Mujica: "Asaltar el poder con los cañones de la inteligencia"
El principal objetivo estratégico de la izquierda uruguaya y latinoamericana debe ser asaltar el poder con los cañones de la inteligencia y del conocimiento, defiende el senador y ministro José Pepe Mujica, en la segunda parte de la entrevista exclusiva a la Agencia Carta Maior.
Marco Aurélio Weissheimer
En la segunda parte de la entrevista exclusiva a la Agencia Carta Maior, el senador y ministro uruguayo, José Pepe Mujica, define aquel que cree ser el principal objetivo estratégico de la izquierda uruguaya y latinoamericana: asaltar el poder con los cañones de la inteligencia. Según el ex guerrillero tupamaro, "podremos andar en alpargatas, con las ropas remendadas, lo que queremos es meter cosas en la cabeza". "O hacemos eso, o fracasamos", resume. La verdadera prioridad, defiende Pepe Mujica, "es acumular cosas en la cabeza, principalmente en la cabeza de nuestros hijos, en nuestros países subdesarrollados". "Es preferible que vivan con ciertas dificultades materiales, pero que tengan ventaja en sus cabezas, ventaja de conocimientos".
El líder político uruguayo también identifica lo que considera ser una de las principales deficiencias de la izquierda actualmente: la pérdida de la dimensión estratégica de la disputa política. "No creo que se pueda crear una sociedad mejor con una población analfabeta o casi analfabeta, embrutecida en el terreno del conocimiento y de la vida. No se puede crear una sociedad mejor con un pueblo primitivo y bárbaro, embrutecido. En eso, estoy más cerca del viejo Marx que de Lenin. La izquierda tiene que resolver ese problema. La izquierda tiene la mala costumbre de crecer y perder de vista el pensamiento estratégico, sumergiéndose en movimientos tácticos, perdiendo la capacidad de pensar".
CM - En Brasil, sectores del PT decían, hasta hace muy poco tiempo, que el gobierno Lula estaba en disputa, particularmente en lo que respecta a su política económica. Ahora, casi nadie dice eso, después de la consolidación de la línea implementada por el Banco Central y por el Ministerio de la Hacienda. Aquí, en Uruguay, ya hay artículos en la prensa afirmando que el gobierno de Tabaré ya comienza en disputa. ¿Usted cree que este gobierno está en disputa?
PM - Es evidente que nosotros tenemos, dentro del gobierno, puntos de vista diferentes. Pero no se preocupen mucho. Nosotros somos un país financiable, Brasil no. Nuestros problemas económicos son graves por las dimensiones de Uruguay. Y son graves porque no hicimos nada, no incomodamos a nadie. Tenemos un problema de mercado. Tenemos una economía complementaria con la región, particularmente con Brasil. Nosotros no queremos entrar en Brasil. Si logramos hacer que nuestro mercado llegue un poco hasta São Paulo, ahí ya se acabó el Uruguay, ya comercializamos todo lo que tenemos. También tenemos que cambiar nuestra política. Solamente en intereses de la deuda, pagamos, por año, lo mismo que pagamos a los servidores públicos, más dos veces los gastos que tenemos con educación. Solamente para pagar los intereses. Eso es muchísimo. En realidad, no estamos pagando esa deuda. Nosotros fingimos que pagamos y ellos fingen que nos cobran. Y por ahí vamos. Aplicando números, negociando. Es un teatro. Esa deuda es impagable. Uruguay, este año, exportó bien, llegó a 3,5 billones de dólares, un record.
Nuestra cuenta de intereses es de 700 millones de dólares por año. Pagamos más en intereses que en combustibles. Y estamos hablando solamente de los intereses, no de lo principal de la deuda. Entonces, estamos atados a eso. Y me veo viejo, gritando contra el Fondo Monetario Internacional. Pero eso no cambia. Uno grita, pero el Fondo sigue igual, está ahí. Lo que es necesario cambiar es nuestra postura. Porque a mí, nunca me colocaron un 45 en la cabeza, obligándome a pedir dinero prestado. El problema es que estamos educados para pedir prestado cuando enfrentamos dificultades. Y ellos, generosamente, nos prestan. No lograremos cambiar el mundo con gritos, lo que es necesario cambiar, en primer lugar, es nuestra conducta. El día en que aprendamos a vivir con lo que tenemos, estaremos libres. No tenemos que cambiar al Fondo, somos nosotros los que tenemos que cambiar.
