La UCV no es plaza Francia

Los nostálgicos de la carmonada creen que dejaron un bastión en la UCV. No lo es ni nunca lo fue, ni siquiera durante el rectorado de Giannetto. La máxima casa de estudios del país siempre ha hecho buena la letra de la ley, como institución abierta a todas las corrientes del pensamiento universal. La histeria antichavista ha puesto el grito en el cielo porque sospecha que el nuevo rector, Antonio París, también antichavista, estaría a punto de entregar la universidad (¿acaso es suya?) al “régimen”. La furibunda sospecha nace del hecho de reuniones sostenidas, a plena luz de los medios, entre París y los alcaldes Barreto y Bernal. Recuérdese que el alcalde mayor fue antes recibido en Fedecámaras, sin que los círculos bolivarianos hayan desplazado de su cargo todavía a la señora Albis Muñoz.

Para la oposición, el actual rector al parecer anda en malas compañías. Ocurre que la seguridad en los alrededores de la Ciudad Universitaria compete a los alcaldes, y por esos lados la delincuencia juega garrote. A las autoridades de la UCV no les queda más que hablar y discutir el problema con los funcionarios capitalinos bajo cuyo mando están las policías.

También tienen que hacerlo sobre otros temas y aspectos.

A menos que se quiera aislar la universidad totalmente del gobierno y convertirla en una especie de república de Albania durante la Guerra Fría.

De hacer esto último, tendrán que romper toda relación con el Gobierno central. El rector dejará de asistir al CNU, cuerpo del que forma parte con voto pleno, para no cruzar palabras con el ministro de Educación, presidente del organismo. El fanatismo podría retar: “que lo haga, ¿y qué?”. Bueno, el problemita aquí es que el CNU, entre otras atribuciones, es la institución que asigna y distribuye el presupuesto de la educación superior. No es fácil, para una institución del Estado, romper con el Estado.

Y no me vengan con que lo del presupuesto es un chantaje.

No, es una realidad desde que el Libertador Simón Bolívar, con el doctor José María Vargas como rector, aprobó los estatutos republicanos de la Universidad de Caracas en 1827, para no hablar de la universidad colonial.

Hay otra realidad: el profesorado chavista es una respetable presencia en la UCV. Los estudiantes bolivarianos son la primera fuerza estudiantil individual. Para enfrentarlos, tienen que unirse la ultraizquierda, la ultraderecha y el medio y no siempre les ganan. En los gremios de trabajadores y empleados las fuerzas del proceso revolucionario ganan por arrase. Esta presencia es mucho más significativa que alguna reunión esporádica del rector con un alcalde o un ministro.

¿Cómo salir de ella? Allí, en los pasillos de la casa que vence las sombras, habrán de convivir, cohabitar y entenderse chavistas y antichavistas, como ayer lo hicieron AD, Copei y la izquierda alzada en armas. Esa es la U-U-UCV, una institución donde el odio no es materia obligatoria ni optativa.

Al fanatismo opositor esto no le puede entrar en la cabeza.

En su mente atormentada por sucesivas y, a veces, casi voluntarias derrotas, confunden la histórica plaza del Rectorado con la plaza Francia en los días de la felonía militar y la ridícula declaración de “territorio libre”. Esta plaza tomada, suerte de Sodoma y Gomorra, es su ideal de mundo, su paraíso perdido, su Arcadia. Allí no entrará ningún zambo chavista ni pasará a varias cuadras a la redonda, como en efecto ocurría.

Sólo que los docentes y estudiantes opositores, a quienes debe ofender la comparación, no son políticamente torpes como los uniformados de Altamira y, en tanto universitarios, tienen otra concepción de la tolerancia y el diálogo.

35 años de vida en la UCV me llevaron a establecer relación de amistad y afecto con muchísimos profesores que hoy son antichavistas militantes. Nos encontramos en los pasillos, discutimos como siempre lo hicimos, conversamos y el cariño es el mismo. Los locos que están afuera, los disociados de Altamira, sufren y patalean porque esos lazos no se rompen, pero es porque sencillamente desconocen a la Universidad Central de Venezuela, aunque alguna vez hayan pasado por ella como un celaje. Sin duda, el espíritu ucevista, algo tan profundo y sublime, nunca anidó en ellos.

Plaza Francia fue la anticiudad, la antirrepública, la antidemocracia.

La universidad es todo lo contrario. Los antichavistas seguirán allí por siempre. Y los bolivarianos también.

Ninguna fuerza, por fanática que sea y enferma que esté, nos sacará de nuestro lugar vital de estudios, trabajo, investigaciones, creaciones y sueños. Y no lo harán por una razón la mar de sencilla: no se lo permitiremos.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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