La adherencia masiva del pueblo al liderazgo indiscutible de Hugo Chávez, sumado a la audacia mostrada por éste para afrontar los diversos escollos presentados, permiten que el proceso revolucionario se mantenga, como se dice, con las alas al viento. No obstante, la miopía política que aún embarga a ciertos sectores revolucionarios que prefieren mantenerse aislados, con lo cual su esfuerzo se pierde o, sencillamente, se focaliza en un segmento minúsculo de la población, sin mayores incidencias o potencialidades; consiente en que sea un sector reformista quien lleve las riendas de este proceso, perjudicándose así el avance sostenido de la revolución. En este caso, lo que permite que haya errores en la dirección, la estrategia, la táctica y los objetivos revolucionarios, es la marginalización o, mejor dicho, la automarginalización de la cotidianidad del proceso revolucionario actual de muchos revolucionarios calificados. Lo que se requiere, entonces, es que éstos comprendan -de una vez por todas- que su inserción en las luchas populares le dará cuerpo y alma a la consolidación y ampliación del ideal revolucionario, haciendo difícil que el cambio estructural sea pasto del reformismo incrustado en las filas bolivarianas.
La ausencia de una dirección revolucionaria, compenetrada con las expectativas populares y una clara visión de lo que es, y debiera ser, un proceso revolucionario, hizo posible que se desaprovecharan algunas oportunidades históricas –desde que se derrocara la última dictadura en 1958- para plantearse en el país la toma del poder y producir una situación revolucionaria verdadera. Esto causó, al través del tiempo, una desmoralización y un cansancio crecientes entre las masas populares que veían lejano e imposible construir una sociedad realmente igualitaria y democrática, ya que algunos sectores promotores de la revolución prefirieron, casi exclusivamente, la vía de las elecciones, antes que la vía insurreccional, con toda la carga de desviaciones y reacomodos que esto supuso.
Tales elementos, de forma conjunta o separada, fueron decisivos para que los beneficiarios inmediatos del Pacto de Punto Fijo segregaran y anularan cualquier posibilidad revolucionaria en el país. El legalismo exagerado, el pragmatismo y la falseada noción de que toda crítica o denuncia es perjudicial se sumaron al hecho de que no hubo una discusión seria e independiente respecto a la ideología sustentada, dando paso así a los dogmas y a los sectarismos de izquierda.
Durante un largo período se dejó a un lado la vieja consigna leninista de “propagar, agitar y organizar”. Esto cual causó profundos efectos negativos entre las masas populares al no desarrollarse entre ellas la convicción de ser las protagonistas del cambio revolucionario, con lo que sería factible que su radicalización propiciara la erradicación de la vieja institucionalidad e, incluso, de las relaciones de producción que condicionan el sentido y alcances de la libertad humana. Su estímulo pudo traducirse en un mayor nivel organizativo, lo mismo que ideológico, dándoles la experiencia suficiente para afrontar nuevos y más definidos retos en la construcción de una sociedad de nuevo tipo.
Todo esto tiene sus perniciosas consecuencias en la hora actual cuando se exige cimentar y profundizar el proceso revolucionario venezolano. Por eso es que se da la extraña circunstancia que la primera oleada de dirigentes de este proceso revolucionario no comulguen, en una significativa porción, con la principal meta de toda revolución verdadera: darle todo el poder al pueblo. En este aspecto, la incorporación activa de los revolucionarios contribuiría a determinar, con un rango de mejor definición, la dirección correcta de este proceso, dejándose a un lado las improvisaciones.
Bastante conocida es la afirmación respecto a que una revolución sólo puede ser realizada por revolucionarios. De lo que se trata entonces es de propiciar todas las situaciones posibles para que ella sea una realidad, en un espacio y en un tiempo determinado. Es importante que se tome en cuenta que mucho de lo impulsado por el Presidente, con sus aciertos y errores, apunta a crear un escenario revolucionario en Venezuela, original en todas sus expresiones. También es importante discurrir que gran parte del contenido de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela sirve para que el pueblo, adoptando sus postulados fundamentales, comience a transitar el camino de la transformación estructural del país. Si vemos con igual trascendencia lo que podría derivarse de las diferentes Misiones (Robinson, Ribas, Sucre, Zamora) puestas en marcha, tendremos suficientes elementos con los cuales promover y darle direccionalidad al proceso bolivariano.
Como podemos inferir, se dispone de mecanismos que pueden y deben activarse en beneficio de este proceso. Lo que se requiere es que sean difundidos entre las masas populares, permitiéndoseles que los asimilen a su propia realidad y los trasciendan, convirtiendo a la revolución bolivariana en algo único y novedoso. Será una revolución hecha por revolucionarios y no por reformistas usufructuarios del poder.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
Esta nota ha sido leída aproximadamente 2938 veces.