La consigna electoral “el autobús del progreso” expresa la búsqueda y necesidad de la derecha venezolana, que va más allá de H Radoski, en cuanto definiciones político-programáticas que le permita restructurarse como clase dominante.
Hay un proceso nuevo que incide de manera significativa en la vida social venezolana, que abarca aquello que podríamos denominar su estructura político social, en tanto que sociedad de clases. En el esquema del profesor Esteve Ellner (1) sería la etapa antineoliberal representada por la revolución bolivariana. Las otras etapas que el profesor Ellner señala son la positivista que fue el norte de los gobernantes desde finales del siglo XIX y principios del XX; y la etapa neoliberal, caracterizada principalmente por la cuarta república
Si entendemos la historia como proceso, cuyo eje es la lucha de clases -proceso que es una relación dialéctica entre los opuestos, entre explotados y explotadores- encontramos que en el momento histórico actual venezolano, asistimos a una insurgencia de los explotados contra los explotadores y sus manifestaciones se expresan, con significativa intensidad, en la cotidianidad de la política venezolana. La burguesía ha sufrido una significativa derrota. ¡Ha sido una derrota sin precedentes en la reciente historia venezolana! Sin embargo, no nos forjemos falsas ilusiones, no está totalmente derrotada. Su poder es fuerte y aún cuando ha perdido algunos de sus espacios, mantiene el poder en ámbitos de la estructura social y política del país, incluso en el seno de la propia revolución Venezolana. Tenemos pues que este proceso de cambio revolucionario ha golpeado significativamente a la derecha venezolana, y una de sus manifestaciones la representa la necesidad de su restructuración y búsqueda de definiciones, de modo que pueda mantener de manera clara su razón de ser histórica ante un pueblo y la coyuntura de unas próximas elecciones.
Planteaba hace tiempo D. A. Rangel, en un periódico capitalino, que las burguesías del primer mundo habían creado el Estado. Para el caso de países fuera de la orbita del primer mundo y principalmente aquellos en los que prevalecen economías petroleras, era el estado quién había creado las burguesías. Desde Gómez, el breve período de transición democrática, la dictadura perezjimenista, la cuarta república y aún la quinta, que no escapa al fenómeno, todos estos períodos se caracterizan por esto. La burguesía venezolana, su expresión en los sectores económicos han crecido y crecen bajo el cobijo del Estado petrolero y bajo las pautas de las grandes empresas trasnacionales; su sello en toda nuestra historia reciente, ha sido el sello de los intereses norteamericanos. Nuestras burguesías no crearon un proyecto nacional independiente (ilusión por mucho tiempo mantenida por los estalinistas), una cultura y un modo de ser país propio (2). Todo el patrón estaba marcado por el norte. Dicho de otra manera; la burguesía venezolana la hicieron, fue creada por el Estado, como consecuencias del fenómeno petrolero dentro de las pautas y patrones marcadas por las trasnacionales petroleras y con ellas el modelo de progreso (3) concebido por los EE.UU. para los países de su periferia. No hay ningún desarrollo político cultural propio que haya desarrollado nuestra burguesía, que podamos reconocer como su legado histórico. Agotado el modelo durante el cual vegetaron durante tanto tiempo, les corresponde ahora crear el suyo en tanto que clase.
En este contexto afirmamos que la derecha venezolana busca restructurarse y definir sus propios contenidos, puesto que como clase debe ir más allá de organizarse frente a unas elecciones por venir y cuyo candidato de derecha es la expresión de acuerdos internos entre los intereses que representa, para la presente coyuntura. Como clase, su imperativo es configurar un proyecto histórico. Analicemos ahora una de las insinuaciones ideológico-político de la derecha venezolana: El progresismo.
El progresismo como oferta electoral se percibe en dos sentidos. Uno abstracto y genérico y otro, complejo y ambiguo. En el primer sentido encontramos el término como un lugar común en la conversación de mucha gente; forma parte del imaginario político-cultural de sectores populares y a cuyo término también se asocia el término esperanza. Progresar es pues, un valor que todos buscamos y aunque “los cómos” no sean claros, salvo el esfuerzo individual y el golpe de suerte para triunfar en la vida, ¡La esperanza es la última que se pierde! En este marco parece inscribirse la derecha al lanzar el eslogan “montarse en el autobús del progreso”. Es decir, horadar en el imaginario cultural-psicológico de los sectores populares y así irrumpir en la conciencia popular, donde la derecha busca asirse en un punto de apoyo el cual la sostenga en este sector social.
