Los intercambios uno a uno de las mercancías compravendidas caminaron bien
para los primeros volúmenes, pero no así para una producción que empezaba a
despegar sostenidamente con el concurso de las innovaciones tecnológicas de
notorias e innegables mejoras en la productividad del obrero, es decir, de
la clase media que se formó por causa de las diferenciaciones salariales.
De resultas, apareció una mercancía sui géneris, el dinero, de común
aceptación, que sirvió para mediar entre los transaccionistas, desde los
primeros granos de sal, las vacas y mercancías de pago afines, hasta la
moderna moneda electrónica que suele estar digitalmente atrapada en los
procesadores informáticos y en los libros de caja de intangible
disposición.
Pero con el correr del tiempo los medios de pago o monedas y billetes, ante
el indetenible crecimiento de los volúmenes de producción e inventarios
invendibles por causa de déficit en la demanda efectiva de los
trabajadores, han venido perdiendo credibilidad y poder adquisitivo.
Como sábese, los obreros o miembros de la auténtica clase media, han
recibido como salarios un valor muy inferior al que produjeron, y cuya
pérdida concuerda numéricamente con el jugoso monto de la ganancia patronal,
mismo monto que ahora cobra cuerpo físico en aquellos invendibles
inventarios los cuales están pesando como irrentables lastres que, por
cierto, ineluctablemente darán cuenta de la caída del régimen industrial
burgués.
Y ahorita, cuando las monedas fiduciarias del mundo mercantil han
reemplazado todos los medios de pago con valor per se; ahorita, cuando la
inflación media mundial es lugar común, y cuya medición e infactible
control ocupan buena parte de la plantilla laboral administrativa
burocrática tanto privada como pública, el arcano trueque regresa por sus
fueros, y la compraventa internacional de alto giro tiende a ser
efectuada directamente *pelo a pelo*, la mercancía *a* por *b*, ante la
irremediable pérdida de confianza del dinero convencional, y ante la
irresponsabilidad financiera y monetaria de los principales gobiernos de los
países del imperio industrial contemporáneo, gracias a su corrupta tendencia
a cubrir sus demagógicas complacencias populares y electorales mediante
dinero inorgánico de renunciable aceptación comercial.
Sólo los miembros de la clase media (eufemismo de obreros) seguirán
aferrados a un salario pagado que sólo servirá como medio de circulación y
de pago para las compras al detalle, y quedará mutilado de todas
las demás características que otrora hicieron del dinero el depósito
universal del valor creado por dichos obreros.
Como quiera que el desarrollo económico es desigual y combinado, algunos
países de segunda intentarán trasladar a los de tercera todo el peso de la
explotación que diariamente sufren por los de primera. Es así cómo unos
países mantienen monedas relativamente fuertes con relación a casos como el
venezolano cuya moneda se ha envilecido evaluativamente, a pesar de que el
caso de la *fundición* de Argentina debía servirle de espejo por su perversa
praxis neoliberal.
A tal fenómeno evolutivo he dado en llamar: la metamorfosis regresiva del
intercambio mercantil.