Oposición sin Chávez

Supongamos que un día de éstos el presidente Chávez decide no hablar durante un mes. Sus partidarios, sin dudas, caerán en el desconcierto, pero es en la oposición donde el voluntario silencio del comandante causaría estragos. No hay programa de opinión en radio y televisión que no empiece o termine con Chávez como tema que, en este caso, es sinónimo de obsesión. Haga la prueba, sintonice cualquiera emisora o canal y se topará con que sus conductores, por antichavistas que sean, o precisamente por eso, están discutiendo sobre el, para ellos, odiado personaje. Lo mismo le pasará si abre cualquier medio impreso en su sección editorial.

A esta altura no se sabe si es Chávez quien no deja tranquilos a estos opinadores o si son ellos los que no pueden dejar tranquilo a Chávez.

Ignoro cuándo se cerró este círculo vicioso, en el que se vieron atrapados los opositores del jefe del Estado. Es axiomático que mientras más talibán es el antichavista, mayor es su obsesión con el Presidente. Lanzan berridos en la radio, chillan en la televisión, se disparan ripiosos artículos en la prensa y hasta se zambullen en la Internet para disfrutar mejor su patología en el ciberespacio. Es una especie de síndrome de Estocolmo al revés, conforme al cual, por la vía del odio, se hacen dependientes del blanco de ese odio. Los siquiatras no sólo están preocupados por la extraña enfermedad (como lo ha diagnosticado con alarma la Organización Mundial de la Salud), sino también por su naturaleza contagiosa.

La patología del odio genera a la vez una dependencia lingüística. Basta que Chávez lance alguna palabra o frase, para que sus detractores en el acto se la apropien. Pasan entonces días y semanas hablando o escribiendo sobre la última expresión presidencial, hasta que el mandatario suelte una nueva que los mantenga masticando al menos por uno o dos meses. Lo de los cultivos organopónicos les dio de comer durante varias semanas.

La batalla de Santa Inés los mantuvo en pie de guerra de palabras hasta el referendo aprobatorio. Al salir de esta traumática fase, Chávez les lanzó lo de la guerra asimétrica, sin redobles ni toques de diana y todavía siguen hablando y escribiendo sobre eso, aunque no lo entiendan.

La última presa por encima del alambrado fue lo de desarrollo endógeno. Los talibanes de derecha se precipitaron sobre ella y llevan meses teorizando sobre algo cuya comprensión les resulta imposible por razones puramente neuronales. En el caso de los que se venden como radicales es un insalvable asunto de cociente intelectual.

Hugo Chávez es sin embargo generoso y pródigo con sus enemigos. Cada semana los aprovisiona con nuevos términos y vocablos que les permiten escribir, opinar y, a veces, incluso pensar, para sorpresa de sus allegados.

Cuando Luis Herrera Campíns dijo, en diciembre de 1998: “a comprar alpargatas que lo que viene es joropo”, no estaba recurriendo al fácil expediente del refranero ni, en el otro extremo, intentando construir una metáfora en el aire. En ese momento, fue visionario y sincero.

El joropo llegó y la oposición toda, desde la democrática hasta la irredenta y patética, no se ha dado cuenta de que baila al son que le toca Hugo Chávez Frías, al tiempo que su léxico termina por mimetizar el de aquel que consideran su enemigo a muerte. Esta transmutación lleva a una primera y desoladora conclusión: no podrán matarlo sin matarse de alguna manera ellos mismos. Es la tragedia de Aquiles frente a Héctor, pero sin la grandeza épica de los héroes homéricos. No, en la oposición la cosa es más plana y vulgar.

Desarrollo endógeno, guerra asimétrica, misiones, batalla de Santa Inés, Florentino y el diablo, Dulcinea, bolivarianismo, cómo se neutraliza al adversario con la sola fuerza del verbo. Cuando aquel se apropia y hace suyas estas frase y palabras, aunque no lo sepa, está aceptando su derrota, aunque a nivel consciente la rechace con más rabia hacia sí mismo que hacia su supuesto enemigo. Por eso, si Chávez calla por un mes al menos, esa oposición se convertiría en ágrafa y afásica. En mi opinión no debe hacerlo. Una oposición así tampoco es deseable. Cierto que eso de un “chavismo sin Chávez” es una orfandad imposible, pero una oposición sin Chávez resultaría una insufrible y auténtica catástrofe para los militantes de ese lado.

Dios les dé luz.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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