Hace pocas mañanas mi carro se negó a rodar y lo tuve que llevar en ese camión hasta el taller. El conductor era un joven simpático que comenzó, desde que me subí a su vehículo, a sacarme conversación.
Con aprensión fui percibiendo la inevitable deriva. Y sentí en él la misma aprensión al preguntarme (a su manera) qué me había parecido la acusación de ladrón que María Machado le había arrojado al Presidente en plena Asamblea Nacional. Yo, pese a no tener claras las convicciones del gruero, le dije que viniendo de una persona que toma con felicidad la mano de Bush, no tiene por qué asombrar, sus conceptos de la honradez y la ética están tan atrofiados como su inteligencia.
Para mi sorpresa el joven, que resultó un camarada más enterado que lo que yo, por su edad, suponía, me dijo: Peor fue la arrugada de Douglas Bravo, la está apoyando y que por haber demostrado ser una jeva dura. Y me preguntó: ¿Le habrán pasado unos lucas a ese pure infeliz?
Durante unos instantes me quedé pensando que aquel antiguo guerrillero, hace ya muchos años pregonaba, desde la montaña, la insurrección combinada, la conjunción de los factores políticos con el ejercito emancipador heredado de Bolívar. Luego le contesté: No sabía que había dicho eso, supongo que ahora ese viejo se ha convertido, como muchos, en un infeliz necesitado de dinero. Tal cosa es penosa, pero, comprensible, la edad no sólo relaja músculos, también los principios.
Cuando ya en el taller se despidió de mi, me dijo: Usted aunque parece San Nicolás creo que es revolucionario, vaya duro, pa’lante es pa’ allá.
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