Como hemos señalado en entregas precedentes , en Venezuela se vive de la Renta Petrolera (RP) en una proporción muy elevada frente a la obtención de ganancias burguesas derivadas de la explotación de los asalariados, ni de salarios derivados de la industriosidad laboral.
Buena parte de las empresas nacionales son parapetos o mamparas justificativas del saqueo petrolero, al lado de la arbitrariedad administrativa que siguen llevando a cabo los llamados “empresarios mixtos”, habida cuenta de que el país todavía no cuenta con un contable ni con administradores “nacionalistas”, no en la cantidad y calidad necesarias.
A la mayoría del empresariado venezolano poco les preocupa la productividad de sus trabajadores, ni la calidad de sus mercancías. No compiten entre sí y van marcando su estabilidad y viabilidad al ritmo de la RP, ésta en constante zigzagueo hasta ahora: si baja el ingreso petrolero, esas mamparas empresariales detienen su producción, y sólo se reactivan cuando mejoran los elásticos aportes estatales hacia tales o cuales rubros económicos.
De allí su marcado interés en comprar candidatos y en financiar gobernantes. La colusión, el cohecho, el prevaricato, la malversación y corruptelas afines tienen su origen fundamental en esos falsos empresarios vividores del Presupuesto Nacional, de créditos blandos, de donaciones y condonaciones eventuales y de un estancamiento permanente en materia de industrialización.
Para nadie es un secreto que en aras de industrializar Venezuela y de “sembrar” esa RP, llevamos más de 60 infructíferos años, y hoy por hoy el presente gobierno hace maromas para incentivar la producción nacional. Esta ha sido la historia de las últimas 7 u 8 décadas.
Hemos denunciado que nuestros trabajadores no son esquilmados como lo han sido los proletarios europeos, principalmente los ingleses y los de las colonias y ex colonias de igual procedencia. Las reivindicaciones salariales del proletariado nacional han caminado a la par con los beneficios presupuestarios de sus patronos, pero hasta allí.
En nuestro país, tenemos más de 100 años viviendo directa e indirectamente de esa RP, razón por la cual somos una sociedad todavía recolectora y muy poco productora, y mire usted que no se trata de baja inversión industrial, ni de rezagos tecnológicos frente los países altamente industrializados desde hace más de 100 años; de lo que se trata es de simple costo de oportunidad, como bien lo expresa ese proverbio burgués:
“Podemos definir el costo de oportunidad como aquello a lo que renunciamos, en términos monetarios (€ ó $), al tomar una decisión en vez de otra. Por ejemplo, para una persona con un perfil conservador preferirá realizar una inversión en un producto financiero con menor rentabilidad pero con menos riesgo que pueda tener una acción, por ejemplo. Esto es, el costo de oportunidad en este caso sería a lo que renuncia (más rentabilidad) al elegir un menor riesgo.”
El petróleo, como los demás recursos minerales, no es producido por trabajo alguno, se lo toma y vende; se extrae ya “producido en pozos, se le deposita en tuberías con destino a tanques petroleros y hasta allí. No hay mayores contratas laborales petroleras, no hay riesgos empresariuales, no hay aporte de capital. Como sabemos, las inversiones de “capital” no existen en la mal llamada “industria” petrolera, los equipos y obras infraestructurales se costean con los mismos “regalados recursos provenientes de la venta del petróleo, y en todo caso, las inversiones que realizan los explotadores de Pdvsa son una suerte de anticipos de pago por los barriles que indudablemente sacarán cargados de ganancias.
Por esas razones, no se oye ni podríamos leer un discurso ni una promisión a favor de un auténtico desarrollo industrial y nacionaliusta proveniente de una derecha política, más interesada en la RP que en la toma del control industrial burgués; ella no es burguesa ni capitalista, es recolectora.
marmac@cantv.net