El país celebra y recibe con beneplácito el que la oposición haya encontrado el camino de la sensatez y seriedad. Ya era hora. Por fin el régimen tendrá un adversario que le haga contrapeso en el devenir político venezolano, con opción incluso a desplazarlo algún día del poder. En democracia, la alternabilidad es parte del juego, siempre dentro del marco constitucional. Pasó el tiempo de los loquitos que querían incendiar toda la pradera desde hoteles cinco estrellas y sin asumir ninguna responsabilidad.
La promisoria ola de cordura y realismo empezó por aquellos opositores que, encuesta y números en mano, han llamado a sus pares a olvidarse del cisne negro y el llorisqueo del fraude. Les han dicho, así mismo, que atacar las misiones cuando millones de personas se benefician de ellas, es una torpeza política. Lo que se debe hacer, advierten, es presentar propuestas alternativas, viables y creíbles. También han aconsejado dejar el llantén por el asunto de la carencia de líderes. Con el trabajo constante, el esfuerzo y la lucha, ya éstos aparecerán.
La misma presidenta de Fedecámaras, por algo summa cum laude en dos carreras, hoy habla de cogestión, diálogo con los poderes públicos y no se deja tentar con trapos rojos y un anticomunismo trasnochado. Lo ideal, teorizó, es tomar lo mejor del socialismo y lo mejor del capitalismo. Esta fina jugada política no la pueden entender los talibanes del golpismo que siguen saltando hacia delante y dándose contra la misma pared. Los verdaderos políticos, esos que leen en la realidad y aprenden de la historia, no reinciden en golpes, sabotajes, guarimbas y paramilitarismo derrotados. En eso sólo insisten cuatro gatos sin seguidores y descriteriados.
La coordinadora democrática, incluso, parece enmendar sus pasos. Esto empieza por las consignas y mensajes. Sus creativos han concluido que es más efectivo acusar al gobierno de pavoso que de autoritarismo y autocracia. Ya montaron un acto de exorcismo en Caracas y piensan llevarlo por todo el país. Esto se llama lucha democrática, sin despreciar ningún recurso esotérico: pepas de zamuro, azabaches, anillos de casco de burro y peonías preparadas con manteca de morrona.
La estrategia no es nueva, pero eso poco importa si es eficaz. Ya la izquierda la usó contra Rómulo Betancourt y llegaron incluso a sacar un periódico llamado precisamente “La Pava Macha”. Betancourt concluyó su mandato y el bipartismo gobernó 40 años más. Con el chavismo no ocurrirá lo mismo porque hoy se cuenta, para impulsar la campaña de la pava y la mabita, con la radio, la televisión y nuevas tecnologías. En todo caso, se trata de un procedimiento democrático y constitucional.
Por supuesto –y va de gratuito consejo creativo- se debe procurar que la campaña no se revierta, como suele ocurrir con la brujería, hechizos y mal de ojos. A pesar de que Chávez ha ganado nueve procesos electorales, derrotó a los candidatos de Estados Unidos en la OEA, puso a Uribe a pedir cacao, se impuso al golpe de abril, al sabotaje petrolero y a la guarimba; sacó seis millones de votos en el referéndum y tiene un petróleo a 40 dólares por barril, hay que insistir en que está empavado, mientras la oposición, derrotada en todas sus atajos y aventuras, es la niña mimada de la fortuna. En esto, repito, hay que insistir hasta convencer a la incrédula gente y a las masas de poca fe.
La pava es democrática, masiva y popular. Como bandera, resulta atractiva; como consigna, está posicionada desde los tiempos inmemoriales de María Castaño. Su empleo político es una clara demostración de madurez de los factores antichavistas y un indicio alentador de que, así sea por los vericuetos y meandros de la superstición, la oposición venezolana ha decidido buscar y encontrar los caminos de la paz y la democracia. Todo el país está de pláceme, aunque los escépticos anden exclamando: ¡vade retro!.