En tiempo de Libros
“Cosas veredes, Sancho”Desde las profundidades ignotas de mi ser, o la gruta azul de la conciencia, pocas cosas siento que me han apasionado más en la existencia como esta maravilla de la cual, las “humanidades” del planeta –pues la Humanidad en singular no existe, aunque se antoje paradójico el aserto− celebran, en distintas o variadas latitudes, los cuatrocientos años del momento en el cual, en hojas de papel i letras entintadas, un caballero a la usanza de los libros de caballería, el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, velara graciosamente armas frente a un ventero de los de la playa de Sanlúcar –confundido con un castellano dueño de un Castillo− i atesorara ideales nobles i quimeras, para salir a los Campos de la Mancha, a deshacer entuertos, combatir injusticias i sembrar valores por los senderos albarizos i secos que, luego fueron, todos los caminos del planeta Tierra. No imaginó aquel sufrido hombre, protagonista de una vida penosa i azarosa que, en una celda de la cárcel de Sevilla, le tocaría crear el paradigma del hombre como debería ser, para con el tiempo, llegar a superar i hasta desvanecer la figura de su creador, Don Miguel de Cervantes Saavedra i de su inspirador Alonso Quijano El Bueno.
No pensé, personalmente que, desde los tiempos finales de mis estudios de medicina, una obra rústica de tapas de cartón, de la Editorial Sopena –tenía un costo de dos bolívares− sin ilustraciones, pero que pertenecía a mi inolvidable hermano Alfredo, fallecido a los 27 años por esos designios ignotos que truncan una vida en plena edad creadora (por eso conservo el ejemplar como un tesoro) me cautivaría de tal modo que, puedo asegurarlo, solamente dos seres han sido mis ductores u orientadores espirituales i éticos en la vida: Don Quijote de la Mancha i Simón Bolívar Palacios; un Quijote ficticio pero de vida perenne; otro Quijote real, fallecido sí, pero sembrador de ideales i valores que también se revisten de perennidad i como dijera un eximio poeta, “despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo” pero que, para venezolanos i latinoamericanos, está siempre presente. Esta es mi pasión primera en la vida de relación social, consciente de lo que decía Goethe: “Las pasiones son virtudes o defectos exagerados”.
Fue inquietud, entonces, no solamente el libro de las aventuras del caballero andante i el escudero que, un tiempo después, le empezó a acompañar en sus correrías, llenas de gracias a veces –como lo valoraron de gracioso i pícaro o divertido en los dos primeros siglos de su “vida”− pero como ya había cambiado su interpretación en los dos siglos siguientes hasta llegar a hoy, le intuí o lo sentí como el merecedor a ser, eso que llaman “el libro de cabecera”. Sí, mi libro de cabecera; porque como todos tenemos siempre una buena dosis de quijote i mi humilde existencia ha tenido tantos entuertos, decepciones o fracasos, recurrir a ciertos capítulos como si fuesen una especie de refugio para tomar aliento. Especialmente cuando, los que en este país, mi Venezuela amada, durante cuatro décadas de dictadura de partidos (coincidiendo con casi toda mi vida profesional de cincuenta años largos i jamás me acerqué a ellos) fueron muchos los molinos de viento (gigantes para los quijotes) con los que me enfrenté i quizá, muchas las Dulcineas que, como el caballero de la Triste Figura, idealicé. Como Don Miguel, hasta por una quijotada (en tiempos remotos consideradas despectivamente), tuve necesidad de conocer la cárcel. Agregando a ello, no haber tenido en suerte, a mi lado, tan siquiera un Sancho. Debo advertir a los lectores que, durante cuatro siglos, han sido millones los libros o ensayos o escritos de todas clases que se han publicado sobre el Quijote que, no tendría mucho que decir nadie que emprendiera la tarea de comentador o de exégeta. Por eso, entonces, voi narrando junto a los elogios i comentarios que podría hacer, las vivencias que un libro así, el primero i más importante del mundo, puede impactar nuestra común o sencilla existencia. Por eso, cuando nos sorprende la realidad, decimos como en la frase de epígrafe: “cosas veredes, Sancho”.
