El Antikeynesianismo

Debemos sacar de nuestro pensamiento todo signo devaluacionista.

Los efectos de un ocasional excedente monetario o de sobreliquidez en manos asalariadas tiene, en verdad, un inminente efecto alcista de precios , pero, para una economía gerenciable por *empresarios verdaderos*, muy capitalistamente animados por el lucro de la explotación industrial burguesa, que no pillos ni saqueadores del Estado, NI FINANCIADOS POR EL ESTADO mismo para su simple enriquecimiento personal o familiar, o de sus amigotes, entonces, a mediano y largo plazos los efectos de esos excedentes son todos positivos en tanto y cuanto esos verdaderos empresarios harían las adaptaciones correspondientes de cara al aumento del volumen físico y premonetario de su oferta . Al final de cuentas la sobreliquidez inicial perderá r fuerza.


Por eso decimos: Una reevaluación gradual, del tipo que venimos recomendando los Defensores del bolívar, y soportada por toda la reserva de dólares que cuantifican las Reservas Internacionales conjuntamente con los sobreingresos de petrodólares, se traduciría en incrementos de la liquidez de compra de los empresarios y, principalmente, de los trabajadores ordinarios así como de los beneficiarios de los subsidios y de las moderadas subvenciones gubernamentales. A esto doy en denominarlo: el antikeynesianismo.

Insisto, en consecuencia y en contra de la conseja tradicional e interesada: es en salarios, en la cancelación de los Pasivos laborales, como parte intrínseca de la Deuda Interna, hacia donde debe volcarse cualquier excedente de reservas, amén de usar buena parte de ella para la cancelación parcial de la Deuda Externa. El pago de esta con rebaja del capital principal de Perogrullo nos garantizaría excedentes presupuestarios que entonces se dedicarían al proyectado desarrollo endógeno, que, por cierto, he considerado una continuación de la vieja política puntofijista en tanto y cuanto no es con empresarios dueños o condueños de esas empresas como saldremos de este pernicioso sistema burgués.

El verdadero motor de la economía de cualquier país es el poder de compra del consumidor; ya que ningún empresario invierte una unidad monetaria si no tiene regarantizada una demanda económicamente rentable y efectiva.

Definitivamente, debemos ir erradicando de nuestra economía la perversa y obsoleta política keynesiana, que sólo está indicada para momentos emergenciales, de posguerra, de poscalamidades en general, pero en Venezuela, por ahora, las empresas están allí con todas sus instalaciones semicociosas, con los parques industriales que les regaló el Estado, con las carreteras que, por cierto, debería ser costeada por los industriales del automóvil, y no por el Estado; esto es otra lacra de conseja económica que hemos estado malaplicando: acondicionarle a General Motors, a Ford Motor C., y a otras afines las vías que requieren sus mercancías transportistas. Esta política del costeo de las llamadas obras de infraestructura carreteril, por parte del Estado, es la gran estrategia que utiliza el Imperio para distraerle a los estados neocoloniales sus recursos que bien podrían destinarse a fines *más endógenos* como la educación, la salud, la mejor alimentación.

Las carreteras o vías de comunicación no tienen la importancia económica que el burguesismo industrial le viene asignando en su oscurantista literatura económica. Ocurre que: Dado un tiempo de viaje, en burro, por ejemplo, tan pronto llega la primera carga el día lunes, pongamos por caso, el día martes llegará el otro y así encadenadamente se garantizaría la continuidad y oportunidad del sumistro mercantil, tal como nos llega la luz solar que lo hace a la lenta (lenta, he dicho) velocidad de ocho minutos por cada envío de su radiante energético.

Y ocurre que el monto en dólares que dispone Venezuela, si bien es una variable, permanece como una constante cuando la distribuimos en varias aplicaciones. En vez de estar en esa Banca Externa, como lo afirma con sobrada razón el Presidente Chávez, las Reservas las podemos desviar parcialmente hacia otros depositarios, como serían los asalariados, los acreedores internos del Estado, la banca criolla, y si esta última es estatal mucho mejor, cosas así.



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Manuel C. Martínez M.


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