Nuevamente, el gobierno estadounidense de Bush nos da una demostración clara y concreta del trato de buen vecino que dicen practicar y que exigen que otros practiquen. En forma grosera, haciéndole honor a lo que ha sido hasta ahora su cultura y su proceder, nos han dejado saber que al Presidente de nuestro Tribunal Supremo, magistrado Omar Mora Díaz, le han negado la visa que le permita ingresar a Estados Unidos, por lo que las líneas aéreas deben abstenerse de venderle boletos, para viajes que tengan como destino el país de la “democracia y la libertad”. Así, sin una comunicación oficial, sin una llamada del embajador gringo, como debería corresponder por tratarse de un funcionario del más elevado nivel de gobierno en Venezuela. Nada de ello, una simple notificación a las líneas de aviación comercial, a través del correo electrónico o de un fax, y listo el asunto.
Así despacha la diplomacia de Estados Unidos; así es y así ha sido siempre. Así ocurre con otros pueblos hermanos de Latinoamérica y de África. “Los marrones”, como nos llaman en relación a nuestro color de piel, no somos importantes, como para practicar con nosotros las reglas diplomáticas o las simples reglas de cortesía. Le niegan la visa a un alto funcionario de un gobierno hasta ahora amigo, con el cual llevan relaciones diplomáticas normales y con quien tienen importantísimos negocios, entre ellos el de la compra de petróleo y venta de innumerables productos derivados del mismo, amén de vehículos automotores, alimentos, medicinas, maquinarias, instrumentos y muchísimas cosas más.
No creo que Omar Mora esté particularmente interesado en viajar a gringolandia. Nos vacunaron pequeños contra esos absurdos deseos. Son otros quienes no pueden vivir sin su viajecito anual, para visitar un país sin una gran historia, sin una importante cultura, cuyo significado y herencia se mide mucho más por lo que han destruido que por lo construido. Una breve comparación con Europa, llámense Italia, Francia, España, Suiza o Checoslovaquia o, inclusive, Inglaterra, Alemania, Holanda, Rusia, Bélgica, Suecia o Noruega, y quedarán muy mal parados. No tienen ciudades que puedan competir en su belleza monumental, en su historia y en su riqueza cultural, con París, Roma, Madrid, Londres, Praga, Toledo, Florencia, Siena, Heidelberg, Granada, Sevilla, Venecia, Avignon, Lyón, Asís, Salamanca, Cambridge, Oxford, Moscú, Basilea, Colonia, Munich, Milán, Segovia o Córdova.
Sin ir tan lejos, en nuestra América, la hispánica, hay mucho más que ver y que aprender que en el norte gringo y, por lo tanto, es más importante de visitar y conocer. México, Perú, Guatemala, Bolivia, Argentina y Brasil, son destinos mejores que EEUU. Afortunadamente, el origen del hombre, de la sociedad humana, de las grandes civilizaciones, incluso las americanas, no ocurrió en Estados Unidos, quienes, repito, se han caracterizado por destruir civilizaciones y no por construirlas.