Antes pensaba que cambiando las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, se cambiaba a la humanidad...
Si Brasil fracasa, nos arruinará a todos...
Primera Parte
Senador más votado del Uruguay, el ex guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, José Pepe Mujica, en entrevista exclusiva, habla sobre los desafíos del nuevo gobierno uruguayo, apunta vicios históricos de la izquierda y defiende la importancia estratégica para América Latina del éxito del gobierno del presidente Lula.
Marco Aurélio Weissheimer / Traducción de Naila Freitas, Verso Traductores
José Pepe Mujica, 69 anos, es un hombre simple y extraordinario. Vive la vida con simplicidad. Nunca acumuló propiedades, títulos, ropas de marcas famosas, automóviles caros o zapatos italianos. Es extraordinario porque vivió situaciones extraordinarias y mantuvo la simplicidad. Siempre intentó acumular conocimiento y experiencia. Y sufrió mucho en la vida. Luchó mucho, y aún lucha, acertó, cometió errores, fue golpeado, vivió situaciones increíbles. Junto a otros dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, pasó más de doce años preso en cuarteles uruguayos, durante la dictadura militar. Durante dos de esos doce años estuvo prácticamente enterrado vivo, en el fondo de un pozo. Él y sus compañeros, que fueron sometidos a esa tragedia, pasaron a ser conocidos como los “rehenes”. Mujica sobrevivió a esa probación y hoy es uno de los líderes políticos más importantes del Uruguay. Más que eso, es una voz a ser oída, un ejemplo de vida digna y llena de coraje.
En el período en que estuvo preso en el fondo de un pozo, “donde el síntoma más evidente de vida eran siete pequeñas ranas, a las que alimentaba con migajas de pan”, Mujica aprendió que las hormigas gritan. “Descubrí eso al colocarlas en el oído para entretenerme con algo”. A pesar de la brutal condición a que él y sus compañeros fueron sometidos, no guarda rencor y dice haber aprendido con esa experiencia: “lo que voy decir puede parecer una monstruosidad, pero doy gracias a la vida por todo lo que viví; si yo no hubiese pasado por esos años y aprendido el oficio de galopar hacia dentro de mí mismo, habría perdido lo mejor de mí mismo. Me obligaron a remover mi suelo y eso me hizo mucho más socialista que antes”, dijo Mujica en una entrevista concedida, hace un tiempo, al semanario Brecha.
Liberado en el otoño de 1984, Pepe Mujica y su compañera, Lucía Topolansky, que también estaba presa, se fueron a vivir a un pequeño terreno en los alrededores de Montevideo. Viven ahí hasta hoy, en una casa muy simple. Viven en una comunidad, junto a otras familias, plantando verduras, flores, frutas, uvas para vino, entre otras cosas. En 2004, fue el senador más votado de Uruguay. Entre el 15 de febrero y el 1° de marzo, fue la principal autoridad del país, presidiendo el Parlamento Nacional. A partir del día 1° de marzo, estará al frente del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Lucía fue reelecta diputada y, ahora, pasará a ser senadora, ocupando justamente el lugar de Mujica, que será ministro (en el sistema electoral uruguayo, el candidato puede aparecer tanto en las listas para diputados como para senadores). Siguen viviendo en la misma casa, con la misma simplicidad, sabiduría y disposición para luchar. Reciben a los periodistas cercados por sus animales. Entre sus perros, Victoria y Manuela no se intimidan con las cámaras fotográficas, grabadores y cámaras de video, y participan de las entrevistas cuando la oportunidad se ofrece.
“No hay hombres imprescindibles”
Es difícil presentar a Mujica, sin omitir algún pasaje importante de su vida. En la misma entrevista, mencionada arriba, él se presentó de la siguiente manera: “Pepe Mujica es un veterano, un viejo que tiene unos cuantos años de cárcel, de tiros en el lomo, un tipo que se equivocó mucho, como toda su generación, y que trata, hasta donde puede, de ser coherente con lo que piensa, todos los días del año y todos los años de la vida. Y que se siente muy feliz, entre otras razones, por poder contribuir para representar a aquellos que no están y que deberían estar. Yo no estoy de acuerdo con Bertolt Brecht, porque no hay hombres imprescindibles, sino causas imprescindibles, caminos imprescindibles. La historia es una construcción tremendamente colectiva. Y en eso andamos, cada uno colocando su piedra. Aquellos que no cultivan la memoria, no desafían al poder”.
En una larga entrevista exclusiva, concedida al equipo de la Agencia Carta Maior, en su lindo terreno, a poco más de treinta minutos de Montevideo, Pepe Mujica habló un poco sobre su vida, sobre los desafíos del gobierno de Tabaré Vázquez, apuntó algunos vicios históricos de la izquierda e hizo una advertencia sobre los rumbos del gobierno Lula: “si Brasil fracasa, eso nos arruinará a todos”. A continuación, la primera parte de un testimonio histórico:
Agencia Carta Maior - Inicialmente, ¿cómo __evalúa usted ese proceso político que condujo a la victoria del Frente Amplio en Uruguay?
