Lo que caracteriza a una Revolución no es el derrocamiento de los gobernantes anteriores; porque ella no podría pasar de un Golpe de Estado, sino el cambio de la estructura fundamental de la organización política de la nación. Lo más importante de las Revoluciones es la transformación que se haga del régimen social de un país y lo menos esencial, contrariamente a lo que mucha gente aún piensa, en las verdaderas revoluciones, es la violencia. Uno no puede imaginarse probablemente que una revolución se cumpla sin necesidad de un muerto ni de una gota de sangre, por lo que la revolución no es la barricada, sino un estado del espíritu.
En la vida política de los pueblos suelen presentarse cambios y alteraciones son los llamados puntos críticos. Estas distintas manifestaciones de la política presentan, todas ellas, un rasgo común: Cambiar el desenvolvimiento normal de la convivencia política, como consecuencia de tensiones que se desarrollan en el seno de la sociedad. A estos diversos fenómenos de la política se le llama motín, sublevación o rebelión, insurrección, golpe de Estado y Revolución.
Una de las preocupaciones más antiguas del hombre ha sido la de encontrar, si es que existe, la ley que rige y determina el proceso de la historia. Conocer esa especie de ley que hace fatal que en determinadas circunstancias, en presencia de determinados hechos, determinados sucesos ocurran. Las revoluciones, por no se sabe cual fatalidad o mandato inevitable, traen consigo la contrarrevolución. Todo haz tiene su revés. Toda moneda, su dos cara. La contrarrevolución es el fenómeno contrapuesto de toda revolución y nace de ella misma.