En el segundo sentido del término, “complejo y ambiguo”, la dificultad no es menor con respecto al primero. La actividad política de la derecha venezolana se ha venido manifestando en una reacción contra Chávez y el chavismo, cuya característica ha sido esquizofrénica, feroz, fascista, como reacción al hecho de haber sido desalojada de espacios de poder donde se creía blindada y en consecuencia insustituible. Esta actitud política es consecuente con el hecho de no poseer proyecto ni programa político; por tanto su accionar es reactivo y se define en función de la oposición “al otro”, o “a lo otro”. La derecha venezolana, pues, sencillamente mandó; el poder lo ejerció dentro de un esquema donde había cambios de gobiernos, más la estructura del poder seguía intacta y no era modificada. En ese esquema de cambios de gobierno y estructura de poder inmodificable, la acción política para la participación de los beneficios del poder pasaba por mecanismos de relaciones, intereses, negocios, corruptelas, etc. Jamás por mecanismos de propuestas políticas; en un sentido amplio del término, a una población sobre la cual o en nombre de la cual se gobernaba.
Progreso es un término aparentemente “claro y distinto”, según el uso que damos en nuestro imaginario cultural occidental. Sin embargo cuando intentamos precisar su sentido se relativiza su aparente claridad. En la historia de la formación de occidente, el progreso aparece y se conforma en categoría distintiva de una civilización. Su recorrido va desde la visión aristotélica de naturaleza, pasando por el judaísmo y el cristianismo en su salto hacia la conformación de una religión monoteísta y universal, hasta llegar a Kant, Hegel y Marx. Por supuesto que se enmarca en los dos fenómenos históricos vitales para la historia de la humanidad, como fueron la Revoluciones Francesa y la Industrial. La idea de progreso se acentúo en los últimos dos siglos. Y, para países periféricos, es decir, aquellos no clasificados como del primer mundo, la política era plegarse (en el ámbito latinoamericano) a los EEUU. dado que este era el portaviones donde despegarían las economías y culturas de nuestros países. La idea progreso naufraga en la segunda mitad del siglo XX con las guerras del 14 y del 45. A partir de allí la idea de una historia con camino irreversible hacia una aurora que vislumbra una vida donde se supera la pobreza y la ignorancia, quedo develada por las formas más crueles de autoritarismo y dominio colonial en pleno siglo XXI, por parte de las tradicionales potencias coloniales que se repartieron el mundo en el 45 y que hoy, de hecho, renuevan esos acuerdos.
La contradicción entre pobres y ricos, explotados y explotadores, desarrollo y subdesarrollo, países coloniales y países subyugados… no es superable incorporándose a un modo de vida denominado progreso, cuya forma más tradicional ha constituido en “asociarse” o “plegarse” al dominio o tutelaje de uno o grupo de países poderosos. En América Latina de esto hemos tenido bastante; y la manifestación más convincente no puede ser otra que la realidad de los países “débiles” europeos”. Hoy la confrontación política más significativa, viene representada por la oposición socialismo Vs capitalismo. Después de la II guerra mundial, la continuidad de la confrontación, hecha más evidente fue la guerra fría. Caída la Unión soviética y el icono más representativo de la confrontación -el muro de Berlín- dándose con ello inicio a un mundo unipolar, donde las sociedades no progresaron ante el modelo victorioso del capitalismo; al contrario, la miseria de los pueblos creció alcanzando hasta los estados europeos; por tanto nuevos enemigos había que inventar y se inventaron. Así, la cruzada contra el terrorismo es pretexto para las nuevas guerras de saqueo en todo el mundo y principalmente el medio oriente.
Derecha, petróleo y proyecto nacional, son términos de una ecuación que políticamente requiere ser resuelta. En los hechos, los términos son opuestos y contrarios y sólo puede ser resuelta por una superación dialéctica. Puede parecer consigna y lugar común. Sin embargo, es evidente lo que le cuestiona el presidente Chávez a la derecha venezolana, al llamarlas apátridas. Ser de derechas esta en contradicción y es opuesto a proyecto nacional. La derecha y el modelo del progreso nos retrotraen a la etapa positivista vivida por el país, y que actualmente se le conjuga con neoliberalismo y su “diosa” el mercado, anclada a los intereses norteamericanos.
Notas.
(1). Esteve Ellner. El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto. Fondo Editorial Tropikos. Caracas, 2011. Páginas 28 y 29.
(2). Para el período denominado positivista la idea del progreso estaba representada como un elemento que venía de afuera y se trasplantaba por encima o sobre los valores propios y naturales de los hombres y pueblos. Una visión de esta idea esta representada en nuestra literatura, como por ejemplo en Don Rómulo Gallegos, a través de la figura de “Santos Luzardo”, en la pretensión de llevar la civilización al mundo interior Venezolano.
(3). El modelo de esa cultura del progreso ha sido descrita magistralmente en la novela “El americano”, de Henry James; escritor nacido en Irlanda y que vivió entre 1846 y 1916. El tema principal de muchos de sus escritos lo representa el conflicto entre la cultura europea y la norteamericana.
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