Pepe Mujica - Bueno, es un proceso muy a nuestro estilo, el de un pequeño país que es la antítesis del país a que ustedes pertenecen. Ustedes crecen un Uruguay entero cada año. Nosotros somos un país bastante vegetativo, somos una esquina importante, pero una esquina. Tenemos dos partidos tradicionales (blancos y colorados) que hace más de cien años gobiernan este país y que son un fenómeno. Creo que son los más antiguos partidos que tenemos en Occidente, lo que nos muestra que al menos alguna habilidad tienen. Nuestra generación está en esta lucha hace no más que 30 o 40 años. Finalmente, llegamos, un poco convenciendo al pueblo, si bien que ellos también nos dieron una mano. Destrozaron mucho a este país. Hay un sector de opinión al que ganamos, pero hay otro que no votó. Aclaro esto porque es bueno tener una humildad de carácter estratégico frente a los compromisos que tenemos por delante.
Es muy importante haber vencido la elección, pero es más importante aún no fracasar, no frustrar a las personas y lograr resolver al menos parte de los problemas que tenemos. Uruguay, así de pequeño como es, también tiene sus tradiciones, su cultura. Siempre fue el país que mejor repartió, en América Latina; fue el país más equitativo, históricamente, en un continente injusto, el más injusto de los continentes. Este país tiene la característica de ser un país de clase media, que nos dio una manera de ser bastante liberal, no en el sentido económico, sino liberal en las relaciones humanas, a pesar de las diferencias. Pero hubo un período en que la crisis fue tan grande, pero tan grande, desde el punto de vista económico, que empezamos a perder algunas de esas características históricas y a sufrir una verdadera degradación de nuestra propia sociedad. No es que estemos más pobres. El problema es que estamos excluyendo a las personas.
CM - ¿La última crisis, que usted menciona, es la de 2000 hasta ahora?
PM - Sí, culminó en 2000, pero es un proceso que venía de antes. Durante la década de los 90, la economía creció, pero crecieron, también, el desempleo y la pobreza. Es decir, Uruguay fue perdiendo su característica de ser un país que repartía un poco mejor que otros.
CM - En ese contexto, ¿cómo se llegó al momento actual, particularmente al momento de la victoria de Tabaré Vázquez? La historia del Frente Amplio es muy rica, una historia con muchas sumas y con muchas deserciones. ¿Cómo ve usted ese trayecto, de más de 30 años, de la izquierda uruguaya?
PM - Es un trayecto posible dentro de la cultura uruguaya, no tiene que ver particularmente con la izquierda. Esa cultura creó una plataforma común, una manera de ser. La política, para nosotros, es una eterna negociación. Podemos caminar con diferencias, pero vamos negociando. Una de las características de la izquierda, en cualquier parte del mundo, es su tendencia a atomizarse. Cada organización de izquierda suele creer que posee la verdad revelada y que tiene que luchar contra las otras organizaciones. ¡Y eso es visto como una cuestión de principios, capaz de hacer correr la sangre! Entonces, para juntar a la gente de izquierda, es horrible, en cualquier parte del mundo. En Uruguay también tenemos esa dificultad. Pero nosotros tenemos esta cultura de la negociación. Estrictamente, en el sentido europeo de la palabra, el Partido Colorado y el Partido Blanco nunca fueron partidos, sino que siempre fueron frentes, siempre tuvieron enormes diferencias internas, pero aprendieron a negociar entre ellos y, por eso, se mantuvieron en el gobierno durante tanto tiempo.
Eso nos lleva a sacar algunas conclusiones. Lo que es rígido, no dura. Son más fuertes las cañas que se inclinan. Nosotros tenemos una ley que ustedes no pueden entender. Hay que ser uruguayo para entender. Durante mucho tiempo, el Partido Nacional (blanco) y el Partido Colorado indicaban tres candidatos. Ellos peleaban entre sí, pero los votos de cada uno iban para el mismo partido. No se perdía ningún voto. Ellos se sumaban. Nosotros siempre criticamos esa práctica, pero después acabamos utilizándola. Estaban los comunistas, los socialistas y varias otras fuerzas. Se fue creando una cultura y una tradición de negociación y aprendimos a estar todos dentro. La práctica histórica demostró eso: aprendimos que la suma nos multiplicaba a todos. No se trataba sólo de una cuestión de suma aritmética. Todos crecíamos con esa suma, pues nos fuimos transformando en un polo de referencia. Hoy tenemos a muchos militantes que son hijos de padres que eran frentistas (militantes del Frente Amplio). Entonces, aprendimos a convivir con nuestras disidencias: todos, antes que todo, eran frentistas. Este año, nos gusta este y vamos con este; otro año, vamos con aquel, pero siempre permaneciendo dentro del Frente. Eso es muy uruguayo. Es difícil, para quien mira desde fuera, entender ese proceso. Hay críticas, disidencias, todo eso, pero siempre estamos dentro. Desde el momento de la fundación del Frente Amplio hasta ahora, nunca dejamos de crecer.
CM - ¿Cuáles fueron sus sentimientos el día 15 de febrero, cuando asumió su cargo en el Senado y pasó frente a la guardia del Batallón Florida, donde estuvo preso?
