Bolívar en la poesía mayor de nuestra Patria Grande
A 181 años de la partida física de nuestro más grande hombre, el Libertador Simón Bolívar, es bien propicia la ocasión para deleitarnos emocionados del mayor fervor patrio con estos versos de insignes poetas latinoamericanos que hemos tomado de una magnífica selección que hizo en la década del cincuenta el poeta tachirense Manuel Felipe Rugeles, la cual fue editada por la embajada de nuestro país en Buenos Aires, bajo el título: “Poetas de América cantan a Bolívar”.
Leamos, sin más preámbulos, este exquisito obsequio como un sentido homenaje a nuestro máximo héroe :
Ricardo
Miró (1) en su poema “Al Libertador”, nos dice:
Bien está que a tus plantas se prosterne la
América, / si un día echó en olvido tu loca hazaña homérica
/ que surge, tras un siglo, con mayor claridad. / Pues si
fuiste el más Grande Capitán de la Historia, / serás desde
hoy, sobre este pedestal de tu gloria, / el Centinela eterno
de nuestra libertad!
Vicente Huidobro (2) en su “Alegoría a Bolívar”, expresa su
angustia, al decirle:
Ahora te preguntan tus estatuas:
¿Cumpliste con / la ley prevista de tu día histórico? / Y tú
crees que sí. Y tal vez la razón sea contigo. / Simón, hay
tinieblas sobre el mundo. Aún reina / la noche en tus
Américas. / Hoy los hombres estamos empeñados en libertar al
hombre de una esclavitud, si no mayor a la que tú rompiste.
Estamos batallando por una libertad más alta que la tuya./
La libertad total a que aspiramos busca en estas tierras un
nuevo y gran Libertador. / Pronto, Simón, desata tus amarras
de las sombras, / desenvaina tu espada color lluvia
bienhechora y toma / tu sitio en nuestras filas./ Ahí está
tu caballo de ijares impacientes, vibrando como un gran
violín de marsellesas y cantos resucitados. Ahí está
esperando tu caballo. / Y detrás millones de jinetes como
olas efervescentes. / Pronto nuestras montañas saludarán al
alba que se acerca con un rumor de pasos milenarios que
vienen desde el fondo de la historia con una Interminable
procesión de esqueletos heroicos.
Por su parte, el inmortal nicaragüense Rubén Darío (3), en su
poema “Oda”, exalta la figura del héroe:
¡Bolívar! Alto nombre / que de justo
entusiasmo el pecho inflama, / fue semidiós, no hombre: /
ante el tiempo lo aclama / la sonora trompeta de la fama. /
La América garrida, / hoy levanta un clamor que se dilata /
de la vega florida / del Orinoco al Plata / que turbulento
su raudal desata. / Bolívar se levanta / con la aureola
inmortal que orna su frente / y coloca su planta / sobre el
Ande; y ardiente / sonríe con amor al continente. /
Antonio De Undurraga (4) en su “Memorial a Bolívar, al igual que
lo hace su coterráneo Huidobro, lanza un grito de angustia,
cuando le canta:
Hoy clamo a ti, Gran Ciudadano, a ti
cara a cara, junto a las bocas del Orinoco, / hoy que hay
tanto papel mojado, tanta hormiga naufragando en sus
tratados y tan poca levadura en las columnas…/ Porque ¡ay!
del ciudadano de los Estados Desunidos de la América del
Sur, / ¡miradlo!, es sólo un cadáver sometido a autopsia en
las aduanas; / en las tripas registradas y desinfladas de
sus escuálidos enseres, / y ved cómo en sus trapos revueltos
crece una levadura tuya que grita, no se resigna, y
protesta: levadura de dios guillotinado / que no se resigna
de tantos pasaportes, cambios diferenciales, preferenciales,
demenciales, / de la clámide y la cláusula de la nación más
aborrecida que protesta por la disputa del farol y el
escarabajo en traje de Pierrot más astuto y más grande del
mundo; / por la sempiterna pugna de sus hombres desnudos que
sólo aceptan negociar entre sí sus almas en dólares; / por
el chorro de la ola nocturna, por las gigantescas columnas
de petróleo negro, quizá por su destino de la rica heredera!
/ Por eso, hoy he tenido la irreverencia de hablarte, ¡oh,
Gran Ciudadano!, / yo que soy un hombre sin mando y sin
cátedra, desvalido y verídico, / con sus zapatos sollamados
por las cenizas / que la eternidad resta al Cotopaxi / y a
la serena y vegetal compostura de las araucarias: / verdes
indias siempre en armas….
Del héroe y mártir de la lucha por la independencia de la Cuba
revolucionaria, ejemplo de dignidad para todos los pueblos del
mundo, José Martí (5), hemos tomado de su escrito “Gran Héroe”,
lo que el propio Rugeles dice del mismo: “si bien
tiene las formas externas de la prosa, es, por su esencia
misma, por su contenido simbólico, por la riqueza de sus
imágenes, un poema…”.
Cuentan que un viajero llegó a Caracas
al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no
preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba donde
estaba la estatua de Bolívar. / Y cuentan que el viajero,
solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba
frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre
cuando se le acerca a un hijo. / El viajero hizo bien,
porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un
padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él, porque
la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe
famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido.
Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean
por ver libre a su patria. / Bolívar era pequeño de cuerpo.
Los ojos le relampagueaban y las palabras se le salían de
los labios; parecía como si estuviera esperando siempre la
hora de montar a caballo. / Era su país, su país oprimido,
que le pesaba en el corazón y no lo dejaba vivir en paz. La
América entera estaba como despertando. / Un hombre solo no
vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no
se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se decide a la
guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar
a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos
hombres y no pueden consultarse tan pronto. / Ese fue el
mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad
de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba. Lo
habían derrotado los españoles: lo habían echado del país.
El fue a una isla, a ver su tierra de cerca, a pensar en su
tierra. / Un negro oneroso le ayudó cuando ya no quería
ayudarlo nadie. Volvió un día a pelear con los trescientos
héroes, con los trescientos libertadores. / Libertó a
Venezuela. / Libertó a Nueva Granada. / Libertó al Ecuador.
/ Libertó al Perú. / Fundó una nueva nación, la nación de
Bolivia. / Ganó batallas sublimes con soldados descalzos y
medio desnudos. / Todo se estremecía y se llenaba de luz a
su alrededor. / Los generales peleaban a su lado con valor
sobrenatural. / Era un ejército de jóvenes. / Jamás se peleó
tanto ni se peleó mejor en el mundo por la libertad. /
Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los
hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de
América a ser libre. / Los envidiosos exageraron sus
defectos. / Bolívar murió de pesar en el corazón más que de
mal del cuerpo, en la casa de un español de Santa Marta. /
¡Murió pobre y dejó una familia de pueblos!
Miguel Otero Silva (6) en su poema “El Libertador”, reitera que
su gesta aún pervive intacta en la conciencia del pueblo:
Hoy la sombra está muerta frente a su
pueblo vivo. / Frente a su mismo pueblo sobre el mismo
paisaje, / rumiando el mismo pan y la misma amargura. /
Pueblo que aún persigue por las rutas con sol / lo que la
arrolladora voluntad de la sombra buscaba. / Hoy la sombra
está muerta, mas su pueblo está vivo. / Pueblo vivo y en
marcha con la mirada fija / en la bandera libre que tremoló
la sombra. / Arar nunca es en vano. / Ni en el mar…
Pablo Neruda (7), cuyo Canto a Bolívar es parte integrante de
esa colección maravillosa que nos brindó Rugeles, constituye
para nosotros no sé si el final o el comienzo de una llamarada
lírica hacia un horizonte amplio y abierto, donde siempre nace
la luz…:
Bolívar, Capitán, se divisa tu rostro. /
Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo. /
…Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado. / Los
malvados atacan tu semilla de nuevo; / clavado en otra cruz
está el hijo del hombre. / Pero hacia la esperanza nos
conduce tu sombra. / El laurel y la luz de tu ejército rojo
/ a través de la noche de América, con tu mirada mira. / Tus
ojos que vigilan más allá de los mares, / más allá de los
pueblos oprimidos y heridos, / más allá de las negras
ciudades incendiadas. / Tu voz nace de nuevo; tu voz otra
vez nace; / tu ejército defiende las banderas sagradas; / la
Libertad sacude las campanas sangrientas / y un sonido
terrible de sonidos precede / la aurora enrojecida por la
sangre del hombre. / Libertador, un mundo de paz nació en
tus brazos. / La paz, el pan, el trigo de tu sangre
nacieron; / de nuestra joven sangre venida de tu sangre /
saldrá paz, pan y trigo, para el mundo que haremos! / Yo
conocí a Bolívar, una mañana larga, en Madrid, en la boca
del Quinto Regimiento, / Padre, le dije: ¿eres o no eres o
quién eres? / Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo: /
“Despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo.
Por último, cerramos esta apretada síntesis de una obra poética
latinoamericana bien extensa con un fragmento del poema “En
Santa Marta”, de Manuel Felipe Rugeles:
Diciembre 17. San Pedro Alejandrino. /
El reloj dio la una y paró su tic-tac. / Hora final del
Héroe, del Soñador de América, / del Quijote y el Cristo que
armó la libertad./ Su extraña voz profética se escucha
todavía, / más alta que los Andes, más sonora que el mar. /
Cada vez que renace la conciencia del mundo, / su mensaje
recobra fulgor de eternidad.
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(1) Poeta panameño (1.883/1.940);
(2) Poeta Chileno (1.893/1.948);
(3) Poeta nicaragüense (1.867/1.916);
(4) Poeta chileno (1.911/1.993);
(5) Poeta cubano. Héroe y Apóstol de la independencia de su
patria 1.853/1.895);
(6) Poeta y novelista venezolano (1.908/1.983)
(7) Poeta chileno (1.904/1.973), quien falleció el mismo año del
asesinato de Allende y la toma del poder por los fascistas de la
oligarquía criolla del país austral, en complicidad con los
grandes capitales extranjeros y el apoyo absoluto de la CIA,
bajo la directa conducción de Henry Kissinger, Secretario de
Estado del gobierno de Richard Nixon.
oliverr@cantv.net