Ahora, los problemas son a corto plazo y es imprescindible hacer algo ya. Nosotros llegamos al poder y tenemos que lidiar con esas restricciones fiscales, de presupuesto y todo lo demás, y acabamos transformándonos en badministradores de la crisis global del sistema. Yo sé que hay una tragedia ben eso, para nosotros que somos de izquierda. Yo lo sé bien. Es mucho lo que está en juego en Brasil, por ejemplo. Es toda nuestra suerte lo que está en juego. Estoy absolutamente consciente de eso.
CM - ¿Cómo piensa usted que las fuerzas conservadoras reaccionarán aquí, en Uruguay, frente al nuevo gobierno? A fin de cuentas, por primera vez en la historia del país, ellas están fuera del poder. Algunos editoriales de periódicos uruguayos ya presionan al gobierno a mantener la responsabilidad fiscal y la política económica actual, de un modo similar a lo que ocurrió en Brasil, al comienzo del gobierno Lula. ¿Cómo ve usted ese cuadro?
PM - Sí, el déficit fiscal y la inflación son fantasmas comunes que nos cercan por todos lados. Creo que la derecha más inteligente jugará un juego de tratar de fortalecer, en todos los sentidos, nuestras imágenes internas más suaves y racionales. En lugar de una oposición frontal, tratarán de posicionarse lateralmente. Nosotros podemos caer en ese juego y situarnos más a la derecha, dando origen a una nueva tecnocracia más moderna, lo que, desde el punto de vista esencial, sigue siendo lo mismo que se venía haciendo. Ese, creo, es el papel que será desempeñado por la derecha inteligente. Después está la derecha tonta, fascistoide, esa no jugará ningún papel, no hay espacio para ella. Uruguay es un país con una política muy fina, muy sutil.
CM - En su evaluación, ¿cuáles deben ser los principales objetivos estratégicos del gobierno de Tabaré Vázquez?
PM - El problema central que tenemos que resolver es el del trabajo, que es un factor de estabilidad fundamental. Si no resolvemos ese problema, fracasaremos. Al comienzo, vamos a organizar algunas operaciones de emergencia, lo que no deja de ser una medida un poco economicista, por las características del Uruguay. Si usted da alguna ayuda a quien no tiene qué comer, nuestra economía se moviliza desde abajo, porque es un país productor de alimentos. Pero eso tiene piernas cortas. Algunos creen que vamos a terminar con la miseria en dos años. Ningún país, jamás, ha logrado eso. Yo bajo la cabeza cuando escucho eso. Pero en la izquierda siempre hubo mucha gente así, ingenua. Lo que tenemos que priorizar es el problema del trabajo, utilizando todos los instrumentos que estén a nuestro alcance, aprovechando los mecanismos más heterodoxos que puedan existir. Nuestro problema es generar trabajo, pero trabajo auténtico, que genere algún valor, que tenga un mínimo de productividad. No se trata de ponernos a abrir pozos, dando empleo a algunas personas para abrirlos y otras para cerrarlos.
CM - ¿Eso quiere decir que ustedes no piensan en políticas compensatorias, algo como dar ayuda en dinero a la población?
PM - No, nosotros creemos que es necesario pedir contrapartidas. Siempre es necesario pedir contrapartidas. Si no implementamos mecanismos que generen valor, estamos fritos. Uruguay pasa por una crisis brutal que exige eso. Tenemos que utilizar enormemente nuestra capacidad ociosa. Utilizar bien nuestros recursos no es un problema de honradez, es el único margen disponible que tenemos. Tenemos que movernos con los mismos recursos que tenemos hoy y generar valor y riqueza a través de ellos. Podemos tener a favor, en este proceso, un sistema compensatorio con la región, una política más decente con la región. Durante muchos años tuvimos una política de comercio superavitário con Brasil, antes de la desvalorización del real (al inicio del segundo gobierno Fernando Henrique Cardoso). Después, pasamos a comprar productos de Corea, de Japón. Así no es posible. Es necesario ser un poco más decente. El comercio es una guerra, pero creo que hay viento a favor para que tengamos una política más articulada en la región. En caso contrario, no iremos a ninguna parte.