PM - Para mí, esa es una lección de vida que debe ser transmitida a las nuevas generaciones, sobre todo para los momentos en que alguien puede sentirse derrotado. Pues la vida me golpeó, la vida me dio un esquinazo, todo eso. La vida tiene muchas cosas amargas, pero también ofrece revanchas. El problema es saber vivirla con continuidad y tener la capacidad de levantarse, cuando se ha caído. Nosotros tuvimos esa experiencia (de la prisión); no la buscamos, ni la planeamos, ocurrió de un modo que supera la imaginación de un novelista. Pero no vivimos para cultivar una memoria, mirando hacia atrás. Creo que el ser humano tiene que saber cicatrizar sus heridas y caminar en la perspectiva del futuro. Pues no podemos vivir esclavizados por las cuentas pendientes de la vida; si hacemos eso, no se vive el porvenir de la vida, no se vive lo que está por venir. Y la vida es siempre porvenir. Yo tengo una memoria y sus recuerdos. No puede ser de otra manera. Pero dejo una cosa bien clara: el libro de mis cuentas pendientes, ese yo lo perdí. Y allá estaba yo, frente al Batallón Florida. ¿Pero qué restaba del Batallón Florida? La bandera, los trapos, los soldados marcando el pasado, talvez con hambre, cumpliendo su misión. ¿Y la gente que me llevó a prisión...? ¿de qué me voy a acordar? ¿De eso? No tiene ningún sentido. Es importante no olvidarse de nada, pero pienso que es necesario mirar hacia el mañana. No se vive de recuerdos. Y, como militante, es necesario recordar que las credenciales también envejecen y deben ser renovadas. Y cada coyuntura histórica exige que éstas sean renovadas. No hay ninguna garantía de nada. Por eso, es importante mirar el pasado, pero también es necesario perderle el respeto. Es necesario que hayan nuevos partos, que venga gente nueva.
CM - Usted habla del futuro. El futuro, aquí en Uruguay, es un problema, pues una gran parte de la juventud se ha ido del país. ¿Qué es posible decirle a la juventud que está ahí?
PM - Sí, ese es un problema dramático, es un problema de existencia. O logramos revertir esa situación o, entonces...No se puede tener un pequeño país fuerte y vacío. Van a entrar brasileños, van a entrar otros, esto será ocupado. No hay ningún problema, ya ocurrió más de una vez en la historia de Uruguay. También las naciones mueren, mi querido amigo. Hay muchos pueblos que desaparecieron de la vida de la tierra. Y ahora estamos en un baile, un baile desde el punto de vista estratégico. Necesitamos tener la inteligencia de superar nuestras pequeñeces y nuestro chauvinismo, o entonces no vamos a hacer nada.Estamos llegando demasiado tarde, perdimos demasiado tiempo, nos quitaron demasiadas cosas. La propiedad más valiosa es el talento. Y el problema no es que se hayan llevado a nuestra gente, sino que nos llevaron a la gente más valiosa. Gastamos una fortuna para darle formación a un científico, a un profesional, y ellos se van del país porque les pagan mejor allá afuera. Y en ese vuelo, siempre perdemos. Así, tenemos un bueno desafío en este tiempo.
CM - ¿Y cómo ve usted este nuevo escenario de América Latina, con los nuevos gobiernos en Brasil, en Argentina, en Venezuela, en Uruguay...?
PM - Creo que tenemos una coyuntura más favorable, en la medida en que tenemos gobiernos más decentes, con una voluntad política de tratar de juntar nuestros recursos, de multiplicar nuestra infraestructura común, de elaborar una política energética común. No quiero meterme en la política brasileña, pero una de las cosas más interesantes de la apuesta de Lula es el prestigio internacional que viene acumulando. Eso me parece muy interesante. Brasil está obligado a hacer eso, obligado por sus dimensiones, por los recursos que tiene. Pero liderar significa tener responsabilidades. ¡Vea qué problema! Si Brasil fracasa, eso nos arruinará a todos. Por eso, tenemos la obligación de entender esa jugada. Argentina es un país formidable, pues estuvo destrozada y en dos años logró levantarse. No hay ningún país en América Latina que tenga el poder de reacción de la Argentina. Es una cosa espantosa.
CM - Usted hablaba, antes, del Uruguay como una esquina...
PM - Sí, la esquina es el Uruguay. El Uruguay es un país muy pequeño. ¿Por qué existe, entonces? Porque es un lugar importante. Las grandes potencias hicieron todo lo posible para explotar nuestras contradicciones, entre Uruguay, Argentina y Brasil. Inglaterra no quería que la costa atlántica quedara bajo el control de un sólo país. Y entonces explotaron nuestras contradicciones, como hicieron tantas otras veces en la historia de América Latina. Ahora, estamos intentándolo otra vez, en una otra etapa histórica, y Uruguay tiene su papel a jugar. Tenemos que juntarnos todos, grandes, pequeños, medianos, todos. Porque, del otro lado, el mundo va hacia el Asia. Y yo no sé lo que ocurrirá en los próximos años, pero estoy seguro de que necesitamos juntarnos.
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Continuarà...
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