La invención del nuevo socialismo o el capitalismo disfrazado



“Creyeron enterrar el socialismo y se equivocaron de muerto”. Eduardo Galeano.



Ante la propuesta de Hugo Chávez de debatir e inventar el socialismo del siglo XXI, no pocas voces se dejan oír de modo irresponsable, asumiendo este planteamiento automáticamente sin profundizar, sin indagar y sin entender exactamente lo que hay implícito en ello. Algunos creen que todo se reduce simplemente en citar a Marx, Lenin, Mao o al Che Guevara, entre otros, olvidando que –sin renegar de sus valiosos aportes- se debe iniciar la elaboración de un nuevo modelo revolucionario de sociedad que, partiendo de las singularidades específicas de Venezuela y nuestra América, llegue a concretar realmente los seculares ideales de igualdad, democracia, soberanía, solidaridad y de justicia social. Sin embargo, es de acotarse que dicho modelo para que sea auténticamente revolucionario, ha de contar con la participación activa de los sectores populares y trascender, en todo momento, la perniciosa influencia ejercida por las cúpulas o minorías que usufructúan el poder.



La democratización de la participación comunitaria y la edificación de un modelo de desarrollo endógeno como vías para alcanzar el bien común y la solidaridad popular, apuntan (en un escenario más amplio y cotidiano) a echar las bases de ese nuevo socialismo por construir. No obstante, a pesar de que algunos “ideólogos” establecen que dichas bases se hallan contenidas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, éstas tienen que surgir de la convicción y de la lucha diaria de las masas populares, teniendo en cuenta que es muy poco lo que se ha hecho en materia de formación (salvo los talleres dictados cada sábado por el Comandante William Izarra en toda Venezuela), menos aún en lo que respecta al debate teórico. Se obvia el hecho cierto que muchos de quienes integran las legiones de seguidores del Presidente Chávez continúan esperanzados en acceder a un nivel de vida holgado bajo el régimen capitalista y esto se palpa en la manera cómo algunas cooperativas (estimuladas por el gobierno venezolano) tratan de igualarse a las empresas capitalistas en la búsqueda compulsiva de ganancias. Con semejante mentalidad, es más que difícil hablar de un verdadero socialismo, no obstante sus múltiples beneficios individuales y colectivos, ya que el capitalismo se asienta, precisamente, sobre un robo de magnitud mundial, adueñándose de la riqueza generada entre todos, colectivamente. Esta realidad no puede eludirse. Como tampoco aceptar los diferentes artilugios utilizados para disfrazarla.



Para llegar a una noción más precisa de lo que se quiere por socialismo en Venezuela, hay que partir de la comprensión cabal de lo que es y ha sido el capitalismo, desde su surgimiento hasta nuestros días. Se debe entender que es imposible superar al capitalismo sin modificar radicalmente las relaciones económicas, como también las humanas, porque ello supone una cuestión humana y, al mismo tiempo, económica. No es sensato creer que bajo el sistema capitalista –centrado en la obtención de una ganancia absoluta y egoísta- se resuelve el abrumador y conflictivo problema de la pobreza y la exclusión social. A lo más que se aspiraría es a la limosna liberadora de culpas que practican algunos ricos para hacer creer que el sistema funciona en pro de todos y que todo es asunto de saber aprovechar las oportunidades que nos ofrece por igual. Esta ilusión inculcada e interesada tiene que desecharse por completo: no hay capitalismo con rostro humano, ningún maquillaje ocultará sus grietas e injusticias. Por ello se impone una tarea educativa y cultural que ayude a ver las cosas tal como son, de manera que se tenga una visión ampliada de aquello que se pretende inventar o erigir.



“Los revolucionarios –escribió el Che Guevara- carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesaria para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó. (...) La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben. No hay artistas de gran autoridad que, a su vez, tengan gran autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben tomar esa tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal: educar al pueblo”. Los problemas de la pobreza, ciertamente, como fuera señalado por el mismo Presidente Chávez, sólo se resolverán dándole poder al pueblo. Pero esto tiene que propiciarse bajo parámetros totalmente novedosos, no convencionales o tradicionales, porque se corre el riesgo de reproducir la situación que se creía erradicada. Se requiere, por tanto, explicar de forma minuciosa el por qué se necesita una perspectiva alternativa al capitalismo. Explicar, por ejemplo, que si las empresas cooperativas no están imbuidas de un real espíritu solidario y socialista, continuarán siendo apenas una pequeña muestra de que sí es posible reemplazarlo por una asociación de productores iguales y libres, pero nunca transformarán la sociedad capitalista. Lo que se requiere para “convertir la producción social en un gran y armonioso sistema de trabajo libre y cooperativo –afirmó Karl Marx- es cambiar la sociedad como un todo: transferir los medios de producción existentes de los capitalistas y propietarios a los productores mismos”. Cabe preguntarse, entonces, si ésta es la dirección del socialismo que algunos proclaman, con los pies hundidos en el capitalismo, o es otra cosa que no terminamos de vislumbrar, pero que brotaría inédito de las entrañas del pueblo que lo constituirá.-






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Homar Garcés


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