“Para los intelectuales
tengo un problema de altura:
¿Por qué a Curumo le dicen cumbres
y lomas a ProPatria?”
Alí Primera
Cuanta nostalgia sienten muchos todavía por La Caracas de los techos rojos, la de los bulevares insurrectos, la que guarda historias entre sus esquinas, la del Río Guaire cristalino, la de las calles caminables, la de poco humo y concreto, la sucursal del cielo, la verde, la habitable, la humanizada.
La Caracas de hoy es la capital de un país en transición hacia el socialismo. Un país que desde todos sus lugares, hace el intento por ir inventando y recuperando espacios para la gente. Pero que como toda revolución que se esgrime desde las ruinas de una ciudad decadente y profundamente capitalista, debe ser proceso dialéctico de discusión, de constante revisión y reimpulso. Negar nuestras contradicciones no es avanzar, es burocratizarnos, es el reformista sostenimiento del Status Quo electoral, la ilusión de que las clases sociales pueden vivir placidamente a punta de tolerancia y otros métodos medicinales.
Caracas es el principal centro administrativo del país, pero también es el principal centro financiero y político. Es producto de todo un discurso del “Desarrollo” nacido al finalizar La Segunda Guerra Mundial, con los acuerdos de Bretton Woods y la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Las potencias “vencedoras” de la guerra se repartieron el mundo en pedazos. El imperialismo estadounidense necesitaba detener la influencia de La Unión Soviética en la región, para esto y otras intenciones, diseñaron el famoso y glamoroso Plan Marshal destinado al negocio de la reconstrucción de Europa. Para America Latina habría otros planes, distintos en sus formas, iguales en sus fondos. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial invitaban al festín del “Desarrollo” mientras saqueaban nuestros países y privatizaban hasta los sueños. En ese festín llamado desarrollo, ellos serian los que comerían y nosotros la comida.
La Caracas que heredamos los jóvenes de hoy, los jóvenes de La Revolución Bolivariana, es el saldo de una capital petrolera prototipo del capitalismo; hecha para el consumo, no para el disfrute. La Caracas de las máquinas que avasallan a la gente, la que apesta a humo, la dividida en cumbres y lomas, la que está rodeada de ranchos de lata que están por caerse con una brisa, la que asfixia al Guaraira-Repano, la que le cuesta descansar porque está ocupada, la que espera días libres para escaparse, la que almacena más cosméticos que comida, la del Wiski y sardinas en lata, la violenta, la estresada, la pretenciosa, la petulante, la estrepitosa, la convulsionada, la superpoblada, la decadente.
Decir que Caracas está hermosa porque hacemos Yoga desde espacios que hemos recuperado, porque podemos comer pizza y beber vino en el centro sin ser atropellados por la desidia, porque vemos conciertos gratis, porque podemos hacer muchas cosas que antes con los gobiernos neoliberales no hacíamos, es decir que nos conformamos con la división de clase que continua vivita y coleando. Decir que Caracas está bella, es decir que aceptamos las condiciones precarias en las que todavía vive la gente de nuestros barrios, el malandreo en todas sus expresiones que vive nuestra ciudad, el Country Club y sus campos de golf que se burlan de la pobreza hacinada en nuestros cerros.
Decir que Caracas ya es socialista, es entender al socialismo como una sociedad dividida entre explotados y explotadores, cuya redistribución de la riqueza sigue haciendo inmensamente ricos a unos pocos y pobres a muchos. Aunque hemos reducido los índices de pobreza altísimos en La Cuarta República y hemos logrado achicar la brecha entre ricos y pobres, la realidad sigue siendo muy injusta, sencillamente porque no hemos superado la estructura de libre comercio que impone el capitalismo, no hemos derrotado la omnipotencia del “Dios Mercado” que reparte la riqueza al mismo sitio.
La Caracas que soñamos muchos, no es la Caracas de hoy, es una Caracas que encontró una nueva forma de relacionarse con las personas y su medio ambiente.
Hay experiencias revolucionarias que se han venido realizando para Caracas, desde el gobierno revolucionario y con el gobierno revolucionario liderado por el comandante Chávez, que hacen que las esperanzas colectivas por una ciudad mejor, por un país mejor, se mantengan vivas. Hay esperanzas al ver un viejito sentado en La Plaza Bolívar dando de comer a las palomas sin lidiar con la decadencia, niños que corren por Sabana Grande sin esquivar mercancías, jóvenes que cantan y bailan en el rescatado casco central, la organización del poder popular para la resolución de sus conflictos, la conformación de los gobiernos comunales. Las distintas organizaciones populares movilizadas para la consolidación de la revolución bolivariana.
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