Vamos a hablar de la burguesía. La clase que protagonizó una de las revoluciones más progresistas de la historia, que ha venido manejando y destruyendo al mundo bajo la irracional premisa de su máximo beneficio y en base a la “sacrosanta” propiedad privada. Una minoritaria clase social que lleva varios siglos imponiendo su domino a sangre y fuego sobre las mayorías, lo cual en consecuencia los ha hecho desarrollar sus inteligencias y capacidades perfeccionándolas a través generaciones. Es decir, allí hay indudables capacidades gerenciales, allí están sus prototipos capacitándose a través de generaciones. Bajo su égida se han desarrollado los más portentosos adelantos de la humanidad.
La mayor pendejada del mundo sería considerarlos unos pobres pendejos.
Por otro lado. Para cualquiera que cuente con dos dedos de frente, sea su partidario o la adverse, tiene que ser un hecho indiscutible el inmenso fenómeno histórico, político, social y cultural que representa la revolución bolivariana en Venezuela desde finales del siglo XX y comienzos del XXI.
Para la oligarquía venezolana y sus aliados imperialistas la experiencia de los estruendosos fracasos del año 2002 debió haber sido una fuente importante de enseñanzas, de cómo no podían seguir actuando con nosotros de la forma tradicional como lo venían haciendo en circunstancias similares a través de la historia de nuestro continente.
La revolución bolivariana dio testimonios de una extraordinaria capacidad de sobrevivencia.
En consecuencia ahora actúan dentro del marco de la legalidad de nuestra nueva institucionalidad. Sin embargo todo permite suponer que en su seno, cual caimanes en “boca e’ caño” amplios y poderosos sectores se mantienen a la espera de que vuelvan sus oportunidades. Porque la creación y establecimiento de multiplicidad de formas de poder popular y los avances de la revolución en todos los órdenes, en especial el respaldo masivo del pueblo, parece indicar que es cada vez mayor la dificultad de su retorno al ejercicio del poder político por vía de la elección popular.
Sus reveses debieron haberlos llevado a asumir que la eliminación del orden revolucionario en proceso de construcción en Venezuela, no será un hecho a corto o mediano plazo, sea por la vía electoral o por la vía de la violencia. Los sectores más radicales de la oposición venezolana están en lista de espera a que el imperialismo resuelva sus acciones injerencistas de rapiña en otras latitudes, para que nos toque a nosotros la intervención directa a gran escala, y volver así a recuperar los espacios que han perdido en su otrora “patio trasero” aplastando de nuevo nuestras soberanías.
Esa oposición cuenta con un capital político importante en los aproximadamente cuatro millones de seguidores con los que cuentan en Venezuela desde los sucesos del año 2002. El incremento o descenso de estas cifras están por verse en los próximos comicios pero quienes estamos en la pelea en la calle hemos podido constatar la significativa afluencia de gente hacia las filas de la revolución en los últimos tiempos.
Primera prioridad para la burguesía venezolana actualmente, tiene que ser preservar ese capital político. Allí reside una considerable cantidad de pueblo que les será de gran utilidad, no solo para la cuestión electoral directamente, sino también como base social para cualquier otro tipo de escalada. Y nuestra victoria el próximo 7 de octubre y los años siguientes de consolidación hacia el socialismo podrían significar su desbandada o pérdida de control.
Esa es una masa altamente patologizada. Con una patología psíquica masiva inducida a lo largo de una labor de años principalmente a través de los medios de comunicación de masas. Paralelo al despertar y desarrollo de las inteligencias populares, como premisa fundamental que es de cualquier proceso revolucionario. Se enfrenta este proceso a grupos sociales con actitudes viscerales, cargadas de una gran irracionalidad, cuya carencia absoluta de discurso los lleva a ser repetidores “ad infinitum” de frases restringidas, carentes de coordinación o coherencia unas con otras y cuya materia prima fundamental es el odio.
No vamos a decir que absolutamente toda la oposición en Venezuela entra dentro de estas características. Pero si encontramos allí los más patéticos ejemplos de masas embrutecidas.
Esa situación que vivimos cotidianamente en las colas, los carros por puesto, centros educativos y lugares de trabajo, se reprodujo nítidamente en los respectivos discursos del Presidente Chávez y de Capriles Radosnki el lunes y domingo 10 y 11 de junio respectivamente ante la gente que los acompañaba en la inscripción de sus candidaturas en el Consejo Nacional Electoral.
El Presidente Chávez en este reencuentro con su pueblo, presentó un elocuente y bien estructurado discurso. Mostró una vez más a un hombre que está aprendiendo permanentemente, se está formando y lo está haciendo con su pueblo. En el discurso en el que privó la racionalidad, la inteligencia como el don máximo del ser humano y como herramienta primigenia de la revolución, Chávez sentó las bases de lo que será el proyecto de lucha de los próximos años y se lo expuso al pueblo, que es, ha sido y será el protagonista principal de ese proyecto.
Todo ello en contraste con aquel hombre que en su corta intervención no hizo más que reproducir los gritos y clichés incoherentes y desconectados que fueron la clara repetición de lo que ha sido la deformación del discurso de la oposición durante todo el tiempo de revolución bolivariana. Capriles Radonski no podía presentar verdaderamente su discurso, que supongo que si lo tendrá. Un hombre que ha sido un joven diputado del viejo Congreso Nacional, Alcalde de un rico municipio y Gobernador de uno de los más importantes estados del país, tiene que tener un discurso. Además de ser un notable representante de la más poderosa burguesía venezolana.
Obviamente es un hombre formado para el papel que está jugando y suficientemente probado en su condición de fascista. Y allí reside el discurso que no puede pronunciar hoy en día. Fue escogido por los agentes imperiales como el más indicado para ejercer un liderazgo capaz de mantener y de ser posible incrementar el capital político del que hemos hablado, con vistas hacia futuras coyunturas.
Capriles Radosnki no puede ser elocuente ni coherente, porque no ha sido esa la forma en que se ha mantenido cohesionado ese capital político. Allí está el carácter estratégico de su candidatura para la derecha nacional e internacionalmente. Conspiraron para imponer a un hombre en esa precaria unidad política para que sea el caballito de batalla de las futuras contiendas. Con todas sus variantes.