Por otro lado, creo que no es posible hacer transformaciones relativamente importantes antes de 15 o 20 años. Para eso, tenemos que conquistar el derecho a que las personas nos respalden. Hay muchas cosas que cambiar y estamos muy limitados. Necesitamos, también, cambios en el mundo. Es necesario tener la capacidad de resistir, esperando a que las cosas empiecen a cambiar a nivel mundial, lo que nadie sabe cuándo puede ocurrir. Vivimos en un mundo unipolar, lo que significa límites enormes. Los chinos, por ejemplo, no tienen prisa, ellos tienen mucha paciencia, siempre tuvieron. Necesitamos tener alguna alternativa. Cuando me referí a la política externa del gobierno Lula, que me parece muy correcta, de buscar una aproximación con la India, con China y con otros mercados, estaba diciendo que ese es uno de los caminos que debemos perseguir. Si no, estamos jodidos. Lo que más me asusta, en realidad, es la desventaja tecnológica que sufrimos. El recurso más inagotable que existe es la inteligencia humana. La gran batalla que debemos enfrentar no es la batalla de la propiedad, sino de la propiedad de la inteligencia. Por eso también la importancia que tiene Brasil, por la estatura que tiene. Se trata de una batalla en el terreno de la universidad, en el terreno del conocimiento, en el terreno de la generación de conocimiento propio. Si no logramos libertarnos un poco en el terreno del conocimiento, estamos quebrados. Esa es la tragedia que vivimos.
CM - A partir del día 1° de marzo, usted pasa a ser ministro de la Ganadería, Agricultura y Pesca. ¿Por dónde piensa empezar?
PM - Ya empezamos hace mucho tiempo. Llegamos donde llegamos porque ya empezamos a pensar en eso hace bastante tiempo. Si Roma no viene a mí, tengo que ir a Roma. La izquierda llegó al gobierno porque entendió eso. Hace más de diez anos, comenzamos esa caminata, fuimos a conversar con los productores. Al principio, nos miraban como sapos de otro pozo, como extraterrestres. Ese trabajo fue muy costoso. Uruguay es un país ganadero. No se olviden que Uruguay tiene 3,2 millones de habitantes y 12 millones de vacas, y ahora estamos jodidos, tenemos también diez millones de ovejas. Ese es el país real. Tenemos dos mil empresas que son dueñas de la mitad del país. Son los tipos más patriotas del país, son los que tienen más patria, más cantidad de tierra. En parte, son ellos el poder real. Pero están perdiendo la tradición, ya no son lo que fueron. Entonces, ellos, en parte, también nos necesitan a nosotros. Están bajo amenaza de ser expropiados por las empresas mayores que vienen de fuera, por las multinacionales que están comprando tierras, plantando árboles y todo lo demás. Entonces, creo que
ellos nos van a apoyar. Creo que ahí no reside el problema. Creo que tendremos problemas con el sistema financiero, con el sistema importador y, en parte, con el aparato policial y no con el aparato militar. En el interior rural, tenemos planes para seguir avanzando. Lo intentaremos, dentro de las leyes del sistema capitalista. Vamos a pedirles a los burgueses que trabajen, no que sean socialistas. Queremos que ellos trabajen, inviertan y se endeuden menos. No vamos pedirles lo que ellos no pueden dar. Hoy estamos hablando de eso.
No creo para nada en esa tesis sobre fin de la historia. Es el fin de mi generación, de mi tiempo. Pero yo también cambié mi modo de pensar. Antes pensaba que cambiando las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, se cambiaba a la humanidad. Después de lo que pasó en este mundo, tenemos un problema que va más allá de la cuestión de clase, tenemos un problema con la civilización, que es otra historia. En cierta medida, soy más radical hoy de lo que era antes. Una vez estuve en una universidad en el bloque socialista y algunos estudiantes querían comprarme una camisa de nylon, una porquería insoportable de calor. Pero los estudiantes del polo soviético jamás habían visto una camisa de nylon y estaban deslumbrados con aquella porquería. Ellos se habían quedado con los mismos valores del sistema que decían combatir. Entonces, creo que el problema cultural, el problema del pensamiento, es mucho más importante. No hay ningún cambio en el terreno material si no hay cambio en la cabeza. Y los cambios en la cabeza son los más costosos y difíciles. Es eso lo que pienso.