Por eso he escrito, dado conferencias, mesas redondas, coleccionado tallas, esculturas, porcelanas, campanillas, llaveros, afiches, monedas, yuntas i sobre todo ediciones bellas, de Don Quijote de la Mancha, todo lo cual ocupa lugar preferencial en mi biblioteca i otros lugares de mi hogar, superados solamente por obras respecto al Libertador Simón Bolívar. Tengo algunas ediciones del Quijote que para mí son especiales por ciertos detalles. Así, poseo una edición, en formato de un octavo i por lo tanto gruesa de la Editorial UTHEA de México, con las ilustraciones de Gustavo Doré i las notas i comentarios de mi ilustre, querido i admirado profesor i amigo, Don Agustín Millares Carlo, un hombre excepcional que perteneció a las Universidades de Madrid, de México i del Zulia, donde tuve el honor de ser su discípulo en Latín i Griego, cuando estudié Filosofía. Naturalmente tiene una dedicatoria para mí primera esposa, también su alumna, i para este amigo. Por uno de esas casualidades de la vida, fue a visitar Las Canarias, su tierra natal i allá repentinamente murió. Otra edición en dos grandes tomos en cuero blanco, fueron encargo del gobierno venezolano i tiene el prólogo de Uslar Pietri; también la edición facsímile que hizo la Academia de la Historia en los 500 años del descubrimiento de América, con prólogo de Guillermo Morón i recopilación bibliográfica venezolana de R.J. Lovera De-Sola. La más bella en presentación con tapas de madera pulida i por dentro reproducción de portadas de ediciones en muchísimos idiomas (exposición que vi en la Feria Mundial de Nueva York en 1965) impresa en México por Fernández Editores S.A. i con 150 bellas ilustraciones de D. Augusto Fernández Sastre, i con varios comentadores ilustres entre ellos Millares Carlo i Clemencín. Una edición gigante en dos tomos de la Editorial Montaner y Simón, S.A. de Barcelona, España, con preciosas ilustraciones a color, de grandes ilustradores de Ricardo Balaca i José Luis Pellicer, extraordinarios artistas (un regalo de mi maestro en Obstetricia, Dr. Rafael Belloso Chacín) i, en contra partida, una edición completa, no resumida, sino en letras pequeñitas, aptas solamente para una vista joven, de Ediciones Castilla S.A., de Madrid. Sin embargo, la edición que tengo siempre a mano, sobre la cual trabajo i tomo notas, es una edición de la desparecida i magnifica Editorial Aguilar, por tener el prólogo de Astrana Marín (a la vez el mejor biógrafo de Cervantes, con obra en 7 tomos), cometarios i notas de Don Diego Clemencín, considerado hasta ahora el mejor de todos i una recopilación de la obras de caballería que tomó en cuenta Cervantes, empezando por el Amadís de Gaula, con ilustraciones de sus portadas. Esta edición me costó en la década del 50, creo que unos cuarenta bolívares; hace uno o dos años la volví a adquirir en edición de lujo en cuero rojo e lustraciones, i letras i adornos en la portada, en dorado, por 58.000 bolívares. Los libros, a partir de aquel presidente deplorable que es médico i no merece ni mencionar su nombre, fueron adquiriendo unos precios que arruinan o corren a los lectores. En total, tengo unas veinte ediciones especiales, pero además, muchísima bibliografía en torno a esta obra que seguirá vigente, por muchos siglos más.
Miguel de Cervantes, venido al mundo a finales de septiembre se 1547, posiblemente el día 29 –festividad de San Miguel− en Alcalá de Henares, murió en Madrid el 22 de abril de 1616, fecha que han querido hacer coincidir con la muerte de Shakespeare, pero se debe a una confusión por la diferencia de calendario i respecto a lo cual, el profesor Tito Balza Santaella, tiene un pequeño estudio publicado, aclarando que no hubo tal coincidencia.
Los que amamos los libros, los “filobibliones” como diríamos, siguiendo a Ricard de Bury (1273-1345) amante a su vez de los libros en griego, obispo inglés del siglo XIV i gran canciller de Inglaterra, tenemos que ser “ratones de bibliotecas”, lo que nos lleva a revisar en la medida que nos lo permite ese verdugo que llamamos tiempo, todas la librerías posibles, semanal o quincenalmente o curiosear en cuanta biblioteca particular encontremos. En las que pertenecen a un buen lector, no pude nunca faltar una o más ediciones de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Por eso, esta pasión me ha llevado a coleccionar todo lo que tenga relación con Don Quijote i, actualmente termino un ensayo que comenzó más corto hace unos ocho o diez años, sobre la muerte de Don Quijote, vuelto a la cordura como Alonso Quijano i que, aprovechando la frase de Bolívar respecto a considerar ser Jesucristo, Don Quijote i él, los tres grandes majaderos del mundo i, comparando vida ficticia i vida real, he pasado a describir comparativamente a Don Quijote i a Don Simón de América, como los dos únicos quijotes de las humanidades de hoy. El uno, aunque no lo dijo lo intuyó, sus correrías i siembras de ideales i valores, los dejó esparcidos en los campos de Montiel, en los campos de La Mancha (Manxa = tierra seca) mientras el Libertador creyó haber arado en el mar, cuando ambos persiguieron la gloria por la verdad i la justicia, rechazados o burlados por sus contemporáneos incapaces de concebir lo grande i mirar al futuro. Este ensayo que pasará probablemente, de las 150 páginas, lo enviaré “a perder” en varios certámenes i lo guardaré a ver si alguna vez en CorpoZulia, se percatan que soi un escritor i un artista del Zulia, o más concretamente de Maracaibo, puesto que nunca he recibido de esa corporación desde su inicio o fundación, ni la gentileza de una respuesta a muchas propuestas de cultura que les he presentado.
