame de agotamiento físico”. (Guevara, Arturo, Historia Clínica del Libertador. Rev. Del MSAS. 1947). “Y es verdad porque mi amigo Fernando Peñalver le decía desde Guanare, el 24 de mayo de 1821, a propósito de mi cesación de mis facultades una vez que haya terminado la guerra, porque mi intención era gobernar lo menos que me fuera posible y añado que mi salud esta descalabrada, que comienzo a sentir las flaquezas de una vejez prematura”. (Carta al Sr. Fernando Peñalver. Guanare 24 de mayo de 1821. Obras Completas Tomo I)
(CONTINUARÁ)
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