Ese pasado contiene las causas del latifundio, la apropiación de la tierra en pocas manos con fines individualistas de riqueza y explotación.
Las clases dominantes “trataron de hacernos creer que los pueblos originarios entraron a la historia con el grito ¡tierra! de Rodrigo de Triana. Se llegó a legislar sobre si eran personas o animales y hoy, en algunas regiones de Nuestra América, los pueblos originarios siguen siendo tratados como animales por latifundistas.
¡Tierra!, ese grito marcó nuestro destino en manos de los invasores. La tierra y las riquezas contenidas en ella motivaron el genocidio más grande de la humanidad”.
La colonización genocida impuso sus leyes (encomienda, requerimiento, leyes de Burgos) con las cuales arrebató las tierras a los pueblos originarios; tierras que eran de ¿propiedad? Comunal y que les fueron despojadas en tres siglos de colonización española.
Allí están los orígenes del latifundio, el presidente Chávez denunció: “que menos de 5% de los propietarios u ocupantes de tierras en Venezuela es dueño de casi 80% de las tierras venezolanas, es una situación aberrante”.
Así que, por más ¿papeles de propiedad? que tenga un terrateniente, compañía nacional o extranjera, esas tierras pertenecen a la República Bolivariana de Venezuela, a la Nación. La tierra no es una mercancía y no debe estar bajo ningún régimen de propiedad.
La tierra es un derecho y patrimonio humano como lo son: el aire, el sol, el agua. La Revolución debe ponerla en manos del pueblo y en una relación sustentable, debe garantizar los alimentos, la vivienda, la vida en igualdad para todos. ¡Profundicemos la guerra contra el latifundio!