CM - ¿Cómo _evalúa usted que será la relación del nuevo gobierno con la prensa uruguaya? ¿Usted cree que puede haber algún tipo de confrontación?
PM - La prensa en Uruguay está en manos, esencialmente, de la derecha. Desde el punto de vista empresarial, dependen mucho de los ingresos de propaganda del Estado. Ellos tienen sus problemas. No creo que vayan a complicar nuestra vida. La izquierda no tiene prensa. Tiene una prensa raquítica. Los grandes medios están en manos de la derecha. Desde ese punto de vista, talvez tengamos algunos dolores de cabeza. Tenemos algunos estudios sobre la posibilidad de redistribuir espacios en la televisión y la radio y utilizar algunos medios que ya pertenecen al Estado. Tenemos un canal de televisión que llega a todo el país, que está subutilizado y tiene un potencial importante. Ahí tenemos un campo de batalla. Lo más curioso es que la inmensa mayoría de los trabajadores de prensa son de izquierda y trabajan en los medios de la derecha. Es así. Creo que los medios de comunicación tienen cada vez más importancia y que ahí hay una batalla en el terreno de la opinión, que es cada vez más decisiva. La izquierda no debe dar ventaja a la derecha en ese terreno pero, desgraciadamente, se preocupa muy poco con ese problema. En lugar de tener una radio potente, compramos un galpón, o algo de ese tipo.
CM - Una pregunta final, el gobierno brasileño ha venido implementando unapolítica externa que ha sido reconocida internacionalmente como algo nuevo. ¿Cómo ve usted la cuestión de la integración política, económica y cultural del continente?
PM - Creo que la cuestión cultural es fundamental. No debemos reducir la cultura a algunos espectáculos, programas de televisión, etc. Ese es el mercado de la cultura. La cultura es elaborar un pensamiento propio. Necesitamos de universidades comunes, de investigaciones comunes. Necesitamos especializarnos en algunas cosas. Nosotros tuvimos, recién, una batalla para sacar al rector de la universidad de ciencias y colocarlo como candidato a alcalde de Montevideo. Porque queremos asaltar el poder con los cañones de la inteligencia. En este país, podremos andar en alpargatas, con ropas remendadas, lo que queremos es meter cosas en la cabeza. O hacemos eso, o fracasamos. Vivimos en una sociedad consumista. Todo tiene la misma prioridad, que es consumir. Y la verdadera prioridad es acumular cosas en la cabeza, principalmente en la cabeza de nuestros hijos, en nuestros países subdesarrollados. Es preferible que vivan con ciertas dificultades materiales, pero que tengan ventaja en la cabeza, ventaja de conocimiento.
Yo creo en el socialismo como una necesidad de carácter histórico, porque si no, el mundo se va a ir a la mierda. Pero no creo que se pueda crear una sociedad mejor, con una población analfabeta o casi analfabeta, embrutecida en el terreno del conocimiento y de la vida. No se puede crear una sociedad mejor con un pueblo primitivo y bárbaro, embrutecido. En eso estoy más cerca del viejo Marx que de Lenin. La izquierda tiene que resolver ese problema. La izquierda tiene la mala costumbre de crecer y perder de vista el pensamiento estratégico, sumergiéndose en movimientos tácticos, perdiendo la capacidad de pensar. Si vamos a tener sociedades idiotizadas por malos programas de televisión, donde el sujeto empieza a verlos a las tres de la tarde, sin ninguna capacidad crítica sobre lo que está viendo, estamos fritos. Estamos fritos. Ahí están los Estados Unidos, la sociedad más tonta que existe, que hace política con las mismas técnicas con que se vende pasta de dientes, que vende un candidato a presidente del mismo modo como vende una camisa. Si eso es el progreso, Dios me libre de él.
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