Veríamos con sumo agrado que el vestuario del Presidente de la República y el embajatorio y ministerial que forman su frecuente e itinerantes acólitos, preferentemente se enriquezca con nuestro *liquilique*, una prenda de vestir que por lo menos es más criolla, patriótica, llanerísima y venezolana que todos los vestidos exóticos que solemos apreciarles a estos estimados y representativos funcionarios públicos en sus visitas al exterior y en las pantallas de TV.
Así como los extranjeros, a quienes respetamos su usanza y vestimenta, a ésta exhiben en sus periplos con evidente orgullo, los ministros, embajadores y el personal consular, ministerial y secretarial de la Administración Pública venezolana deberían exhibir con más orgullo y venezolanidad la fresca, elegante y tradicional ropa sobre la cual nuestros modistas y artesanos de la sastrería acumularon tanta experiencia.
Y ninguno más indicado para esta divulgación cultural endógena que nuestro pedagógico, dinámico y defensor de los valores patrios que el Presidente Hugo Chávez.