Medicina e Historia

El informe final sobre la muerte del Libertador Simón Bolívar de la Comisión Investigadora (XII)

“El  que  miente  no reflexiona la obra

 que emprende, pues tiene que inventar

 mil mentiras para sostener la primera”

 Isócrates

XII

 Desde las dos cartas después de la enfermedad en Pativilca, una a Sucre i otra a Santander que ya cité, donde ya recuperado del grave cuadro nosológico que padeció, le dice al Gran Mariscal que, está convaleciente, pero “se halla mui cansado, viejo i que ya no tiene nada que esperar de su suerte,” i a Santander, que “mis años, mis males y el desengaño de todas las ilusiones juveniles, no permiten decidir ni ejecutar otras resoluciones”, Bolívar durante los años 1827 i 1828 tiene un tiempo de relativa mejoría o buena salud. Sin embargo, después de Ayacucho, cuando yendo hacia Lima, parece que sucedió algo que produjo la anécdota de las tres etcéteras. Entonces, en carta a Santander el 9-2-25, i después de haber disfrutado de la vida social en Lima, luego de varias quejas físicas i morales, le dice: “yo me canso de nada y con una facilidad extraordinaria”.

 Ese tiempo de la vida social en Lima, con la alegría del triunfo, fue exigente. Se refiere que no sólo en la capital sino en muchos pueblos del sur del Perú, se celebraron fiestas, banquetes, toros, teatro, etc., i que la quinta La Magdalena se convirtió en el centro social de Lima, siendo Bolívar la atracción de hermosas mujeres, que lo colocaron en serios problemas con su amada Manuelita., resumido en la obra de Beaujón, hasta los rasguños que le propinó la bella limeña por celos al Libertador. En los meses i años siguientes no son muchos, pese a que dice se ha propuestos hacer jornadas cortas porque el soroche le hace desagradable los trayectos, i en muchos pueblos lo reciben con agrado i entusiasmo. A Salom le escribe diciendo que su salud es buena, no exagera males, aunque cuando le escribe a su hermana María Antonia el 12 de diciembre de 1825 le ha advertido que procuren conservar la fortuna “porque a Uds., les puede fallar cuando menos lo piensen, pues de un momento a otro puedo morir” aunque meses después le dice “yo estoy bueno”. Sin embargo, como su enfermedad –que obviamente ignora su naturaleza− tiene etapas de aparente buena salud i otras de recaídas. Así en 1827 le escribe a Restrepo:”Estoy muy cansado, mi querido amigo, y ya no puedo soportar el peso del servicio público” (Carta a José M. Restrepo, 6 de marzo de 1827). I en carta a José Fernández Madrid, por aquellos mismos tiempos, se refiere a que los problemas del Gobierno en sus aspectos políticos “le provocan cansancio y malestar general sin características definidas y por otro lado mis esfuerzos pasados han agotado mi energía”, a pesar de que llega a Bogotá sin novedad., i su salud parece haber mejorado bastante. I el 16 de noviembre la ciudad sufre de un terremoto que la ha dejado desamparada, aunque él lo ha pasado en su casa quinta la Magdalena, sigue bien i lo comunica a su hermana María Antonia. Esos son tiempos en que la salud tiene altibajos como lo comunica al General Briceño Méndez i más adelante a José Rafael Arboleda, en cuya casa ya vimos que pasó los tiempos de Navidad, en 1929. Todos los pormenores de su salud en aquellos años 28 i 29, pueden consultarse con fecha de cartas i destinatarios, en la obra de Beaujon El Libertador Enfermo, para no extenderme más.

