En estos días oí al Presidente Chávez decir que en una colina cerca de su oficina –donde suele descansar, pintar, recrear su historia de vida y reflexionar sobre el retorno, el gobierno y la política– tiene una hamaca y dos gallos llamados: Fidel y Hugo.
Chávez me hizo recordar a la enfermera auxiliar Flora de Catia –madre soltera–; quien trabajaba de día y de noche (dos trabajos) y llegaba a su casa más a dormir que a vivir.
Un día alquiló la casa contigua “una familia del campo”; la casa contaba con un pequeño patio de tierra que los nuevos inquilinos se encargaron de ampliar, quitando parte del piso de cemento porque necesitaban tierra para sus matas, loros, turpiales, varias gallinas, dos perros y dos gallos ¡Cómo olvidar los gallos!
Lo gallos comenzaban a cantar desde la media noche y toda la madrugada, la familia se levantaba a eso de las 4 de la madrugada y al llegar el alba los pájaros, loros y perros comenzaban su rutina
Las primeros meses, la convivencia entre la familia de la enfermera con los nuevos vecinos fue de mucha tensión y reclamos. Los nuevos vecinos reproducían su “modo de vida”: las condiciones culturales y de vida que conocían y que lamentablemente impedían satisfacer una necesidad fisiológica vital para Flora: un sueño tranquilo y reparador.
La Revolución, el Gobierno, trabajan en la difícil tarea de lograr en el contexto capitalista y la realidad concreta, una ruptura con la “vida histórica vivida”; transformando las condiciones materiales de existencia, la vieja estructura y organización social; asumiendo como un proceso comunitario la construcción de la conciencia y sociedad socialista.
Para coadyuvar en lo concreto con esa tarea escribí: “los refugios deben convertirse en escuelas para la vida en socialismo” (Cada Refugio una Escuela II Ciudad CCS 31 de enero de 2011).
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