La vida del autor, Don Miguel el manco –a quien no le faltaba una mano como muchos creen, sino que le quedó impedida− tuvo momentos de heroísmo i de gloria, al participar en el triunfo de la Batalla de Lepanto al lado de Don Juan de Austria, el héroe cuya estatua yacente sobre la lápida de su tumba en los sótanos de El Escorial, (con guante quitado a su derecha, por no haber muerto en combate) tiene los labios gastados de los besos que le dan sus admiradoras, en contraste con Don Miguel (que nadie ve heroicidad en las letras) también tuvo momentos terribles de prisión en Marruecos, pena de cárcel en España su patria; recibir dos excomuniones i como Russell o Wilde, aprovechar el tiempo de prisión en una estrecha celda de la Cárcel de Sevilla donde escribió gran parte de la obra genial. I, aunque nos parezca increíble, los primeros “adoradores” de la obra, fueron los ingleses, con las primeras traducciones i la comparación que hicieron entre Cervantes i Shakespeare i entre Don Quijote i Hamlet, aunque estas obras difieren mucho. Referirnos desde entonces, a la sucesión de éxitos sería interminable i lo que podemos decir con Federico Torres Yagües es que “es tanta la grandeza del libro, que su eco repercute a través de los tiempos, prestándose a que cada lector, se forme su propio juicio”. I este mismo autor citado, nos dice que “aunque Cervantes quiso hacer un libro de entretenimiento sin meterse en honduras, realizó la obra más importante del orbe”.
Volviendo a la obra, Don Quijote hizo su primera salida solo, pero en las otras dos lo acompañó un labriego, haciendo de escudero, llamado Sancho Panza, que algunos pintan o interpretan como la contrapartida del caballero andante, a la usanza del Amadís de Gaula o el Cid Campeador, quien era el burdo criador o cuidador de cerdos simplemente, cuando en realidad –en esto también estoi de acuerdo con Torres Yagües− en esta primera gran novela, “estamos ante dos caballeros idealistas; uno hidalgo con saber libresco y otro rústico con saber de la vida, pero ante dos caballeros del ideal y de la nobleza”.Por ello, esta pareja singular, Don Quijote i Sancho Panza, es tan universalmente admitida. Sancho, como dice Torres Yagües, pese a su tozudez que proclama diciendo que “tiene más de mostrenco que de agudo”, con su sabiduría i bondad de hombre de pueblo, dio respuesta a lo que en realidad era una paradoja (II Parte, Cap.LI) siendo gobernador de la ínsula Barataria, no porque las paradojas puedan resolverse o no lo serían, sino porque la respuesta la encontró en las lecciones que le había dado su amo Don Quijote: “Cuando la justicia estuviese en duda, acogerse a la misericordia”.
El inicio de la obra, es realmente bello por su sencillez i el aroma que percibimos, un remusgo de aquellos lejanos tiempos. “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, y algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres cuartas partes de su hacienda”. Con estas palabras no solamente ya nos pone en el sitio con sus particularidades, sino que nos da la imagen del hombre i la manera humilde de vivir. Es como entrar en un mundo, a la manera que siglos después un autor casi contemporáneo, con inmensos recursos en el mundo casi mágico de las matemáticas, nos hace pasar a través de un espejo –a la Alicia del País de las Maravillas, no lentamente como la primera vez en un sueño, sino con el rápido pasar a través de un cristal.
Nacido el personaje, con el paso de los siglos, por la intención cervantina de hacer ficción i prescindir de la exactitudes localistas, los comentadores discuten si fue en Argamasilla del Alba, Argamasilla de Calatrava, Mota de Cuervo, Santa María del Campo Rus i Esquivias, etc.,i hasta en el caso de los partidarios de Argamasilla del Alba, de apoyan algunos, en que el autor del Quijote apócrifo, del Lic. Fernández de Avellaneda, la cita. Pero se dice con acierto que todo es una discusión absurda, pues no nació en ningún lugar, a no ser en el cerebro o la imaginación de Cervantes. En cuanto al escenario en que se mueve (hai libros que tienen mapas de las rutas) i los que amamos esta maravillosa creación, cuando hemos estado en España (tuve en suerte vivir un año allá) disfrutamos de conocer la región; es la parte central de ese país, en la región de Castilla la Nueva, desde la vertiente sur de Guadarrama hasta la Sierra de Alcaraz i los valles carpetanos i los picos de la Sierra Morena. Todo es La Mancha.
