Si el primer debate de los premajunches no pasó de ser una parodia, el
segundo fue peor. Tanto, que ahora insisten en que nunca dijeron que eso
sería un debate.
Del primer show resultaba obvio que no podía esperarse mucho, dados los
bobos a quienes prepararon unas preguntas para que todos terminaran
contentos.
No había opción, primero porque los majunches no participarían en el
show si nos les garantizaban que las preguntas no iban a ser “incómodas”
y segundo, porque si dejaban que las interrogantes surgieran del libre
albedrío de la “intelectualidad de los estudiantes de la UCAB, se corría
el riesgo que le preguntaran a alguno de los candidatos si declararía a
Osmel Souza patrimonio cultural de Venezuela.
Del segundo, sin mayores expectativas por el nivel intelectual y político
de los candidatos, se esperaban preguntas de mayor profundidad por
tratarse de periodistas de experiencia que de una u otra forma exponían
al público su habilidad para entrevistar.
¡Qué va! Los periodistas resultaron peor que los bobos de la UCAB y
prácticamente al mismo nivel de los entrevistados.
Creo que uno no terminará nunca de asombrarse de la capacidad para hacer
el ridículo que tienen estos escuálidos, pues hay que quererse muy poco a
sí mismo, para prestarse como profesional a una pantomima como “el
segundo gran debate”.
Es inexplicable, por ejemplo, que a un periodista con alguna experiencia
y una pizca de seriedad no se le ocurriera preguntarle a Capriles
Radonski que opinaba del asalto a la embajada de Inglaterra en Irán y las
reacciones internacionales que el acto generó.
Esa era una pregunta obligatoria… claro si se tratara de periodistas
serios y con ética.
Tampoco se atrevieron a preguntárle como aspiraba a que el electorado
creyeran en su campaña de inclusión y amor, si cuando ha tenido un
poquito de poder ha actuado como un fascista encarcelando funcionarios
por razones políticas, ha asumido el papel de juez y fiscal para ordenar
la captura de chavistas, ha asaltado embajadas y ha cerrado locales donde
funcionaban módulos de Barrio Adentro, preescolares y escuelas.
Cualquier principiante en el periodismo no habría dejado pasar la
oportunidad de preguntarle a Pablo Pea, cómo podía alguien creer en su
propuesta de crear, en su primer año de gobierno, un millón de puestos de
trabajos en condiciones dignas, si todos los días del mundo hay
protestas frente a la gobernación del Zulia por el despido injustificado
de trabajadores, por el acoso a los mismos, por la no cancelación de los
salarios y utilidades, en exigencia del pago a los jubilados y por el
reconocimiento del aumento del salario mínimo vigente en el país.
Esos “periodistas” son en definitiva unos pobres diablos que ni siquiera
se quieren a ellos mismos. Por el cerebro de ninguno de ellos cruzó la
idea de preguntarle a la sifrinita sino resultaba demagógico, además de
estúpido, proponer que en su gobierno, con el capitalismo popular como
bandera, todos seríamos empresarios. ¿Se habrá preguntado esta tonta
quiénes harían el trabajo que requieren los empresarios?
A estas alturas, probablemente usted, amigo lector, pensará que estoy
siendo demasiado duro con esos pseudoperiodistas, pero es que no hay
otra manera de describir su actuación. Peca de imbécil el comunicador que
teniendo la oportunidad de hacer una pregunta a Leopoldo Cheque no
indague sobre la posición de su hipotético (y bien hipotético) gobierno
ante funcionarios públicos que se aprovechen de su posición en empresas
del Estado para emitir cheques por cifras millonarias a nombre de
organizaciones que ellos mismos manejan.
Y qué decir de un periodista al que no se le ocurra preguntarle a Diego
Arria como alguien podría creer que él es capaz de liderar un gobierno
honesto si formó parte del gobierno más corrupto de la historia
venezolana y fue además uno de los funcionarios de ese gobierno sobre el
que se hicieron mayores acusaciones por corrupción.
Tampoco se le ocurrió a alguno de esos periodistas chimbos preguntarle a
Arria por qué jamás se planteó acusar ante un tribunal internacional a
Carlos Andrés Pérez por el asesinato de diez mil venezolanos durante el
caracazo.
Al loquito Medina, por lo menos en la opinión de este aprendiz de
escribidor, no valía la pena hacer alguna pregunta.
arellanoa@pdvsa.com