La humanidad vive aterrada la peor de su desgracia. Atrapada por los dictámenes del capital, se debate entre la emancipación o su decadencia. El alarmante grado de contaminación ambiental que enuncian los científicos y las constantes guerras enmarcadas en la lógica del capital y entonada en la actualidad por su decadencia reproductiva, representa la angustia del hombre y la mujer pensante.
El capital enajenante envuelve bajo su raciocinio a todas las sociedades, religiones y culturas, el egoísmo, la explotación del hombre por el hombre y el racismo es la mercancía exclusiva de la burguesía para los pueblos.
Desde la aparición de la moneda como instrumento de cambio, materialización objetiva del capital, su embrujo indujo al hombre en la necesidad de acumulación de la misma, solo siendo posible a través de la extorsión, en otras palabras, explotando al hombre, expropiando su riqueza, razón por la cual, las clases dirigentes se vieron en la necesidad del uso de métodos coercitivos y aparece el Estado como el mejor de su instrumento. Elites conformadas en un devenir histórico de luchas, han logrado someter a sociedades enteras. Jefes de tribus, grupos familiares desde tiempos primitivos, en su interés de mantener el control de una sociedad y medios productivos generadores de riquezas en constante crecimiento, hallaron en la lógica dominante de la religión el mayor apoyo para el estado conformado, el mejor método coercitivo del subconsciente del pueblo. Así nace el judaísmo entre otras religiones y el sionismo en 1890 como respuesta a las encarnadas contradicciones de la alta burguesía y la pequeña burguesía europea, como la filosofía avanzada de su elite, una interpretación enajenante del pueblo judío, su miseria religiosa.
El sionismo convierte a los judíos en el pueblo elegido por su Dios el capital, todo un pueblo es enajenado, manejado y separado del resto de los pueblos por la codicia de su elite. La mejor crítica al judaísmo sionista la realizó un judío emancipado, Carlos Marx quien escribió en su publicación sobre “La cuestión judía”, lo siguiente:
“La necesidad práctica, el egoísmo, es el principio de la sociedad burguesa y se manifiesta como tal en toda su pureza tan pronto como la sociedad burguesa alumbra totalmente de su seno el Estado político. El Dios de la necesidad práctica y del egoísmo es el dinero”.
”El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro Dios. El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía”.
“El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universa”.
“La quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del mercader, del hombre de dinero en general.
“El cristianismo ha brotado del judaísmo. Y ha vuelto a disolverse en él. El cristiano fue desde el primer momento el judío teorizante; el judío es, por tanto, el cristiano práctico, y el cristiano práctico se ha vuelto de nuevo judío”.
“El cristianismo es el pensamiento sublime del judaísmo, el judaísmo la aplicación práctica vulgar del cristianismo, Sólo entonces pudo el judaísmo imponer su imperio general y enajenar al hombre enajenado y a la naturaleza enajenada, convertirlos en cosas venales, en objetos entregados a la servidumbre de la necesidad egoísta, al tráfico y la usura”.
“El egoísmo cristiano de la bienaventuranza se trueca necesariamente, en su práctica ya acabada, en el egoísmo corpóreo del judío, la necesidad celestial en la terrenal, el subjetivismo en la utilidad propia”.
“La emancipación social del judío es la emancipación de la sociedad del judaísmo”.
En Marx aun cuando no era creyente, urge distinguir en sus escritos que, no era opuesto a la fe de los pueblo, sino a la religión dirigida por las elites burguesas, la miseria religiosa, según el propio Marx:
“La miseria religiosa, es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra ella. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo. (Su poder enajenante)”
La alienación religiosa tiene su origen en la alienación económica y no podrá superarse mientras no se supere ésta.
Del resultado de esa enajenación sionista, no nos sorprende ver el racismo contemporáneo que ejerce el estado terrorista y usurpador de Israel, como también, buena parte del pueblo judío sobre el resto de la sociedad. Vimos como en los tiempos la creación injusta del estado de Israel 1948, todo un pueblo, el palestino (cristianos y musulmanes) fueron expulsados de sus tierras por las “necesidades nacionales” de una religión que reclama derechos de propiedad de origen divino sobre las tierras de Palestina. ¿Qué clase de divinidad hace a un pueblo merecedor de tierras ajenas? El Capital es la respuesta.
Los campos de concentración racial o como los llaman hoy, con el término más sutil, los campos de refugiados del actual Israel, no se diferencian en mucho de los campos de concentración de la Alemania nazi, cuyo ejemplo mas explotado publicitariamente por los sionistas, lo fue el campo de Auschwitz. Observamos como casi a diario son bombardeados y sus luchadores, sus mujeres, hombres y niños resultan mutilados.
Tampoco nos sorprende un Ariel Sharon, acusado por los tribunales internacionales como terrorista implicado en los sucesos de exterminio, al mejor estilo nazi, de los pueblos de Sabra y Chatila en el Líbano, como también los recurrentes asesinatos selectivos de intelectuales, académicos y profesionales iraquíes.
El sionismo ha catalogado como antisemita a todo aquel que ose denunciarlos, al parecer muchos pensadores se abstienen de difundir comentarios sobre el tema debido al temor de ser etiquetado como antisemita. Muchos judíos han iniciado la lucha contra el sionismo, incluso otros se atreven a pedir la supresión del estado de Israel. Ver publicaciones: (http://www.nkusa.org/). La lucha contra el antisemitismo que eran y siguen siendo las banderas del sionismo, se aplica a la inversa ahora contra los pueblos semitas árabes, la doble moral burguesa.
En definitiva el sionismo ha desplazado al nazismo y hoy más que nunca urge identificarlo y librar la batalla en su contra, cuya mejor manera es la denuncia y las ideas, ir a sus raíces: “El capital” el verdadero responsable de la enajenación que vive el pueblo judío y el resto de los pueblo del mundo”.