América Latina es el continente del hambre, del analfabetismo y del desamparo social más aterrador de los últimos tiempos, y la iglesia católica fracasó en su propósito del siglo XIX de acabar con la pobreza, terminó siendo la gran aliada del capitalismo mundial, y sigue en deuda con millones de pobres que pese a todo, no renuncian al mensaje de Cristo.
El gran problema del Vaticano ahora es ajustar una propuesta teológica que vaya más allá de la simple imagen beatífica, coreográfica, que son los papas en la ventana sobre la columnata de Bernini.
¿Tiene el Papa una posición clara ante la corrupción política de gobiernos que desvían recursos sociales hacia fines de lucro personal? No creo, al menos no se le oye decir nada y pasará un rato para que diga algo.
En manos del Cardenal Ratzinger la iglesia católica no será propiamente tan popular y tan cercana a los pobres como lo quiso Juan XXIII, bajo el influjo del Concilio Vaticano II, en los años sesenta.
A Ratzinger se le señala como uno de los opositores del Concilio Vaticano II, en cuanto a la evangelización de los pobres.
Después de 1962-1965 encontramos a Ratzinger formando parte de un sector progresista de la iglesia católica, pero, poco tiempo después, aparece en el bando conservador y se transforma en un activista contra el Concilio Vaticano II.
Nacido en 1927, en una familia bávara, el joven Ratiznger está en medio de la II Guerra Mundial, en una misión militar en Munich, vistiendo el uniforme de las juventudes hitlerianas.
Su única justificación de este dudoso episodio de su pasado, es que fue "forzado" a lucir la cruz gamada en el brazo izquierdo por los seguidores de Hitler.
La elección de Ratzinger no sorprendió, pues fue el poder detrás de la silla de Juan Pablo II durante casi todo su reinado derechista, y ayudó al tan mentado "desmonte del comunismo".
¿Por qué Juan Pablo II no ayudó a desmontar el capitalismo, verdadera fuente de pobreza, de desigualdades y de marginamiento de millones de cristianos?
He ahí la clave de un debate que debe ahondarse en un momento en el cual ya los pobres saben dónde está Dios, pero no la justicia social, escondida en las chequeras de las transnacionales y de la banca que se nutre de la desesperación de los pueblos, mientras la Iglesia habla el lenguaje gaseoso de la salvación, pero en el más allá.
Con Ratzinger, El Vaticano estará tanto o más cerca del gran poder del capital como lo estuvo con Juan Pablo II.
Margaret Thatcher, Lech Walesa, Ronald Reagan, grandes aliados de Juan Pablo II en su cruzada contra el socialismo, no están hoy en el mapa político. Los Estados Unidos son una potencia de segundo orden y el capitalismo salvaje hunde en el hambre, el analfabetismo, la mendicidad, la desatención en salud y la crisis alimentaria, a miles de seres humanos del Tercer Mundo.
El Papa y la jerarquía que lo rodea se oponen a todo cambio que pueda obstaculizar el gran proyecto de dominación mundial de los Estados Unidos, y esto lo comprenden muy bien los movimientos sociales afiliados al Foro Social Mundial, la gran asamblea de la humanidad contra el capitalismo salvaje, donde se lucha por la autodeterminación de los pueblos, por la defensa de las libertades civiles y la verdadera justicia social.
En América Latina hoy le queda cada vez más difícil al imperialismo y sus aliados la implantación de su demencial proyecto de dictadura mundial basada en el cuento del "libre mercado".
Es aquí, en este punto, donde esperamos con interés una posición de Benedicto XVI, un Papa sin discurso para nuestro sufrido continente.