En Venezuela, en la lucha por conquistar las audiencias, las televisoras privadas recurrieron a todo tipo de expedientes emocionales, contenidos, modelos y formas de hacer televisión, donde predomina el morbo, el amarillismo y el escándalo personal o familiar.
La televisión ha sido la gran herramienta propagandística y publicitaria de los siglos XX y XXI.
La televisión se impuso como la poderosa máquina del entretenimiento grupal, familiar e individual; hasta el punto que en nuestro país penetró los hogares “de cuidado de niños” y guarderías, como la única alternativa de entretenimiento y/o adormecimiento de la energía infantil.
Nos impusieron la televerdad: ¡¿salió en televisión?! Sí, ¡entonces es verdad!
Recordando el refrán popular: “dime con quién andas y te diré quién eres”, suelo decirles a mis amigos y conocidos: “dime qué canales de televisión ves y te diré quién eres o cómo piensas”. Nos parecemos a los canales que vemos.
Por muchos años la televisión ¿pública? contagiada por la lógica privada-capitalista respondió y aún responde en muchos aspectos a la estructura narrativa, simbología, contenidos, estilos y métodos hegemónicos.
La telebasura de producción nacional e importada (enlatados) sigue recurriendo a la violencia, sexo, lloriqueo, humor denigrante, autoayuda y superstición, para lograr fidelidades y aumentar las audiencias.
La telebasura en Venezuela adquiere características especiales, pues la televisión privada diseña y planifica la manipulación de la opinión pública con fines políticos.
La televisión privada, utilizando el espectro radioeléctrico de los venezolanos, ataca a la nación con violencia traducida en desinformación, mentiras y teorías conspiratorias como por ejemplo: el sometimiento de la población a una intoxicación mediática contra el Censo 2011 ¡¿Hasta cuando?!
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