Partimos
del concepto que la persona al nacer es una hoja en blanco sobre la cual la
vida va escribiendo día a día las letras, palabras y oraciones que le darán
contenido y forma.
Las
determinaciones son realidades objetivas y subjetivas que imperan en el
universo mediato y distante del individuo. Están en las relaciones sociales de
producción, en el modo de producción mismo, en las relaciones de propiedad, en
las condiciones de trabajo, en las apreciaciones culturales sobre la
existencia, en los valores identitarios del grupo y en los prejuicios de la
cultura dominante. En estas determinaciones influyen el conocimiento, la
ciencia, el arte, los objetos utilitarios, los credos y dogmas imperantes en la
sociedad, el acceso a la educación formal pero también el dominio de los
saberes prácticos de la época y la situación concreta. Todos estos fenómenos
ocurren independientes de la voluntad del individuo, son causa y efecto de sus
circunstancias, y lo determinan en lo elemental como criatura de su tiempo y
espacio específicos.
Los
azares son situaciones casuísticas, contingencias que suceden todo el tiempo en
todas partes pero que nos tocan en lo personal o grupal según circunstancias
fortuitas. Tienen tal grado de complejidad y diversidad como de
inverosimilitudes y misterios. Son expertos generadores de perplejidades en el
ser humano, y junto a las fuerzas naturales que son parte de las determinaciones,
han sido los responsables de las más disparatadas creencias, supersticiones,
mitos, credos y leyendas. El azar no es más que la ocurrencia de hechos no
previstos que modifican el devenir inmediato de un fenómeno, que pudiera ser
desde la simple agenda diaria hasta la historia de la humanidad.
Las
conexiones vitales son esos hilillos imperceptibles a la mirada desprevenida
pero que van hilvanando la red etérea de lo existencial. En este caso hablamos
del mundo de las no cosas, hablamos del mundo inmaterial, los sentimientos, las
sensaciones, los principios y valores, los traumas, los complejos, los temores,
las ambiciones, la intuición. No son solo las condiciones subjetivas en términos
clásicos, aunque éstas de seguro rondan con sus determinaciones concretas; las
conexiones vitales tienen más que ver con la imantación del individuo ante
ciertas personas y situaciones existenciales de su entorno directo, en el pasado,
presente o futuro; es un fluir de energías mentales casi siempre, espirituales,
por supuesto, y almáticas en la acepción sincrético-marxista del alma como
depósito del par dialéctico amor-odio y todas sus infinitas consecuencias.
Las
razones son la más poderosa motivación para la acción transformadora, ellas
resumen la intercepción geométrica de las determinaciones, los azares y las
conexiones vitales. El ser humano, cuya cualidad diferenciadora es el
raciocinio, su capacidad intelectual de acumular conocimiento y poder
trasmitirlo por códigos de comprensión congénere, internaliza el conjunto
universal de las determinaciones en su acontecer natural, social y espiritual,
provocando múltiples conexiones vitales como ases de un crisol donde lo azaroso
siempre será una carta en blanco sobre la mesa del juego existencial. A partir
de la apropiación que el humano hace de sus razones, comienzan los procesos
transformadores que han hecho de la humanidad la única criatura colectiva que
inventa mundos nuevos. El nivel etéreo donde residen las razones, es la
conciencia.
Y toda
creación humana viene de las contradicciones inmanentes a la existencia misma,
al igual que lo verdaderamente perenne en la todas las expresiones de lo real,
naturaleza, sociedad y conciencia, es el cambio. Nunca nos bañamos en la misma
agua del rio, decían nuestros pensadores ancestrales.
caciquenigale@yahoo.es
Con Chávez en ristre y venciendo, por la gloria vivida y las victorias por venir.
(*) Presidente de la Comisión Nacional de Refugiados
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.
Simón Bolívar, El Libertador. Guayaquil 5 de agosto de 1829.