 Sin embargo hai que referirse, en relación a la salud i no detalles del atentado que, después de estar en Bogotá i de comunicar a María Antonia no tener novedad en su salud, en septiembre de 1828 se presenta el más grave de los atentados contra la vida del Libertador, a los cual él se refiere así: “En septiembre de 1828 sufrí uno de los males que más repercuten en la salud de los hombres, el atentado contra la fe, la explosión de la intriga y la ambición conducida por el filo áspero de puñales traidores; tal fue mi mal del 25 de septiembre de 1828, cuando un grupo de asesinos a fuerza de pistolas asaltaron el Palacio de San Carlos de Bogotá, para asesinarme, dejando tras sí el cadáver del coronel Ferguson, los tendones seccionados de la mano de Andrés Ibarra, y los cadáveres de anónimos servidores de la guardia del Palacio. Es noche yo me sentía quebrantado y me había recogido temprano con la grata compañía de Manuelita Sáenz quien había acudido a mi habitación por insistente llamadas de mi instinto; dejadme que deje a Manuelita relatarle el suceso que marca hito de mi salud en declive. (El subrayado es mío). Todo tomado de las Memorias, del General O’Leary. La conspiración le fue denunciada a Manuelita por una señora que se acercó a la casa, diciéndole lo que tramaban i que se reunían en la casa de la Moneda. El Libertador estaba en cama resfriado. Sabemos cómo Manuela hizo saltar al Libertador por una ventana, i huyendo, estuvo escondido debajo del puente del Carmen, guiado por su repostero que con casualidad le encontró en la calle; pasó horas en un riachuelo con aguas sucias estancadas. Cuando sofocado el proceso asesino, Bolívar regresó al Palacio como a las 4 de la madrugada, se cambió de ropa i quiso dormir, pero no pudo, preguntando a cada rato sobre lo ocurrido i porque tenía fiebre.

 Don Joaquín Mosquera que al saber de los sucesos ocurrió al Palacio, dice que Bolívar, “viniendo a mi encuentro con un semblante pálido y melancólico, observé que estaba afectado por una tos seca pulmonar, y procurando no dejar conocer mi alarma, le pregunté si ya se había dado un baño caliente a los pies para mitigar aquella tos y prevenir en tiempo las malas consecuencias de la humedad que durante la noche había cogido en el Río San Agustín. Me contestó: no he aplicado nada ni me he desayunado, y serían las nueve del día”. (Mosquera, Tomás Cipriano de. Memorias sobre la Vida del general Bolívar). De allí en adelante siguen los cuidados que le proporcionaron, los alimentos, etc., aunque no habían medicamentos para una enfermedad que le tenía pálido, demacrado i mui débil, pero no se conocía con certeza qué enfermedad padecía, aunque los síntomas visto desde tiempos mui posteriores, eran de una afección pulmonar. O mejor, una tuberculosis. Invito al lector interesado a leer el libro que he citado de Oscar Beaujón. Por eso, en la ignorancia médica de aquellos años, se atribuían ciertos achaques acorde a los sufrimientos padecidos, ataques biliosos, reumatismo, etc., a punto de que en ocasiones se refirió a “su esqueleto viviente”. Por eso en esta obra, al principio se citan los Antecedentes Hereditarios, los Servicios Militares desempeñados i al final los Antecedentes Traumáticos, Venéreos (Bolívar no padeció enfermedades venéreas; se supo cuidar en Europa, en su tiempo juvenil de aventuras) i hasta de los Hábitos. I para concluir ese buen estudio, en el Capítulo III, expone una CRONOLOGÍA DE LOS ANTECEDENTES PATOLÓTICOS DEL LIBERTADOR; en el Capítulo IV, NOSOLOGÍA DE LAS ENFERMEDADES DEL LIBERTADOR Y EL POSTRER ALIENTO; en el Capítulo V, OTRAS MANIFESTACIONES PATOLÓGICAS; i por último, en el breve Capítulo VI, TERRENO BIOLÓGICO DEL LIBERTADOR. Todo con bibliografía, reseña de cartas, etc.