Por todo esto, cuando hablamos de Cervantes i del Quijote, la intención es despertar pasión, curiosidad i supremo interés, por una obra que bien leída, es como tomar conciencia del bien vivir i el bien morir. Si La isla de los pingüinos de Anatole Frances, es una historia parodiada de Francia o mejor, de la Humanidad que, pinta a los hombres con sus trivialidades o perversidades, el Quijote es lo contrario. Por eso, recordemos que, en San Pedro Alejandrino, cuando Bolívar llega enfermo a San Pedro Alejandrino i va a la discreta biblioteca buscando qué leer, Don Joaquín de Mier se excusa de su pocos libros, a lo que el Libertador responde: ─Aquí tiene usted la historia de la humanidad. Aquí está Gil Blas, el hombre tal cual es; aquí tiene usted el Quijote, el hombre como debiera ser”.
La historia pues, del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, es un libro que no debería falta en ninguna biblioteca pública o privada de todo el mundo civilizado. Aunque hombres como Jorge Luis Borges, levantado en un hogar donde desde niño escuchó hablar el inglés con la misma frecuencia que el español, dice que lo leyó por primera vez en lengua inglesa, estimo que ningún idioma por completo i civilizado que sea, pueda transcribir la belleza de esa lengua que empezó en castellano o lengua de Castilla, pero que hoy leemos realmente en español, pulidas las palabras por gramáticos i cultores del idioma. Por eso es un error el cometido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cuando la “trampa” de un constituyente hoy en desprestigio por su actitud antipatriótica i traidora, de establecer que nuestro idioma es el castellano i no el español. I si de una cosa tengo que agradecer al destino, es haber nacido en un país de habla hispana, para poder leer el Quijote en su lengua original.
Este monumento de la literatura universal, sin embargo, es un libro llano, fresco, de matices que subyugan i alimentan el alma. A nadie aconsejaría leerlo sin descanso hasta terminarlo; no le encontrarían todos sus encantos. Además, como toda obra humana, tiene sus imperfecciones, algunas propias de las limitaciones del conocimientos de aquellos tiempos i, hasta otras en el mismo terreno gramatical i literario, pero que pasan desapercibidas para el común de los lectores i son hallazgos de investigadores i eruditos. La primera parte, no es tan coherente como la segunda, puesto que tiene novelas cortas intercaladas, como El Curioso Impertinente (que lee el cura), La Vida del Cautivo i Crisóstomo y Marcela. Algunos piensan que para alargar la obra, pero particularmente no lo creo. La segunda parte, ya mui avanzada, creo que llevaba 58 capítulos, cuando apareció el falso Quijote de Avellaneda, fue acicateado por este hecho que indignó a Cervantes, pero el segundo tomo o parte, es totalmente aventuras del héroe manchego i se cuidó de dejarlo al final, verdaderamente muerto, para que no hubiese la tentación de reaparecer el personaje en otros libros de audaces hombres de letras. Por el problema del calendario diferente, Cervantes, su genial creador, no murió el mismo día que Shakespeare; no se dio la coincidencia de fecha en el 1616 i es un punto definitivamente aclarado.
Se dice que el Quijote es el más universal de los libros, después de la Biblia, lo cual no admito. El gran i superpoblado mundo oriental, no tiene interés en la Biblia, mientras que si lo hai para el Quijote. I si en nuestro mundo occidental, a veces no se acepta su fina ironía, es por el cambio de costumbres, pareceres i valores, como sucede también con El Elogio de la Locura i Gargantúa y Pantagruel.
Lo cierto es que no exagero al decir que es un libro maravilloso; que ninguna persona culta debe dejar de leer; hai que releerlo a cada rato, pues el olvido, como lo cita Laín Entralgo con preocupación, es inevitable. Sin embargo nos hará sentir quijotes i por consiguiente amar la verdad i la justicia. Al decir de artín de Riquer, “si el Quijote hubiese sido solamente para curar a los intoxicados por los libros de caballería, hubiese degenerado en algo pasajero…si no hubiese conseguido sublimarlo todo a categorías más altas y permanentes, y si no hubiese logrado reflejar lo general y eterno en lo particular y transitorio”.
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Sea propicio este Escalio, ahora que estamos en una maravillosa Feria del Libro en Caracas, Venezuela.
robertojjm@hotmail.com