Como lo dice Ernesto "Che" Guevara, las revoluciones, transformaciones sociales y radicales aceleradas, hechas de circunstancias; no siempre, o casi nunca, o quizás nunca, maduradas y previstas científicamente en sus detalles; hechas de las pasiones, de la improvisación de hombres en su lucha por las reivindicaciones sociales, no son nunca perfectas. La nuestra tampoco lo es. Cometió errores y comete errores y algunos de esos errores se pagan caros. Hoy se nos demuestra la evidencia de otro, que no ha tenido repercusión, pero que demuestra como es muy cierto el lenguaje popular cuando expresa una vez que "la cabra tira para el monte", y otra, "Dios los cría y ellos se juntan".
Estos comentarios vienen, producto de situaciones que observamos en Venezuela.Un hombre soñador, un quijote sin locura y un luchador, revolucionario hasta la médula como Hugo Chávez, pero que se le ve solo, como que no tiene mucho apoyo de sus colaboradores más cercanos. DE que nuestro movimiento revolucionario tendencias de derecha pretenden seguir pisoteando y vejándonos, que busca el poder para seguir usufructuándolo, para beneficiarse ellos y su entorno más cercano, y nadie esta buscando el poder para servir al pueblo y beneficiar al pueblo; de que haya algunos "camaradas" que prefieren pactar con la derecha, pues de ella vienen, con el chavismo sin Chávez, para no perder prebendas. Que no tienen rumbo definido ni se está claramente centrado en lo que se quiere; por falta de ideología revolucionaria. De los vivos de siempre que utilizan a algunos incautos que hacen el trabajo y apoyarse de su trabajo, para llevarse los honores que no se merecen.
En los primeros días de la Revolución Bolivariana, era muy difícil controlar algunas cosas y detectar algunos infiltrados. Muchos sectores de derecha, disfrazados de revolucionarios fueron tomando efectivamente las posiciones estratégicas más importantes, para su mentalidad. Ya los conocíamos, pero cada día los conocimos y conocemos más.
Cuando llegó la hora de los honores, casi un centenar de "judas" y “camaleones" aspiraban a las canonjías estatales, además de un gran y selecto núcleos de hombres presentados por los inseparables Miquilena y Carrero, que aspiraban a toda serie de cargos en el aparato estatal. No eran cargos extremadamente remunerados; todos tenían una característica: eran los puestos donde se robaba y todavía algunos roban en la administración pública. Los inspectores de Hacienda, recaudadores de impuestos, etc. todos los lugares donde el dinero caminaba y camina y pasaba y pasa por sus ávidos dedos, esa y son el fruto de sus aspiraciones. Esa es una parte de "Sectores revolucionarios" con la que todavía estamos conviviendo.
Desde los primeros tiempos se han planteado divergencias serias que han desencadenado en intercambios de palabras violentos; pero siempre nuestra aparente cordura revolucionaria privaba y cedíamos en bien de la unidad. Teníamos y todavía contemporizamos, todo en beneficio de una unidad que no está totalmente comprendida. Ese es un pecado de la revolución.
El mismo pecado que premio e hizo pagarles y les paga suculentos sueldos a los Miquilenas, Tobías Carrero, Rojas Suaréz, Briceños, Mayz vallenila y a tantos y tantos botelleros internos y externos de la revolución mantiene "para eludir el conflicto", tratando de comprar su silencio con un tácito entendimiento entre un sueldo que era ya una botella y un gobierno que ellos esperaban y esperan el momento para traicionar. Pero el enemigo tiene más dinero y más medios de sobornar a la gente.
Ellos, que vivieron y que viven del cuento de una lucha que no hicieron ni hacen, embaucando a la gente, buscando puestos, tratando siempre de acercarse a los lugares donde el dinero esta a flor de tierra, "empujando" En todos los gabinetes ministeriales y reuniones, despreciados por los revolucionarios puros, pero admitidos, a regañadientes, son un insulto a nuestra conciencia de revolucionarios. Constantemente, con su presencia, nos muestran nuestro pecado; el pecado de la transigencia frente a la falta de espíritu revolucionario, frente al traidor en potencia o de hecho, frente al débil de espíritu, al cobarde, al ladrón.
Nuestra conciencia se ha limpiado, al menos por una parte, porque muchos se han ido, otros han sido molidos y aplastados por el trapiche de la historia; aunque algunos siguen "Enquistados" y enchufados en posiciones de poder, le damos las gracias porque ustedes nos dan lecciones de lo que no debe ser un revolucionario, de los dirigentes de mentirijillas, de los líderes que desconocen el fragor de las luchas populares, pero no el abrigo fácil de las prebendas del poder. Muchas gracias por darnos estas lecciones, por demostrarnos que no se pueden comprar conciencias con la dádiva revolucionaria, que es exigua y exigente para con todos, por demostrarnos que tenemos que ser inflexibles frente al error, la debilidad, el dolor, la mala fe de cualquiera y levantarnos y denunciar y castigar en cualquier lugar donde se asome un vicio que vaya en contra los altos postulados de la revolución.
Que el ejemplo de Miquilena, que el ejemplo de los militares de Plaza Francia, que de los traidores de ayer y de hoy quedan todavía, nos llame a la realidad. Que no nos cueste llamarle ladrón al ladrón, porque nosotros mismos, en honor a lo que bautizamos cómodamente "táctica revolucionaria" lo que está haciendo es reproducir peligrosamente el sistema que queremos demoler, y se está convirtiendo en un río crecido incontenible que puede arrasar con nosotros, si los que hoy estamos dirigiendo el proceso revolucionario no sabemos estar a la altura de los compromisos y acuerdos populares.
El ladrón es ladrón y se morirá ladrón. Por lo menos, el ladrón de altura; no el que en algunos países, desesperado, tiene que quitar una migaja para dar de comer a sus hijos. Este, el que roba para lograr mujeres y drogas o licores, para lograr la satisfacción de los bajos instintos que lo animan, será ladrón toda su vida.
Allá están juntos los que golpean nuestra conciencia. Ellos son nuestra conciencia. Ellos nos dicen nuestro pecado, un pecado de la revolución, el que no puede continuar ni debe repetirse, el de las enseñanzas que debemos aprender.
La conducta revolucionaria es espejo de la fe revolucionaria y cuando alguien que se dice revolucionario no se conduce como tal, no puede ser más que un desfachatado. Estréchense en los mismos brazos, Borges y John Gutiérrez, Antonio Rojas y Antonio Briceño, y otros que aún quedan por ahí, ladrones y vendedores de honradez, oportunistas de toda laya, candidatos a los grandes puestos y despreciados por un pueblo.
¡Cuánto nos han enseñado y nos siguen enseñando! ¡Muchas gracias!
*Abogado, Director de Ideología y miembro del Comando Táctico Regional (CTR) del MVR en el Estado Bolívar.
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