 Sin embargo, fuera de las grandes i buenas Biografías del Libertador, que son muchas, i en varios idiomas, existen por lo menos unos doce libros especialmente dedicados a estudiar la enfermedad i muerte de Simón Bolívar, entre ellos el de Carbonell (2), de Martínez Zuleica, Humberto Gutiérrez,  José E. Molinares Senior, R.D. Silva Uzcátegui, José Izquierdo, Ciro Vega Aguilera, Andrés Soler, etc., i los que cito los tengo en mi biblioteca i los he leído. Encima de eso, muchísimos trabajos sueltos; por ejemplo, mi padre el Dr. Juan B. Jiménez, escribió sobre la primera obra de Carbonell, refutando algunas ideas que no admitió, i muchos historiadores en el Zulia, han hecho lo mismo comentando la muerte del libertador, o novelas como El General en su laberinto, de Gabriel García Márquez. Otras veces he conversado eso con amigos historiadores, como el desaparecido Vinicio Romero Martínez, su padre Adolfo Romero Luengo, su tío el poeta Manuel Martínez Acuña, o miembros de la Bolivariana i de la Academia de la Historia del Zulia como Nerio Belloso, Orlando Arrieta, Nava Urribarrí, etc. Sabemos también de muchos autores colombianos, algunos médicos, que han propuesto otras causas de muerte, más racionales, o procesos que complicaron una enfermedad fundamental, que amerita estudio por ser posiciones más serias, pero la que quiere imponer el Sr. Jorge Mier Hoffman, para justificar el negocio que ha hecho con la figura del Libertador, es admisible. Sin embargo, he recibido dos correos electrónicos o email, donde insiste en el título en negritas: LA HISTORIA AL ALCANCE DEL PUEBLO: al Libertador lo mataron. La primera vez, en correo suyo i la segunda vez con “tedejo,tedejo” (¿?) pero no lo publica en Aporrea ni en prensa. A este señor, que se pasa de aparente retador como historiador (de lo que no tiene ninguna cualidad desde mi punto de vista de la Filosofía de la Historia) no le quiero contestar más. He expuesto mis ideas razonadamente i punto; pero en su afán de de establecer un dogma, o más trivial, de mantener una mentira de con mil mentiras más como dice el pensamiento de Isócrates, le voi a puntualizar lo siguiente: usted en sus delirios, pretende una nueva Revolución de la Historia, tal como la Revolución de la Física Clásica (que debe ignorar que fue eso) o la Revolución Industrial que dio origen al pensamiento marxista o a la aparición de Carlos Marx, queriendo componer los entuertos graves que trajo esa revolución. Pero Ud., es una bacteria al lado de Maxwell i Einstein, i de Marx i Engels. Su “revolución” son cólicos intestinales. Pretende que todas la Biografías del Libertador están equivocadas; todos los Estudios Históricos como los de Salcedo Bastardo, Vicente Lecuna, Baeza Flores, Rufino Blanco Fombona, etc., etc., están errados. Lo mismo los Archivos de Daniel Florencio O’Leary, los Archivos Nacionales de los Países Bolivarianos, el Archivo de Indias, i todas las cartas del Libertador son apócrifas o mienten descaradamente. Es una revolución que botando libros o papeles, se haría una o varias pirámides egipcias. El revuelo es mayúsculo: BOLIVAR FUE SECUESTRADO POR UN BARCO PIRATA DE ALGÚN GOBIERNO ENEMIGO (¿USA?), FUSILADO EN LA SELVA I EL SR. MIER, DESCUBRIÓ EL SITIO DONDE FUE ENTERRADO. Los científicos se equivocaron con la identificación por el ADN. Ese cadáver, no es el del Libertador. Hai que irlo a sacar de la selva, a ver si quedan restos. Esto, porque además, no hai prueba alguna sobre un posible envenenamiento i ya eso está confirmado. El cadáver no tiene lesiones de balas, presumo,  porque se hacían simples amagos, i el que iba a ser fusilado moría del susto sin recibir un impacto. Eso lo sabe mui bien el señor Mier, que demuestra ser un sabio. En consecuencia:

 i.- ¿Por qué el Sr. Jorge Mier Hoffman no se presenta con todas esas pruebas a la Academia de la Historia, a la Asamblea Nacional, al Tribunal Supremo, al Ministerio Público, a los Colegios Profesionales,  o al Pueblo en el Poliedro,  i prueba su tesis de ¡A Bolívar lo mataron!..?

 2.- ¿Por qué este maravilloso explorador, arqueólogo, historiador, i técnico en computación, no organiza un grupo de expertos i los lleva al sitio en la selva a rescatar los auténticos huesos del Libertador?

 3.- ¿Por qué no va luego a España, a las Academias, a las televisoras enemigas de Venezuela, al Archivo de Indias, al Escorial i a cuanta institución se le ocurra, i demuestra que nadie  aquí sabe de historia, ni de la vida de Bolívar, a excepción de él?

 4.- ¿Por qué en vez de refutar mis escritos de manera creíble i comprobable, me manda panfletos por correo electrónico i trata de retarme?

  ¡No señor Mier! ¡Aquila non capit muscas! Como dice el presidente Chávez a tanto opositor sin categoría para enfrentarlo con mentiras. Ud. No tiene credenciales ni cultura suficiente para polemizar conmigo, además que no lo merece ni como persona por la forma en la cual se desempeña. Adopte para vivir la divisa de Jean-Jacques Rousseau: Vitam impedere vero: consagrar la vida a la verdad.


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Roberto Jiménez Maggiolo


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